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Blog Uría: El Barça, al rincón de pensar

Rubén Uría

Actualizado 19/04/2016 a las 15:00 GMT

La suma de múltiples factores combinados envía al Barça al rincón de pensar. Ahora falta saber si negociará el esfuerzo o morirá de éxito.

Luis Suárez, Neymar und Lionel Messi (v.l.)

Fuente de la imagen: AFP

No hace demasiados años que la crisis del Real Madrid consistía en ser segundo. Hoy, en otro contexto y época, la del Barça llega cuando es primero. Bendita crisis de los grandes, por la que matarían los pequeños. En cualquier caso, cuando los resultados son malos, la crisis es universal. Tras trece años sin perder tres partidos consecutivos de Liga, un registro marciano que dice mucho de la hegemonía doméstica azulgrana, ahora la duda se ha instalado en el vestuario culé. El resultadismo, que consiste en viento a favor cuando se gana – 39 partidos sin perder, todo está bien, son los mejores y se viene el triplete-, y viento de cara cuando se pierde – desplome físico, ruina deportiva, bloqueo mental y se viene el nadaplete-, redefine perspectivas, opiniones y criterios. En primer plano, el entrenador. En los días de opulencia, flores. En los días de miseria, puñaladas. Que si se le empieza a poner cara de Queiroz, que si le ha devorado el personaje, que si no tiene autocrítica, que interpreta mal los cambios y que deberían quitarle el carné de entrenador. Palabras que suenan de forma genial, pero que no dicen nada.
De Luis Enrique Martínez, apenas una reflexión a bote pronto: él no cambia, han cambiado los resultados. Resultaba simpático o antipático cuando se ganaba y también cuando pierde. Su gestión, su gobierno del grupo y su filosofía siempre han sido las mismas. En la victoria y en la derrota, su método y sus declaraciones, con sus virtudes y sus defectos, no han variado. Sus títulos están ahí. Su trabajo, también. Y su desencuentro con gran parte de los periodistas, también. Sólo existe una constante vital para cualquier entrenador del Barça, se llame como se llame, gane lo que gane y pierda lo que pierda: su tarea es ingrata, porque cuando se gana todo es cuestión de los jugadores y cuando se pierde, las críticas arrecian contra el entrenador. Más viejo que el propio fútbol: en la victoria, almíbar; en la derrota, sal en la herida.
¿Qué ha llevado al Barça del halago merecido a la alerta roja? La suma de factores que, combinados, han enviado al líder – oigan, todavía es líder, menudo drama-, hasta enviarle al rincón de pensar. Hasta el inesperado desplome culé, el Barça sumaba triunfos y puntos gracias a un ecosistema discutible, pero reconocible: tres solistas intocables, contundencia en el área y presión tras pérdida. Fuese más largo o prieto, más académico o vertical, el Barça solventaba sus pleitos con brillantez en casa y eficiencia fuera. Parecía sencillo, pero no lo era. De hecho, el sumatorio negativo azulgrana ha sido progresivo: se ha acostumbrado a perder. Su poderío en el área se ha esfumado, sus solistas están secos, los intocables no tienen relevo y de la presión tras pérdida, clave en los éxitos pretéritos del Barça, no queda ni rastro. Los ingredientes del derrumbe responden a una receta simple: un pellizco de duda, una gota de agotamiento, un chorrito de fútbol – méritos del adversario, inspiración del portero rival, falta de puntería y las prisas de los malos toreros-, y una ración de bloqueo mental. Suficiente para envenenar la confianza de un equipo que antes volaba. Suficiente para pasar varias semanas en el rincón de pensar.
¿Cómo recomponer la figura en esta situación límite? Sencillo. Vuelta a los orígenes: más balón que nunca, relevo para algún solista acomodado y como gran remedio, volver a la presión tras pérdida. Se puede sobrevivir con talento, pero no ser campeón sin sacrificio. El fútbol no miente: consiste en saber qué hacer con la pelota y en quitársela al otro cuando la tiene. El Barça se ha olvidado de lo segundo. Y por ahí se está desangrando. Los francotiradores están apostados en su trinchera, los resultados están ahí y ahora el doble salto mortal del equipo será rin red. La incógnita será saber si este Barça será capaz de procesar la gran virtud del Atlético: el esfuerzo no se negocia. O recupera la presión tras pérdida o caerá, a plomo. Si no tienes confianza, al menos, trabaja. No es ningún secreto: el campeón que negocia el esfuerzo se condena a un triste final, morir de éxito.
Rubén Uría / Eurosport
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