Blog Brotons: Neymar el inconsciente. Luis Enrique el prepotente.

La inconsciencia y los caprichos de Neymar merecen un serio castigo exterior, la sanción deportiva y la interior, sanción económica del Barça. Es inaceptable que la publicidad encubierta que el brasileño hace de su patrocinador de calzado cause tanto perjuicio al club que le paga su millonario contrato. Como dice mi amigo Emilio Pérez de Rozas: “Neymar vive pensando que a él eso no le puede pasar. Hay jugadores que creen que pueden hacer lo que les viene en gana”.

El brasileño lleva haciendo publicidad encubierta desde hace algunas semanas y le han cazado, porque los árbitros son malos, pero no tontos. La acción de atarse las botas, convertida ya en un hábito, fue celebrada por los dueños del botín. Pero a Neymar le terminó costando la expulsión y su más que probable ausencia en el Clásico del Bernabéu.

Aquellos que siguen en su lucha diaria por convertir a ciertos futbolistas en meros productos de consumo, saben que la sociedad de la imagen incorpora nuevos cómplices permanentemente. Ignoran que no hay mejor publicidad para su negocio que ver a Neymar jugando ante el Real Madrid dentro de trece días. Sin fútbol, no hay botas. Y sin Neymar, el Barça es menos Barça.

Turno para Luis Enrique que tiene una alta cuota de responsabilidad de la derrota en Málaga, construyendo una alineación para ganar sin problemas. Lo fácil sería centrar toda la mirada crítica en el entrenador del Barça y eso estaría cerca de la injusticia, aunque el asturiano tenga ese rictus prepotente que tanto daño le hace. No sería honesto detenernos exclusivamente en los constantes e irritantes buceos de un técnico, que trata de buscar sin ningún éxito un mar donde tan solo existe una playa.

Ni el armario del Barça tiene fondo, ni las aguas son tan profundas como para permitirse el lujo de "surfear" sin ser arrastrado por cualquier ola medianamente intimidatoria. Por mucho que el entrenador quiera convertir a André Gomes en un jugador útil, el portugués no cesa en su empeño de parecer un niño indefenso perdido en plena feria; aturdido, nervioso, fuera de lugar, sin atisbo alguno de saber hacia qué lugar del recinto tirar.

Tampoco Denis Suarez parece estar preparado para asegurarle a su técnico una relativa tranquilidad, aunque el caso del joven y prometedor Denis es muy distinto al de Gomes. La idea de rotar para que los denominados titulares cojan aire, parece innegociable cuando las temporadas son tan largas, las exigencias tan grandes y los avatares del destino tan caprichosos. El problema (y no menor), empieza a crecer cuando las rotaciones se convierten en un naufragio sin límites.

El entrenador del Barça bucea sin encontrar. Cuando sube a la superficie se siente horrorizado (en La Rosaleda el horror lo protagonizó Jéremy Mathieu), y pide auxilio a los que de verdad manejan el barco, pero estos no siempre llegan a tiempo al rescate. Es entendible que Luis Enrique tenga que rotar; un entrenador de primer nivel me decía hace apenas unas horas que algunos jugadores no están en disposición de aguantar tres partidos seguidos.

Lo que no es tan entendible es que el máximo responsable deportivo del F.C.Barcelona no sepa distinguir entre "el cómo y el cuándo", “la prudencia y el valor”, “la firmeza y el depende”. El Real Madrid no solo empató ante el Atleti, también parece haber iniciado sus ya habituales movimientos de desasosiego que son difíciles de contrarrestar hasta para el tranquilo y sonriente Zidane. Luis Enrique y sus jugadores tenían la obligación de no fallar y unos por otros la casa se quedó sin barrer.