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Blog Brotons: El Club de los padres violentos

Eurosport
PorEurosport

Actualizado 24/03/2017 a las 12:45 GMT

Convendría queridos padres, los que no dudáis en romperos la cara a puñetazos, no les robarais a vuestros hijos lo que os robaron a vosotros: la dignidad.

Niños chinos vestidos con la camiseta del Real Madrid

Fuente de la imagen: Imago

Los niños que juegan al fútbol tienen representante, aunque solo tengan catorce años. Los padres de esos niños creen que tienen al futuro Cristiano Ronaldo o al nuevo proyecto de Leo Messi viviendo en casa. Me costaba imaginarme y aceptar esa realidad que me confirma un entrenador de primer nivel y un representante de jugadores internacionales. Estamos en una época dónde el futbol ya no es el ocio del pueblo, algunos empiezan a pensar que es parte de la supervivencia familiar.
Las peleas entre los padres de niños futbolistas que van a ver jugar a sus hijos los fines de semana no son acciones ocasionales. Que no se engañe nadie. Las imágenes sorprendentes que hemos convertido en virales, en los últimos días solo son la punta del iceberg. Puede que estemos ante una epidemia que se está propagando en las gradas de las instalaciones deportivas donde juegan los chavales.
Solo observamos y conocemos lo que graba algún sorprendido espectador-reportero con su teléfono móvil. Estoy convencido que son muchas más las peleas que no tenemos oportunidad de ver, que las que circulan por las redes sociales y acaban en los telediarios. Por tanto, no se trata de agresiones puntuales, ni enfrentamientos aislados. Asistimos a un brote de violencia incontrolado, por parte de un nuevo tipo de "hooligan".
Estamos ante un grave problema que afecta a la sociedad y que tiene sus raíces en la educación que los críos reciben en casa. Ellos no son los culpables, tal vez sean las victimas de sus progenitores. Somos testigos pasivos de la cara más vomitiva y carpetovénica del ser (in)humano. Presuntos machos alfas que tratan de volcar sus frustraciones y sus peores pasiones, las más impresentables, en las gradas. Mientras esto sucede, sus hijos intentan ser felices jugando al fútbol.
Casi todos hemos visto con estupefacción la batalla campal que se preparó en el partido de infantiles de la segunda regional mallorquina, entre los equipos del Alaró y el Collerense. Lo que comenzó siendo una acción propia del juego, terminó convirtiéndose en una vorágine de insultos, patadas, puñetazos y vergonzantes amenazas de unos padres que nunca estuvieron preparados (ni lo estarán) para ejercer de padres.
Podría ponerme cursi y decir que ese episodio hiere mi sensibilidad, no se trata de eso. Me opongo a vivir en las ramas de un árbol, como hacen los primates en la selva. El asunto es de una enorme gravedad y nos obliga a realizar un ejercicio de reflexión. Querer ganar antes que formar me parece una malísima idea. Gestionar el idílico sueño de un niño como el negocio futuro de los padres se acerca a una despreciable manera de explotación humana.
Ni el cuándo se debe anteponer al cómo, ni se trata de llegar el primero por la ley del más fuerte. Cuantos más valores logre acumular un niño en su mochila, más argumentos encontrará para ser respetuoso. Si alejamos al fútbol de ciertos códigos éticos corremos el riesgo de quedarnos sin fútbol y sobre todo sin la ilusión de los niños, incluso sin ellos. No es una buena idea que los padres lleven los bolsillos llenos de odio a los campos donde juegan sus hijos.
Seguro que nosotros los periodistas deportivos y las trincheras que entre todos hemos cavado son parte de este comportamiento irracional de los padres. Las bufandas, las camisetas y las opiniones sectarias penetran en la mente de esos aficionados que deciden primero insultarse y luego golpearse en presencia de sus hijos.
Los niños son solo niños. Convendría que vosotros, los que no dudáis en romperos la cara a puñetazos, no les robarais a ellos lo que os robaron a vosotros: la dignidad. Y por favor dejad de ver la televisión, escuchar la radio y leer los periódicos deportivos. Pero sobre todo no vayáis a los campos a ver a vuestros hijos si necesitáis sacar los peores instintos. Será la mejor manera de educar a vuestros hijos, alejándoos de ellos.
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