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Blog Uría: Valverde y la duda

Rubén Uría

Actualizado 31/05/2017 a las 09:15 GMT

Nadie duda. Antes incluso de haber empezado a trabajar o de ser presentado, todo el mundo lanza una opinión exprés sobre el nuevo entrenador del Barça.

Ernesto Valverde | FC Barcelona

Fuente de la imagen: Twitter

Cruyff refundó el Fútbol Club Barcelona. A golpe de genialidad, de un carácter más fuerte que el vinagre y de un modelo discutido en su origen y aplaudido gracias a los resultados, Johan fue el padre del Barça moderno. Después del Flaco llegaron Bobby Robson, Van Gaal, Serra Ferrer, Rexach, otra vez Van Gaal, Antic, Rijkaard, Guardiola – que sublimó el modelo Cruyff-, Vilanova, Martino y Luis Enrique. Con mejores y peores jugadores y/o resultados, todos fueron más o menos flexibles con el modelo, pero siempre trataron de respetarlo. Ahora llega, como nuevo inquilino de un banquillo con más marcas que un mapa de carreteras, Ernesto Valverde. Su cometido, ganar y gustar. Su trabajo, un canto a la ingratitud: si gana, será cosa de los jugadores; si pierde, será cosa suya. Su reto, administrar bien el talento, tomar buenas decisiones y coleccionar victorias. Le han traído para devolver al club la hegemonía perdida este año en España y en Europa.
Dicen los que conocen a Valverde que no es un dictador, sino un gestor; que no impone, sino que propone; y que, cuando duda, siempre escoge lo que considera mejor para los jugadores. Dicen de él que no pretende dirigir absolutamente todo, pero que, llegada la ocasión, puede hacerlo sin dar la impresión de que ocupa el primer plano del escenario. Sabe qué le espera y dónde se mete. A Valverde se le ha etiquetado de mil formas y maneras: que si perfil bajo, que si estudioso, que si meticuloso, que si va sobrado de mano izquierda y que si es un hombre muy equilibrado. De sus palabras se infiere que sabe que la mejor defensa es un buen ataque. Y que no esconde que, en un equipo de virtuosos, nunca sobra un gregario que presione y tenga profundidad. Quizá todas esas prótesis y sospechas sobre la personalidad de Valverde, veraces o falaces, engordadas o menguadas, le hagan justicia. O quizá no. O quizá sean una percepción, no una realidad. Vivimos en una sociedad exprés, en una comunidad de juicios rápidos. Sólo así se entiende que, antes incluso de que haya comenzado a trabajar, antes siquiera de ser presentado, todo el mundo se haya lanzado a opinar sobre la personalidad, el método, las ideas y la gestión de Valverde. Como si opinar sobre él fuese obligatorio. Como si posicionarse, a favor o en contra, fuese lo que el público exige. Como si la demanda necesitase una oferta antes que el producto.
Valverde se enfrenta a su desafío profesional más importante: estará rodeado por muchas personas pero, en realidad, estará solo. Me habría encantado decirles que no tengo ninguna duda con Valverde, pero la verdad es que dudo. No tengo opinión formada, ni buena ni mala, ni un criterio real para saber si el Barça acertará o no con su fichaje. No sé si triunfará o no. No sé si jugará con defensa de tres o de cuatro. No sé si con él se ganarán más títulos o menos. No sé si gestionará bien los egos o se lo comerán por los pies. No tengo certezas. Y como no las tengo, cometeré el peor error que puede cometer un periodista hoy día: esperar a ver cómo trabaja para formarme una opinión más sólida sobre qué puede aportarle al equipo y al club. Uno, que cada día que pasa, duda más de los que nunca dudan, va a esperar a ver cómo es su trabajo. Y luego, después, cuando considere que ya puedo aportarles algo acerca de su figura, opinaré. Y seguramente, me equivocaré. No es demasiado valiente por mi parte, pero prefiero equivocarme con mis errores que con los de los demás.
Rubén Uría / Eurosport
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