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Blog Uría: Cuando el Villarreal no se parece al Villarreal

Rubén Uría

Publicado 23/08/2016 a las 21:21 GMT

No habrá cinco equipos españoles en esta Champions. El Villarreal, que no se pareció a sí mismo, cayó eliminado y tiró su brillante pasado curso a la basura.

Villarreal

Fuente de la imagen: AFP

Impotente y frustrado, el Villarreal acabó tirando al contenedor una temporada magnífica, la del curso pasado, donde además conseguir plaza Champions, logró un doble objetivo digno de mención: tratar bien al balón para tratar bien al espectador. En apenas dos semanas, un club que suele recibir el agasajo permanente de la crítica por su modelo de gestión, por los valores que proyecta y el fútbol que destila, ha cometido todos los errores que se pueden cometer, al punto de haberse quedado sin el premio de poder disputar la Champions, las ligas mayores, el torneo que da prestigio y dinero. A la sorprendente destitución de Marcelino, sumada a una plaga de lesiones en un momento decisivo y a la falta de tiempo del nuevo entrenador para implantar su método, el equipo añadió una eliminatoria demasiado discreta. En la ida pagó muy caros sus errores en la retaguardia. En la vuelta, pagó su incomprensible falta de ambición y mordiente. Su condena, la Europa League. La sentencia, diáfana: el equipo más alegre sin alegría, el Submarino más eléctrico sin electricidad y el conjunto más estético sin ambición. Escuece. Y hay motivo para ello.
Inmerso en un proceso de autodestrucción, sin motivo aparente – al menos, de puertas hacia afuera-, el Villarreal necesita un tiempo para la reflexión. No se trata de buscar culpables en la derrota, como se buscan héroes en la victoria, pero queda meridianamente claro que, después de lo acontecido en Mónaco, club, directiva, entrenador y vestuario deben tener claro que este no puede ser el camino. Entre otras cosas porque el Villarreal ha llegado a esta situación por parecerse, como un huevo a una castaña, al Villarreal. Mala gestión, conflictos, poco sentido común, poco fútbol, menos ambición. Si Marcelino mantenía una agria polémica con algunos integrantes del vestuario o tuvo un desencuentro con la directiva – ambas versiones circulan-, nadie podría negar que su adiós ha supuesto una bomba de relojería. Otro foco es Fernando Roig, receptor de merecidos elogios en los días de gloria, del que convendría pensar cómo podía no estar al tanto de los problemas entre técnico y vestuario, o ponderar si su decisión de prescindir del entrenador a sólo días de jugar la Chammpions ha sido más nefasta que necesaria para el club.
De propina, convendría que el vestuario pensase que, más allá de las bajas del equipo, la afición esperaba mucho más de unos jugadores de categoría, a los que les faltó ambición. Si dieron todo lo que tenían, malo, porque están lejos de su gran nivel. Y si no dieron todo lo que tenían,, peor, porque el club necesita ahora mismo que se entreguen a tumba abierta. Y por último, conviene detenerse en Fran Escribá. Un técnico recién llegado al que no le ha dado tiempo de enderezar la nave y que ahora se va a enfrentar a un marrón de proporciones bíblicas. Habrá quien le culpe, pero sacó todo lo que tenía. Ahora necesitará paciencia, tiempo para madurar sus ideas y germinar su proyecto. Cuanto más tarde el Villarreal en convencerse de que puede y debe volver a parecerse a sí mismo, más complicada será la temporada. Dentro y fuera del campo. Es hora de hacer autocrítica y de remar, todos juntos, en una sola dirección. De lo contrario, el Submarino Amarillo acabará como el Octubre Rojo.
Rubén Uría / Eurosport
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