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Mundiales Bergen: ¿Y España qué, para cuándo otra vez campeones del mundo?

Adrián G. Roca

Actualizado 25/09/2017 a las 12:07 GMT

Los Mundiales de Bergen acabaron sin ninguna medalla para España. Ni las opciones claras en Sub’23 con Iván Cortina o con Sheyla Gutiérrez en la carrera élite femenina funcionaron. Jonathan Castroviejo también estuvo lejos de los metales en contrarreloj y en la carrera élite masculina, la ausencia de un esprínter claro y la baja de Alejandro Valverde penalizaron en exceso a la selección.

Óscar Freire, campeón del mundo 2004

Fuente de la imagen: Getty Images

Hubo un tiempo, hasta no hace mucho, en el que un Mundial de ciclismo levantaba unas expectativas muy altas para la selección española. Desde tiempos de Miguel Indurain cuando el gigante de Villava quiso ser campeón del mundo y consiguió medallas pero acabó ganando Abraham Olano hasta el primero de Óscar Freire en 1999. Desde aquel arcoíris del cántabro en Verona, vinieron dos más para él y otro de sorpresa de Mikel Astarloa y durante años consecutivos siempre se mantuvo la gran esperanza de que sumara su cuarta corona y se convirtiera en el mejor de la historia.
En todo ese entretiempo hasta el adiós de Freire en 2012 también irrumpió Alejandro Valverde y su arcoíris soñado pero nunca conseguido. Hasta seis medallas del murciano de las que ninguna fue oro pero al menos tres pudieron ser arcoíris si hubiera gestionado mejor sus bazas. En la primera ocasión Paolo Bettini esprintó más rápido, en Valkenburg 2012 optó por esperar a Freire y no salir a por Philippe Gilbert en el Cauberg y en Florencia 2013 no vigiló al portugués Rui Costa y esto hizo que Joaquim Rodríguez no pudiera ser campeón del mundo entrando en solitario.
Desde la medalla de bronce de Indurain en 1991 tras Gianni Bugno y Steven Rooks y en el ciclismo contemporáneo y por acotar más y mejor las opciones españolas, desde el bronce de Purito Rodríguez en Mendrisio 2009 siempre se tuvieron expectativas altísimas de arcoíris con Freire buscando el cuarto en Geelong 2010 (fue sexto) y Copenhague 2011 (también acabó en el top ten) o con el propio Purito o Valverde buscando el éxito corriendo en casa en Ponferrada 2014. Pero en las tres últimas ediciones de los Mundiales el protagonismo de España se ha diluido hasta parecer una selección casi irrelevante en carrera.
Los porqués de esta pérdida de protagonismo de España no hay que buscarlos en las decisiones del actual seleccionador Javier Mínguez, aunque a Bergen 2017 podría haber contado con el español más en forma: Mikel Landa. O bien haber convencido a Alberto Contador de que hubiera participado en una contrarreloj en el que los tres durísimos kilómetros finales del Mount Floyen le favorecían claramente.
El técnico vallisoletano lo dijo, acertadamente, antes de la prueba reina que coronó por tercera vez a Peter Sagan: “Nos falta un rematador de garantías”. Exacto. España no cuenta con un esprínter tan rápido, resolutivo y que sea un experto en clásicas duras como Sagan, Kristoff, Matthews o cualquiera de los diez primeros clasificados. De hecho, este circuito con escasa dureza y con ausencia de subidas exigentes tampoco le hubiera venido bien a un Alejandro Valverde que en caso de no haber tenido aquella maldita caída en el Tour de Francia, hubiera sido un sólido líder para España.
El mejor clasificado de la nacional española fue Jonathan Castroviejo, un gregario para esta prueba de ruta. Como dijo David De la Cruz, las únicas opciones pasaban por formar un corte con ciclistas potentes en la última vuelta, pero el de Sabadell tampoco hubiera tenido muchas más opciones. Y encima, un hombre que en su día llegó a ser rápido pero ya no es un esprínter, José Joaquín Rojas, se vio afectado por una caída en la última vuelta. Igual que el conquense Jesús Herrada, un ciclista más polivalente y que sí sabe moverse en estas situaciones.
Pero cualquier análisis o cualquier exigencia de algo más a España en este o en los pasados Mundiales de Doha o Richmond, serían un tanto injustos con el equipo español y todos sus corredores. En definitiva, no eran Mundiales para los nuestros, aunque Valverde cumpliera en el primer arcoíris de Sagan en Richmond con un meritorio quinto puesto.
Esta película y estos aires de catastrofismo y esta distancia real con las medallas o el arcoíris en un Mundial pueden cambiar radicalmente en Innsbruck 2018, un recorrido durísimo que contará con varios pasos por un puerto de seis kilómetros y un desnivel positivo de más de 5.000 metros. Más que una etapa de alta montaña de Giro de Italia o Tour de Francia y que borrará de antemano a Peter Sagan y el resto de grandes clasicómanos y esprínters.
Será la oportunidad soñada para un Alejandro Valverde si es capaz de recuperarse al cien por cien de su lesión. O será la oportunidad perfecta para Mikel Landa. Entonces y si el resto de Mundiales que están por venir tienen perfiles más duros que los tres en los que Peter Sagan se ha convertido en leyenda, España volverá a ser influyente y a estar muy cerca de las medallas y de, ojalá, vestir a uno de los suyos de arcoíris. Ha pasado tiempo -Freire en 2004- y ya va siendo hora.
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