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Rugby 7

Blog De la Calle: La puerta de Tannhäuser

Fermín de la Calle

Actualizado 07/06/2017 a las 17:14 GMT

La actual gira de los Lions por Nueva Zelanda marca un punto de inflexión en la historia del rugby. Norte-Sur. Pasado-futuro. Rugby Expansivo-Rugby Territorial.

British and Irish Lions

Fuente de la imagen: Eurosport


  • "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir" (Blade Runner)
Hubo un tiempo en que irse de gira con los Lions era un plan perfecto para tomar un puñado de cervezas junto a viejos enemigos desafiando al mundo. Sin embargo, la actual gira de los British & Irish Lions por Nueva Zelanda pasa por ser el momento más trascendental de la historia del rugby. Un punto de inflexión que marcará el devenir de este deporte en los años venideros.
Presente y futuro se dan citan en esta cabriola espacio-temporal. La arrogancia inglesa, la estoicidad irlandesa, la tenacidad galesa y el escepticismo escocés se miran en el espejo del futuro descubriendo el paso inexorable del tiempo a través de sus arcaicos automatismos. Dirigidos, para más inri, por Warren Gatland, un neozelandés proclamado en su día gurú del rugby moderno al que se le ha caducado el discurso. Un arsenal descorazonador con el que plantarse ante la puerta de Tannhäuser, donde están viendo cosas que no creeríamos…
Europa campa por la segunda glaciación oval, en la que tras digerir a regañadientes el paso del amateurismo a la profesionalidad del rugby moderno trata de implementar el llamado ‘Rugby Expansivo’. Lo hace hipertrofiando a sus jugadores deslumbrada por la exuberancia física de maoríes. Nadie paga el kilo de músculo polinesio mejor que los magnates del Top 14. En Nueva Zelanda, sin embargo, los All Blacks y las franquicias regionales del Súper XV ya habitan el siguiente estadio de la evolución oval: el Rugby 4.0 que orgánicamente podría denominarse ‘Rugby Invasivo’. También bautizado por Raúl 'Aspirina' Pérez, entrenador de los Jaguares, como ‘Rugby Territorial’.
El modus operandi es sencillo. Te llevan a tu campo en situaciones de máxima presión y a partir de tu error o tu pérdida de territorio comienzan a generar la diferencia. Generan un entorno con esas premisas para luego desplegar una toma de decisiones quirúrgica que ejecutan de forma intachable gracias a sus excelsos fundamentos, lo que les permite rentabilizar cualquier situación de ventaja, por muy pequeña que sea. Toma de decisiones y ejecución.
Hay detalles en la peculiar concepción del rugby de los neozelandeses que delatan ese gen dinámico en su idiosincracia. Los niños kiwis recitan la letanía del XV nombrando de igual forma al apertura (first 5/8) y al primer centro (second 5/8). Detrás de esa vieja liturgia se esconde una visión pragmática del rugby que, a diferencia de los europeos, relativiza el componente físico apostando por la continuidad, el talento y la evasión.
Mientras el Top 14 resolvía el pasado fin de semana a golpes la final de un torneo decrépito colapsado por la testosterona, en Nueva Zelanda los Blues han tumbado hace unas horas a los Lions gracias a su sentido del offload y la continuidad. Europa idolatra a superhéroes con reminiscencias de Lomu como Waisake Naholo o Julian Savea, pero los arquitectos de la evolución del rugby neozelandés son trescuartistas que pasarían inadvertidos paseando por Picadilly Circus como Beauden Barrett, Ben Smith, Conrad Smith, Israel Dagg o Damian McKenzie. Una estirpe de jugadores inteligentes que se ha visto favorecida por planes de juego como el Snaking de Graham Henry o el vigente Rugby Sapiens de Steve Hansen. Los mejores lectores de juego del mundo y los mejores ejecutores del planeta al servicio de unos finalizadores (último eslabón de la cadena) que obnubilan al norte. (Mención aparte merece Sonny Bill Williams un superhéroe cuyo poder es el offload).
La génesis de esta idea orgánica de juego gravita sobre el núcleo duro del staff de los All Blacks: Henry, Hansen, Wayne Smith, Darren Shand, Gilbert Enoka, Brian Lochore, … Ellos decidieron trabajar las destrezas individuales y ‘educar’ la cabeza de los jugadores con el mismo ahínco que su potencial físico. Ellos han convertido Nueva Zelanda en la Atlántida del rugby. En realidad, todo se reduce a una pregunta, el más viejo dilema de este litúrgico deporte: ¿el rugby es un deporte de contacto o de evasión? Depende del lado de la puerta de Tannhäuser desde el que se responda…
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