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Torres

Miguel Ángel Méndez

Actualizado 09/04/2018 a las 20:19 GMT

Tres de junio de 2001. Carlos Belmonte. Allí empezó todo. Con aquel gol en Albacete, Fernando Torres comenzaba a escribir una página plagada de sentimientos, de buenas y no tan buenas y, sobre todo, de respeto, cariño y pasión por unos colores. Si, algo ya tan en desuso.

Fernando Torres (Atlético de Madrid)

Fuente de la imagen: EFE

Todo lo que pasó desde entonces hasta hoy, día en que ha confirmado su marcha cuando acabe el curso, es por todos conocido. Torres nunca se irá. Porque ni siquiera en Liverpool, en Londres o en Milán se fue. Porque es y será, y habrá a quién le pese, junto a Luis Aragonés, el jugador más querido en la historia centenaria del Atlético de Madrid. Y es cierto, no pudo (de momento, aún queda la Europa League) levantar un título, como si hizo con la Selección o con el Chelsea, pero es que hay cosas que solo se pueden entender desde el cariño, la entrega, la honradez, la devoción y el orgullo de pertenencia a un sentimiento y a un escudo. Y todo eso es Torres.
La historia de Torres en el Atleti es muy fácil de contar: en un club tan especial, donde el sentimiento es tan fuerte, tan arraigado, donde el aficionado mantuvo su lealtad en las buenas, y sobre todo en las malas, que estos regalen su cariño, de esa forma tan sincera, tan apasionada, lo dice todo, y además, explica sus palabras el día de su vuelta aquel domingo soleado de enero, en un Calderón abarrotado, cuando se preguntó en voz alta qué es lo que había hecho para que le quisieran tanto. Simplemente sentir lo mismo que todos aquellos que le idolatran. Ser uno de ellos. Y marcar goles. Muchos, tantos como para ser uno de los máximos goleadores en su historia. Aunque esto es, seguro, lo menos importante.
Por eso, gastar tiempo en señalar a aquellos que no han sido justos con él, aquellos que jamás le reconocieron un mérito, regalarle un segundo de gloria a los que desde el primer día le negaron su condición de futbolista ejemplar, sería tiempo perdido. Ellos mismo se retrataron. Los que idolatraron a quién aparece y se esconde, los celosos, los que envidian, los que regalan besos de Judas, que diría Sabina, a tanto y tanto farsante qué en años muy delicados, los más duros en la historia del Atleti, pasaron por ese club, son justamente los que contribuyeron a hacer aún más grande y meritoria la trayectoria de Fernando.
Ahora, solo queda seguir disfrutando. Donde vaya. A Estados Unidos, a China...porque allá donde él esté, seguirá estando un atlético. De los de toda la vida.
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