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Blog Julio García Mera: No es amor, pero se parece

Julio García Mera

Publicado 29/03/2017 a las 08:48 GMT

El contrario en el deporte, lejos de estar en la otra orilla, se encuentra más cerca de lo que consideras.

Paulo Roberto (Foto: www.lnfs.es)

Fuente de la imagen: From Official Website

Es una curiosa relación en la que ambos buscamos el mismo objetivo. El contrario es alguien que te mejora, te completa, te enriquece. Porque te plantea problemas y retos a cada paso. En cada regate, una madriguera. En cada finta, un laberinto.Y tú debes desentrañar la respuesta más acertada para cada instante del partido.
Los contrarios que más me hicieron ser yo fueron Choco, Vander, Paulo Roberto y Lenisio.
Una sombra acorazada con la agilidad de un ninja: ése era Choco. Me tocó marcarle unos minutos en la Final del Campeonato del Mundo del 96 en el Sant Jordi de Barcelona. Aún le sigo buscando. Nunca me pude anticipar. Era inexpugnable, inabarcable.
Vander era el pívot más pívot que he conocido. Nació en el centro del ataque del fútbol sala. Cuando pisaba área, se convertía en inmortal. Escurridizo, goleador, oportunista, ladrón de pensamientos.
Mención especial hay que hacer de Paulo. Nadie ha sido tan vertical, tan asesino, tan regate y gol. Paulo Roberto cimbreaba su cuerpo hacia la derecha y te iba volcando como un piloto de Moto GP hasta que casi tocabas el suelo y, entonces, salía lanzado hacia su lado natural, el izquierdo, en disposición de hacer la vaselina imposible o el caño más lento del mundo.
Lenisio era otro que te mataba, pero con cara de niño. Con la sonrisa de un chaval de primaria y los mofletes sonrosados. Al ver salir a Paulo a calentar, su mirada te decía:” Te voy a llevar al límite sin compasión”. Al ver a Lenisio, su rostro transmitía paz, sosiego, calma, quietud. El engaño comenzaba en las amables facciones. Pero su apariencia era una trampa. Porque nadie me ha destrozado con más suavidad, con más cariño que él.
Con cada contrario se crea una vinculación diferente. Es una relación muy intensa, que te obsesiona. No es amor, pero se parece. Se llama rivalidad. Y dura para siempre. Hay amores que se olvidan. Pero el contrario, ese rival que te acerca al abismo, no se olvida. Jamás. Aquel que te lleva a la derrota, a tocar fondo, a no saber si algún día podrás contrarrestarle, es el que más te ayuda a ser tú. Y con el paso del tiempo te das cuenta de que has quedado conectado con él para el resto de tu vida.
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