Barcelona-Juventus, el post del post partido: Remon-nada

Incluso a un equipo capaz de alinear a Messi, Luis Suárez y Neymar juntos, como el Barça, la proeza le quedó grande. Mucho ataque, cierto, pero poco daño en las líneas enemigos igual a imposible soñar con el pase a semifinales. Esa montaña de los goles de Dybala (a pares) y Chiellini no se ascendería ni con piolet. Estaba predestinado el Barça a caer, como si aquél 6-1 al Paris SG fuera la última vida del gato.

Ni en la mejor versión regateadora de Neymar, con una noche memorable en ese sentido pero sin gol que echarse a la bota, pudo el Barça arrancarse a golear. Faltó el más difícil, el primero, el que quizás hubiera hecho temblar el misterio.

Así que el partido entró en la espiral conceptual que aleja a unos y otros desde la noche de los tiempos: el Barça acumulaba delanteros (Alcácer, Piqué de Alexanco…) y la Juventus, defensas (Barzagli por Dybala, crimen de lesa humanidad futbolística). Eso sí, Luis Enrique (el entrenador que no cometió errores tácticos en la ida de Turín) sacó a jugar a Mascherano. Y si la noche que se necesitan tres goles se hace jugar a quien no ha metido ni uno, pues eso, aunque maliciosamente estuvo muy cerca de marcar. Todo estos asuntos de pizarra siguen siendo malos para Unzué. Sí, para Unzué.

Otro aspecto relevante, y más con la que cae en esta Champions, fue el arbitraje del holandés Kuipers, inflexible en todo momento. Este colegiado no hace prisioneros (ya sucedió en Lisboa) y, pese a la presión constante, no pasó ni una al Barça. Seguramente fue una consecuencia de lo sucedido la noche previa con Kassai en el Bernabéu. Es que los Madrid-Barça hace tiempo que son globales y un tanto mariposas, por el efecto que producen en uno y otro. Y como si la UEFA quisiera ya una mano dura ante tanto bochorno arbitral que ha marcado indefectiblemente una competición con Real Madrid, Atlético, Mónaco y Juventus en semifinales.