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Blog Uría: Tuoni e fulmini (*)

Rubén Uría

Actualizado 11/04/2017 a las 21:33 GMT

Sin intensidad, sin corazón y sin defensa, el Barça fue pasado a cuchillo por una Juve soberbia. Turín fue, otra vez, París. Dybala, la joya, crucial.

Neymar bites on his jersey during the Spanish league football match FC Barcelona vs Valencia CF at the Camp Nou stadium in Barcelona on March 19, 2017

Fuente de la imagen: AFP

Dicen los sabios que hay partidos que son como un despertador. El Barça se asomó al abismo en París, logró un remonte épico en la vuelta y prometió que no olvidaría poner el despertador en hora y que jamás de los jamases volvería a cometer una torpeza similar. Como el que olvida la historia está condenado a repetirla, el Barça salió en Italia con todos los síntomas del parisgate. Migraña en retaguardia, jaqueca en el centro del campo y apatía en vanguardia. En plena siesta de pijama y orinal, firmó quince minutos impropios. Al otro lado del ring, compacta, fiera y descarnada, la Juve. Allegri, que nunca hace honor a su apellido, recetó: tortilla de aspirinas para el Barça, jarabe de palo para Messi y dos paracetamoles para Neymar. Y en ataque, un plan: dos por uno contra Mathieu (Alves y Cuadrado al alimón), Dybala para resolver y Álex Sandro como secante del mejor de todos los tiempos. Resultado: gol de Dybala. Perezoso, el Barça quiso reaccionar en balde. Previsible y en modo tortuga, el equipo de Luis Enrique recibió el segundo puñetazo, otra vez con la rúbrica de Dybala, un canchero de centro de gravedad bajo. Con un pie en el barro y el corazón en un puño, el Barça se fue a vestuarios con la frente marchita. Sin Busquets, con Mathieu emparedado, con Mascherano sin soluciones y con Neymar extraviado, le cayó un rayo encima. Un rayo llamado Juve. Sin posesión, sin alardes y sin alegría, la Juve sacó oro negro de su repertorio: defensa de roble, centro del campo poderoso y contragolpe al espacio. Sin la pelota, actitud de roca. Con la pelota, determinación. La zaga del Barça era una sucursal de la fábrica de flanes Dhul. Dos a cero y Dybala, príncipe del potrero.
En el entretiempo, Luis Enrique retocó el dibujo. Dentro André Gomes, fuera Mathieu, descompuesto y sin aire. El enfermo no mejoró. Y pasó lo que tenía que pasar. Después de que Higuaín disparase con escopeta de corcho y perdonase el tercero, Chiellini no tuvo piedad. El central picó de cabeza en una pelota parada mientras Mascherano hacía la estatua. Intubado y en fase terminal, el Barça palideció. Se encomendó a Messi, lo de siempre, pero ya era demasiado tarde. Buffon, con dos manos enormes, frustró toda esperanza culé. Y Allegri, que no inventó la revolución ni es Pancho Villa, templó gaitas y retrasó líneas. La falange juventina se movió como un hombre solo: dos líneas muy juntas para cuidar la viña, el arte de la guerra en cada disputa y sangre en el ojo en cada cambio de orientación. Nadie mejor que la Juve, la vieja señora, en el asunto de conocer el oficio de las armas. Culpar a Lusi Enrique, Mathieu o Gomes será lo fácil. Lo difícil es señalar que Dybala destrozó al Barcelona cómo y cuando quiso. O decir que Álex Sandro, una bestia parda, ganó todos los duelos a Messi y Suárez. Repito, Messi y Suárez. O que Khedira, en modo panzer, devoró y trituró a Iniesta. O que Alves, tan criticado y denostado en Barcelona, sigue siendo un lateral magnífico, que se merendó, una y otra vez, a un Neymar más blando que un torrija de vino en Semana Santa.
El Barça, dormido en el primer acto e impotente en el segundo, claudicó. En el horizonte le queda apelar a otro remonte, a otra noche épica, a otra exhibición en el alambre. Está en el abismo. Esta noche, fue un juguete roto en manos de un equipo casi paramilitar, la Juve. Sí, un equipo, en toda la extensión de esa palabra, que dominó con un 34% de posesión. Sí, porque en fútbol, cuando tienes un plan, por sencillo que parezca, siempre es mejor que no tener un plan. El Barça olvidó la historia y se condenó a repetirla. Sin intensidad, sin corazón y entregado, el Barça se fue de Turín con una expresión marcada en la frente: Porca miseria. Conclusión: Tres a cero y Dybala, príncipe del potrero. Fue noche de tuoni e fulmini (*). De truenos y relampagos. Todos le cayeron, a la vez y con justicia poética, a un Barça sin alma, sin concentración y, lo más inexplicable, sin corazón.
Rubén Uría / Eurosport
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