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Por qué Serena Williams es única

Laurent Vergne

Actualizado 05/02/2021 a las 08:03 GMT

"De hecho, soy única". En 2008, en una entrevista con ‘CNN’, Serena Williams se definió así. Podríamos verlo como una forma de arrogancia. Era sólo lucidez, no falsa modestia fuera de lugar. Como cuando proclamó, en la misma entrevista: "Estoy convencida de ser la mejor y mi única contrincante".

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Tiene razón. Es única. Eso era 2008, pero tal vez hoy incluso más. Su juego, en el panorama del tenis femenino. Su recorrido. Su longevidad. Su figura. Nunca hubo una Serena Williams y nunca habrá otra igual.
¿Es la mejor jugadora de la historia del tenis femenino? ¿La campeona más grande? Este debate será interminable y tan agotador como el que intenta separar a Federer, Nadal y Djokovic pretendiendo poner racionalidad en un debate que no lo es. Depende de cada uno, por tanto, juzgar según su sensibilidad, sus gustos y, más aún, su criterio.
Serena Williams ha tropezado durante cuatro años en el escalón 24 del Grand Slam, el del récord de victorias, que aún ostenta Margaret Court. ¿Es más grande que Martina Navratilova y Chris Evert, quienes posiblemente llevaron el tenis femenino a la cima de su popularidad? ¿Que Steffi Graf? ¿Que Billie Jean King? Cualquiera puede opinar, nadie puede pretender poseer la verdad. Serena, como las otras reinas mencionadas anteriormente, tiene sus argumentos. Pero lo esencial está en otra parte.
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Estrictamente hablando de tenis, fue una revolución. La primera vez que supimos de ella fue a través de su hermana Venus, 15 meses mayor que ella. Con menos de 16 años, Venus estaba emergiendo en el circuito. Iba a ser fuerte, muy fuerte, era obvio. Pero Venus también había advertido: "Mi hermana pequeña, Serena, que pronto llegará al circuito, es incluso mejor que yo". No mentía.
Serena aún no tenía 18 años cuando ganó su primer título de Grand Slam en el US Open, en 1999. En la final, contra Martina Hingis, con un juego de un maravilloso clasicismo dejó su impresión, era una obviedad: el tenis del siglo XXI había llegado. No era cuestión de gustos. No fue ni mejor ni peor. Era algo más. Era Serena. Dos décadas después, en términos de poderío, todavía nadie la ha alcanzado. Esto muestra lo adelantada que estaba a su tiempo.
La pequeña de las Williams ganó un Grand Slam siendo una adolescente. Ganó otro, el último, cuando apenas comenzaba su embarazo. De joven, a madre de familia, hemos visto crecer a la adolescente, evolucionar a la mujer y envejecer a la campeona. ¿Lo más impresionante? Su pasión está intacta a medida que se acerca a los cuarenta. Por el juego y por la competición.
Cuando las hermanas Williams cayeron como dos tornados en el WTA Tour, trajeron una frescura verdadera, pero muchos pensaban que no durarían. Demasiado comciales. Demasiado "programadas" por su padre, Richard, obsesionado por el éxito de sus hijas y ansioso por verlas llegar a lo más alto. Era su sueño, se pensaba, más que el de ellas. A los 40 y 39 años (la menor tenía 14 en su primer partido en el circuito profesional), siguen ahí. Es un eufemismo decir que las predicciones estaban equivocadas. En Serena, enterrada tantas veces, a menudo se equivocaban.
Si solo fuera la inmensa campeona cuya importancia nadie puede disputar, Serena Williams ya ocuparía un lugar eterno en su generación. Pero no es solo eso. Es un personaje, una estrella, que ha trascendido en gran medida su deporte. Más que una lista de premios, es una historia. La de un niña de Compton, ciudad de los suburbios del sur de Los Ángeles, ruinosa, pobre y peligrosa que fue bautizada a finales de los años 80 como "la capital americana del crimen". Fue allí donde golpeó una pelota por primera vez a la edad de cuatro años, en un terreno indigno.
Para apartar a su familia de este entorno, Richard Williams llevó a su familia a Florida. Tras la pobreza, Serena descubrió el racismo. Papa Williams sacó del circuito juvenil oficial a sus hijas para protegerlas de los insultos. Más que rabia o amargura, mantendrá el gusto por la pela, una voluntad fenomenal y unas convicciones que la harán boicotear durante 15 años el torneo de Indian Wells donde se sintió víctima del racismo.
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"Sí soy diferente es porque mi vida fue difícil, especialmente al principio", dijo en 2008. Incluso con fama y fortuna, su vida no siempre fue un lecho de rosas. En un cuarto de siglo de su carrera, ha experimentado múltiples problemas de salud, algunos de los cuales eran muy graves hasta el punto de que se creía que se había perdido para el deporte de alto nivel en 2011 después de una embolia pulmonar y algunos problemas personales, como el asesinato de su hermana Yetunde, en 2003. Ha conocido lo más bajo, pero siempre se ha levantado.
Puede molestar. Puede equivocarse, incluso, en una cancha. No es una santa. No busques su halo. Sigue su aura. La que le permitió establecerse como imprescindible y blandir con verdadera autoridad y cierto orgullo su historia, su sonrisa, su color de piel, su apariencia, su cuerpo y, por supuesto, su juego. Mujer poderosa desde el detalle más inocuo hasta la más fuerte de sus posiciones, un símbolo de su tiempo.
Trailblazers’, una serie de 10 capítulos con las historias de los atletas que han traspasado las barreras del deporte inspirando cambios en la sociedad, comienza este viernes 5 de febrero con un especial de Serena Williams que estará disponible en Eurosport.es y Eurosport APP.
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