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Blog Uría: Claro que no lo pueden entender

Rubén Uría

Publicado 23/05/2017 a las 14:57 GMT

Habló Antoine Griezmann en una televisión francesa. Unos interpretaron que abre la puerta a su marcha y otros confían en que se quedará. La verdad, da igual.

Griezmann

Fuente de la imagen: Getty Images

No lo pueden entender los que se pasan la vida diciéndoles a los demás lo que tienen que sentir y lo que no, porque en vez de comprender que la energía del Atlético está en el grupo, como la fuerza del lobo está en la manada, se han dedicado a festejar las palabras de Antoine Griezmann en un programa, interpretándolas como una tocata y fuga. Como si, en el caso de que se marchase del club, fuera el primero o el último que lo hará. Como si los atléticos, los críticos y los pasivos, no supieran ya que en ese club, mientras Simeone conjuga el verbo competir, otros conjugan el verbo vender. No lo pueden entender los que creen que estas palabras no corresponden al protocolo de actuación habitual cuando un jugador pretende aumentar su caché, renegociar su contrato y finalmente, ampliar su contrato, si es que de verdad se quiere quedar. No lo pueden entender los que no tienen tragaderas de ver cómo un día un futbolista se indigna porque los periodistas le preguntan si se irá del Atleti y días después, el mismo jugador, se pasa ese ataque de dignidad por la entrepierna.
No lo pueden entender los que piden amor eterno e incondicional a cualquier profesional, se llame como se llame, cuando lo único exigible es pedir rendimiento y compromiso a quien está en un equipo hasta el día que decide lo contrario. No lo pueden entender los atléticos que se pasan la vida llamando traidores, mercenarios, veletas y peseteros a profesionales que ponen tuits, cantan himnos y besan escudos mientras calibran si les viene bien borrar con el codo lo que firmaron con el brazo, porque, como dice mi admirada María José Navarro, no todo el mundo puede ser Gabi. No lo podrán entender los que, cuando se vaya quien se quiera ir, si es que de verdad se va, nadie exija que se pague una cláusula en vez de un traspaso negociado, porque hacer preguntas es incómodo y pasar de todo es lo cool. Y no lo podrán entender los que no hayan escuchado a Torres decir que el Atleti no necesita jugadores que se queden, sino hombres que se quieran quedar. Que no es lo mismo.
Y no pueden ni quieren entenderlo los que se hacen cruces cuando ven a un señor vestido de negro que, megáfono en mano y desde el centro del campo, contagia su energía a miles de personas a las que les acaban de decir que se tienen que ir de su casa. Ese se queda. Y la gente, que nunca se va, que siempre se queda, le seguiría a las puertas del infierno, porque el escudo no se besa por fuera, se honra por dentro. Será un verano muy largo, eterno, como casi siempre, para el Atleti. Para los que presumen de entenderlo y los que no. Uno de cal y arena. Uno donde se haga negocio, se vendan y compren cromos. Uno de esos donde los de arriba harán lo que consideren oportuno y el Cholo les exigirá más de lo necesario. Uno de esos donde se volverán a repartir carnés de buenos y malos atléticos, donde la mayoría culpará a los jugadores, otros a los periodistas y una minoría seguirá maldiciendo un modelo que privilegia a los que ayer les quitaron la propiedad y hoy les cambian de casa. Que cada palo aguante su vela, que cada uno haga lo que le dicte su conciencia y que cada uno festeje o se exalte como le venga en gana. Nadie es dueño de los sentimientos y la razón de nadie.
Será otro verano para hablar de traiciones, de fidelidades, de ventas tramáticas, de fichajes inesperados y de puras especulaciones. Lo que sí es muy sencillo de entender es que, más allá de dirigentes, entrenadores y jugadores, al Atleti siempre le queda su gente. Esa nunca se va, ni tiene cláusula de rescisión, ni se vende. El que se quiera ir, que se vaya. Y el que se quiera quedar, que se quede. El Atleti es su gente. Y la gente no se va. Se queda. Con la venia, no creo que sea tan difícil de entender. Otra cosa es que no quieran. En caso de duda, piensen en un tipo que, el día que miles de personas se van de su casa, se coloca en el centro del campo y les anuncia que se queda porque ese sentimiento tiene futuro y ese futuro son ellos.
Rubén Uría / Eurosport
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