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Blog Uría: Valencia CF: el relato y el respeto

Rubén Uría

Actualizado 26/06/2017 a las 17:22 GMT

El gran objetivo del Valencia CF pasa por reescribir su relato y su auténtica naturaleza. Gane o pierda, si pierde su imagen, lo perderá todo.

equipaciones valencia

Fuente de la imagen: Eurosport

Quien conoce la plaza sabe que el Valencia CF es un club histórico, grande de España (6 Ligas y 7 Copas) y también de Europa (para los desmemoriados: 2 Supercopas de Europa, 2 Copas de Ferias, 1 UEFA, 1 Recopa y dos finales de Champions). Tras dos temporadas donde ser valencianista ha convalidado con un curso CCC de sadomasoquismo, gracias a una gestión calamitosa en los despachos y un rendimiento mediocre en el césped, el club es un gigante dormido. Como el Atleti antes de Simeone, el Valencia lleva años instalado en un bucle de autodestrucción. Después de dos temporadas de naderías, la entidad se encuentra ante una encrucijada vital: necesita reescribir su propio relato. Cubierto el cupo de disparates, de guerras intestinas por el poder y de largas crisis, el Valencia ha cometido el peor error que un club grande que presume de serlo puede cometer: permitir que sean otros, los que no quieren precisamente al club, los que se hayan arrogado la capacidad de construir su relato y de propina, deformar su imagen. Una distorsionada, falaz y ponzoñosa. Esa que vindica al Valencia como un club antipático, caprichoso, que se cree más de lo que es, que vive al borde de la histeria colectiva y que tiene, de largo, la peor afición de España. Falso.
Hay mantras que, impulsados por parte de un periodismo interesado y adoptados como verdad absoluta por la mayoría de los aficionados, hacen un daño irreparable a clubes que, por no defender su realidad, permiten que otros repitan una mentira mil veces hasta convertirla en verdad. En pleno Siglo XXI, donde las cifras y los balances son públicos, aún hay quien sostiene aquello de que “el Atleti se queja del presupuesto pero se gasta mucho en fichajes”. La realidad es otra: el Atleti, rico en España y pobre en Europa, compra porque antes vende. Para saber que vende para poder fichar sólo hace falta saber sumar y tener ganas de hacerlo. El resto, pamplinas mediáticas y cotilleos de barra de bar. Algo así ocurre con la leyenda negra sobre la afición del Valencia. Esa que exige porque paga, que llena el campo siempre, en Segunda o en Champions, y que recibe a su equipo como si fuera una final de Copa cuando se juega no descender con futbolistas que han costado una fortuna. Para saber que la afición del Valencia no se levanta cada tarde para gritar “vete ya” al primer tipo que pasa por ahí, sólo hace falta saber leer o tener ganas de hacerlo. De los 16 últimos técnicos que se han sentado en ese banquillo, una silla eléctrica en los últimos tiempos, apenas 5 tuvieron la desdicha de escuchar el famoso “vete ya”, ese latiguillo que, en forma de abuso y befa, usan los que desprecian al Valencia sólo por no querer leer o informarse con rigor sobre el Valencia. Es algo común: en vez de leer, enfangar. En vez de documentarse, embarrar. Es gratis.
Después del caos, el Valencia CF está obligado a hacer un ejercicio de introspección y autocrítica, para dedicarse, en cuerpo y alma, a lo que esa camiseta exige: que no son títulos ni victorias, sino esfuerzo y orgullo de pertenencia. Alemany ha puesto orden en la casa y Marcelino llega para aportar sentido común. Nuevos cimientos para un club que, más allá de ganar o perder, o de acertar o no con los que se van (serán 8-9) y con los que se vienen (serán 5-6), necesita tener claro su gran objetivo: volver a construir su relato. Ya que en este país sobran azotadores profesionales de la causa ché, asumido y procesado que muchos aficionados tienen una imagen distorsionada de lo que pasa en esa provincia y ya que la mayor parte de los medios de comunicación insisten en faltar al respeto al Valencia gratis, la gran batalla del Valencia pasa por atreverse a reescribir su naturaleza. Más allá de competir, de jugar bien o mal, de alcanzar la Champions o volver a firmar una temporada nefasta, el Valencia tiene una prioridad. El deber de combatir cada intoxicación, cada leyenda negra, cada prejuicio y cada infundio con todas las virtudes que le adornan. Si el Valencia no sabe defenderse a sí mismo, resulta imposible que jamás pueda volver a ser lo que es: un club grande.
Antes de la llegada de Simeone, el Atleti era un club desnortado, casi circense, que no tenía el respeto de nadie porque no se respetaba a sí mismo. El Cholo llegó, cambió hasta las paredes de los vestuarios y ahora su Atleti ya no es el chiste fácil en la oficina, sino un equipo admirable, ganador y temible. Simeone lo logró liderando al equipo en cada mensaje, en cada charla, en cada entrevista, en cada conferencia de prensa. Enterró la pamema popular del “Pupas”. Fabricó su marca de identidad, demostró a los aficionados que el Atleti era un grande y obligó a parte del periodismo militante a respetar a un equipo que vendía menos que los tenedores oficiales del vecino. Hoy nadie se ríe del Atleti. Al contrario: le respetan porque está programado para cualquier guerra. A mucha gente no le gusta el Atleti del Cholo, pero todos le respetan. Hace años que el Valencia necesita un Simeone. Pero, sobre todas las cosas, necesita, como el comer, construir su propio relato. Recuperar su historia, valores e identidad. Si el VCF sigue dejando que otros deterioren su relato, si sigue consintiendo que otros pisoteen y deformen su imagen, lo perderá todo. No se trata de que a todos le guste el Valencia, sino de que le respeten. Si quiere respeto, se lo tendrá que ganar en cada partido, en cada rueda de prensa y cada mensaje institucional público. Si quieres que los que te faltan al respeto te lo tengan, empieza por respetarte a ti mismo.
Rubén Uría / Eurosport
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