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El post del postpartido, Qarabag-Atlético: Reflejos de un esperpento

Iván Castelló

Actualizado 18/10/2017 a las 18:58 GMT

El FK Qarabag, con su 0-0 en la tercera jornada de la Liga de Campeones en el Grupo C, entró por derecho propio en la historia del Atlético de Madrid. Como otros malos recuerdos continentales de nombre Boavista, Sion, Politécnica de Timisoara, OFI Creta, Astaná, Aris Salónica o Rubin Kazán.

El Atlético en Qarabag.

Fuente de la imagen: EFE

Esta vez fue un esforzado del desconocido fútbol de la Eurasia el que puntuó con diez frente al que era un gigante europeo sin honores finales, el Atleti. Porque no parece serlo ya. Que tres partidos y dos puntos son números si acaso de aspirante a jugar la Europa League.
Pero tampoco se puede hablar de sorpresa, de algo que no se estuviera cocinando en los fogones del día a día. Que esta nulidad ofensiva del equipo de Simeone viene del arranque de temporada y lo está empequeñeciendo partido a partido, la filosofía de la casa.
Fue el Atlético de Madrid en Azerbaiyán no una sombra sino un reflejo de su esperpento actual. Manda narices chuparse cinco horas y pico de avión, atravesar el cielo sin fronteras de hasta nueve países (España, Italia, Croacia, Bosnia, Serbia, Bulgaria, Rumanía, Georgia y Azerbaiyán) y ni siquiera ganar a un rival muy menor. Peor. Ni siquiera dar la sensación de poder ganar.
De un semifinalista de Champions como el Atleti, más dos recientes subcampeonatos (2014 y 2016), se esperaba no más, mucho más. Y exigido como estaba para vencer, tras la derrota contra el Chelsea y el mortificante 0-0 de Roma sin merecerlo. Así que es complicado asimilar un fracaso como el vivido en Bakú, que está más cerca de Irán que de Turquía, donde precisamente el fútbol no es un tesoro nacional (la selección de Azerbaiyán es la 115 del mundo, entre Turkmenistán y Filipinas).
Por personalizar, que en el fútbol también hay nombres propios y no solo conceptos, el naufragio fue doloroso y bien definido en unos cuantos, empezando por Simeone, que alguna vez tendrá que ser el culpable. Porque su sistema, con más agarraderas que una atracción de feria, sirve para preservar más que para inventar. Por ello, el gol está lejos de inicio.
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El jugador uruguayo del Atlético de Madrid José María Giménez (dcha) pelea por el control del balón con el jugador del Qarabag, Michel,

Fuente de la imagen: EFE

Y sigue por jugadores que no dan la talla. Como Gaitán, que no está para jugar al fútbol por Europa. Tampoco perdura el don para el gol de Griezmann, cada vez más solo arriba en compañía de lobos sin dientes como Gameiro o Fernando Torres, que ni están ni se les espera mientras llega Diego Costa. Thomas volvió a ser un sí pero no de esos que parecen gustarle a su técnico, Giménez combinó despejes y regalos y Carrasco, luego está Carrasco.
Que no parece feliz lo evidencia su rostro, siempre impenetrable. Que es de los mejores, lo sabe hasta él. Que ni corrió cuando fue sustituido por Correa, también lo decidió. Rebajó la fuerza del cariño que irradia. No, no encajó bien cuando tocaba vestirse de equipo para ganar, ganar y volver a ganar. Le pasará factura su displicencia.

Plomizo e impotente

Salvo el mano a mano de Carrasco y Griezmann en diez minutos (minutos 27 y 37), el Atlético fue plomizo e impotente, con una torrija bíblica y un Saúl muy retrasado, Gabi sin novedad en su frente y Vrsaljko sufriendo como un bellaco. El 0-0 fue incluso, en el cómputo global, hasta un resultado mejor. Que el Qarabag atacó alocadamente por oleadas.
“Creo en estos futbolistas. Yo estoy fuerte, estoy bien. Desde el momento en que renové sabía la responsabilidad que tenía”, dijo al final Simeone para añadirle sacarina de optimismo al amargo café azerí. A ver si el que mea colonia no es solo Guardiola.
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