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Historias Eurosport: El Match del Siglo; Borís Spasski vs Bobby Fischer

Enrique Sánchez

Publicado 10/11/2018 a las 02:51 GMT

El 1 de septiembre de 1972 el estadounidense Robert James Fischer, conocido como Bobby Fischer, se proclamó campeón del mundo de ajedrez tras derrotar al soviético Borís Spasski por 12½ a 8½ en una final que pasó a la historia como El Match del Siglo. Una partida excepcional que dio la vuelta al planeta por su infinidad de connotaciones extradeportivas, ligadas a la Guerra Fría.

Bobby Fischer vs Borís Spasski, Match del Siglo 1972

Fuente de la imagen: Getty Images

Difícilmente el ajedrez encontrará un enfrentamiento igual. El Match del Siglo entre Spasski y Fischer disputado en Reikiavik (Islandia) aglutinó todos los ingredientes posibles para que jamás sea borrado, no solo de su propia historia, sino de la historia del deporte en general. Quizás el principal sea la facilidad para asociar el choque como un capítulo más de la Guerra Fría.
Si se piensa en el ajedrez como un simple de juego de mesa, no se puede estar más acertado y más equivocado al mismo tiempo. La facilidad para aprender el funcionamiento básico y su accesibilidad para jugarlo en cualquier momento aparentan una sencillez que torna en complejidad cuando pasa a ser más, un deporte.

El ajedrez, un juego sin fin

Sus 16 piezas y 64 casillas encierran un número cuasi infinito de posibilidades que resultan inalcanzables de calcular una vez comienzan a moverse las diferentes figuras por los escaques. Es ahí cuando el intelecto funciona a pleno rendimiento y agota el músculo más humano, la mente. Es por tanto el ajedrez una forma de poner a prueba la inteligencia. Algo a lo que la Unión Soviética dio la vuelta para intentar constatar su superioridad moral en la lucha contra Estados Unidos.
Desde 1886 el ajedrez cuenta oficialmente con un campeonato del mundo. Entre sus primeros campeones se encuentran nombres como Wilhelm Steinitz (austríaco), Emanuel Lasker (alemán), José Capablanca (cubano), Alexander Alekhine y Max Euwe (holandés). A partir de 1948 sus campeones pasaron a ser exclusivamente soviéticos. Aunque anteriormente ya habían poseído un campeón, Alekhine (ruso), su reinado no obtiene el mismo reconocimiento al haber cambiado su nacionalidad por la francesa.

El dominio soviético y la Guerra Fría

Tras la Segunda Guerra Mundial el enfrentamiento entre las dos superpotencias (EE.UU. y URSS) marcó el resto de siglo XX. Sin ninguna guerra directa, lucharon siempre apoyando bloques opuestos en todos los escenarios posibles. El choque capitalismo vs comunismo definió el periodo conocido como la Guerra Fría.
Desde 1948 hasta 1972 la URSS acumuló cinco campeones que ganaron hasta diez campeonatos mundiales: Botvínnik, Smyslov, Tal, Petrosian y Spasski. Su dominio era más que evidente. Contaba con los mejores jugadores del mundo (Grandes Maestros) y las fases finales estaban repletas de soviéticos con buenos, pero escasos, jugadores occidentales. El ajedrez no era un deporte popular.
En la Unión Soviética, sin embargo, sucedía justo al revés que en el resto del mundo, era deporte de estado. Fomentado y premiado como tal, sus jugadores eran profesionales con sueldo. En 1924 se fundó la Sección de Ajedrez de la Unión, bajo la dirección del Consejo Supremo de Educación Física. Si un año antes había unos mil jugadores registrados, en 1929 ya eran ciento cuenta mil, en 1951 un millón y al final de esa década casi dos millones.*
En Estados Unidos la situación era completamente opuesta. El juego no tenía popularidad, era practicado en clubes y asociaciones de aficionados siempre con aires de amateurismo. Contaban con excelentes jugadores, pero ninguno de ellos había llegado al nivel de los soviéticos, en parte porque para la mayoría era un hobby al que no podían dedicar el tiempo real de estudio, preparación y juego necesario para alcanzar la grandeza, como criticó el propio Fischer en alguna ocasión.
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Bobby Fischer

Fuente de la imagen: Imago

Bobby Fischer, un genio precoz

Hasta que apareció Bobby. El camino hasta su coronación, a los 29 años, fue largo y tendido. Había sido un genio precoz. Aprendió a jugar a los 6 años con un ajedrez que le regaló su hermana Joan. Desde entonces no se despegó del tablero. Se obsesionó con las 64 casillas y tras el consejo de un periodista su madre le llevó al Club de Ajedrez de Brooklyn donde ingresó con 8 años. A partir de 1954-55 comenzó su auténtica explosión (11 años), en poco tiempo pasó a enfrentarse a rivales de mayor entidad y tuvo acceso a literatura y revistas de ajedrez. Algo que se convirtió en clave para su crecimiento como jugador.
En 1956 ganó el campeonato juvenil de Estados Unidos y a finales del año siguiente, cuando él tenía 14 años, disputó y ganó (terminó en enero del 58) el campeonato (absoluto) de Estados Unidos, el cual ganaría un total de ocho veces. Su juego ya sonaba en revistas y era reconocido como niño prodigio en un país que ama las historias de superación. Un chico hecho a sí mismo, que dejó el colegio a los 16 años y vivía solo desde los 17 (su madre le dejó en el piso de Brooklyn donde residían).
Nadie supo nunca que pasaba por la atormentada cabeza de Bobby Fischer. Un tipo reservado y tranquilo con gustos normales (Coca-Cola y Rock and roll) que pasaba la gran parte de su vida jugando al ajedrez y estudiándolo. Atormentada porque su aparente calma podía transformarse en paranoia con mucha facilidad.

El largo camimo a Reikiavik

El Match del Siglo que le llevó a ser campeón del mundo comenzó el 11 de julio de 1972. La partida estaba acordada para días antes y en numerosas ocasiones la personalidad de Bobby estuvo muy cerca de echar todo a perder. Mientras el equipo soviético llegó a Islandia sin problemas, Fischer aumentó a última hora sus exigencias económicas. Era una constante en su carrera. Siempre pedía más dinero a los organizadores de los torneos y en más de una ocasión se negó a jugar si no se cumplían sus exigencias. Él se defendía en entrevistas diciendo que solo había abandonado dos veces por este motivo. Lo cual no quitaba que su carácter y peticiones le hubiesen convertido en una figura mundialmente famosa. Consiguió en general que el ajedrez se valorase mejor económicamente y sus demandas sobre iluminación o ruido son algo completamente normal y razonable hoy en día para jugar al más alto nivel, donde las partidas se muchas horas requieren las mejores condiciones para los jugadores.
Valoraba a los jugadores soviéticos como nadie, los admiraba. Ello no conllevó que en su segundo intento de acercamiento al título mundial, cuando disputó el torneo de Candidatos de Curaçao 1962 (que enfrentaba a los mejores del mundo en un todos contra todos y que daba al ganador derecho a retar al vigente campeón) terminase explotando en su contra. Publicó un artículo en ‘Sports Illustrated’ poco después donde acusaba a los soviéticos de hacer trampas y compincharse para dejar en tablas muchas partidas, lo cual les hacía sumar más puntos entre ellos y asegurarse un aspirante de la URSS que lucharía contra el campeón, también de la URSS, y así el título quedaría siempre en sus manos.
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Borís Spasski vs Bobby Fischer, Olimpiadas de Ajedrez de 1970

Fuente de la imagen: Imago

Sus acusaciones, difíciles de demostrar, eran totalmente creíbles viendo la manera y la rapidez con las que se resolvían ciertas partidas entre soviéticos. Su protesta supuso un cambio de cara al siguiente ciclo por el título, en el que los candidatos se mediría en cruces directos. La Federación Internacional había admitido su razonamiento, pero Bobby había dejado de jugar oficialmente. Su inexperiencia le dejó sin posibilidad de luchar por la corona en 1959 y 1962. No se presentó al siguiente ciclo y pasó varios años sin jugar torneos oficiales. En 1967 en el torneo Interzonal (previo al Candidatos) de Sousse (Túnez) abandonó cuando iba primero por diversas disputas con la organización debido a sus exigencias. Y a 1972 llegó por la insistencia de su federación. No podía jugar el Interzonal de Mallorca en 1970, al no haber jugado el campeonato de Estados Unidos, pero un compatriota, Pal Benko, renunció a su plaza y se la cedió.
En la isla balear comenzó un idilio de Fischer con el juego que duró hasta que se convirtió en campeón del mundo. Fue primero en el torneo y en las eliminatorias posteriores derrotó a tres Grandes Maestros: Mark Tamainov, 6-0 (soviético), Bent Larsen, 6-0 (danés) y Tigran Petrosian, 6½-2½ (soviético y excampeón del mundo).
El mundo creía en la posibilidad de que Bobby venciera a Spasski, más por el guión de película que ello suponía para los medios que por conocimiento. Y en el mundo del ajedrez también comenzaba a creerse que el norteamericano tenía opciones reales.

Borís Spasski, un caballero del ajedrez

Al otro lado del tablero el campeón Borís Spasski tenía que defender el título. El malo de la película para todo occidente era un hombre que conocido el sufrimiento y la miseria de primera mano en su infancia. Nacido en Leningrado en 1937, aunque se marchó pronto, a los 4 años a las cercanías de Moscú huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Regresó a su ciudad natal en 1946, ya había aprendido a jugar, con sus padres separados y afortunadamente su talento le sirvió para salir de la pobreza. Con once años, en 1948 ya contaba con un sueldo debido a sus capacidades en el ajedrez. A finales de los años 50 pasó por su gran crisis como jugador tras años de ascenso. Un cambio de entrenador y de familia (se divorció a principios de los 60 y se volvió a casar en 1966) supusieron su renacer en todos los sentidos, concluyendo con su triunfo mundial ante Petrosian en 1969. Fue subcampeón en el 66.

El Match del Siglo, 1972

Hay dos nombres señalados en la historia como agentes que intervinieron positivamente para que Bobby Fischer se presentase en Reikiavik tras su primer desplante a principios de julio. Henry Kissinger, consejero de Seguridad Nacional estadounidense llamó a su compatriota cuando este se negaba a volar a Islandia. Le dijo, “de peor jugador del mundo de ajedrez a mejor jugador”, que le deseaba ver ganar a Spasski representado a su país. Por otro lado, un empresario británico, Jim Slater, dobló la cantidad del premio, añadiendo otros 125.000 dólares más al total, lo que supuso el otro empujón definitivo para subir al avión a Fischer.
Muchas ciudades habían realizado ofertas cuantiosas para acoger la partida. Reikiavik estaba entre las mejores. Pese a que Bobby prefería jugar en Belgrado y en un principio la partida iba a jugarse entre ambas ciudades las negociaciones se alargaron por diversas peticiones de ambos bandos y finalmente la tierra vikinga acogería el match.
Spasski era un auténtico caballero al tablero. Querían enfrentarse a Fischer y ganarle en las 64 casillas. Al contrario que toda la maquinaria burocrática de la URSS que no estaba dispuesta a consentir tales comportamientos ante el vigente, Borís siempre rebajaba la importancia de los desplantes con tal de jugar. No fue muy consciente del aplastamiento psicológico que el norteamericano estaba montando en su contra. La primera partida pues se disputó el 11 de julio del 72 y en ella resultó vencedor el soviético. Aparentemente igualada, un error de Bobby, obvio para la mayoría de analistas aunque muy revisado y opinable en la historia del juego, acabó con sus opciones y terminó capitulando.
Fischer ya había montado su primer circo en una partida que había durado dos días. Alegaba que le molestaban los ruidos de las cámaras. Exigió que se dejase de filmar la final. El productor Chester Fox, que poseía los derechos televisivos, no quería perder su negocio y las normas fijadas previamente permitían las grabación. Bobby no apareció en la segunda partida al no cumplirse su demanda. 2-0 para Spasski. Entre la segunda y la tercera partida fue, junto con la previa, el momento más delicado donde todo pudo perderse.
Las recriminaciones, citaciones de las reglas y peticiones no cesaban. Fischer tenía hasta un billete comprado para regresar a Estados Unidos. La situación se recondujo y la caballerosidad de Spasski, que aceptó jugar en una sala sin público ni cámaras (aunque sí hubo una sin operador de un circuito cerrado de tv), fue lo que posibilitó la continuación y también lo que supuso su derrota.

La primera victoria de Fischer ante Spasski

Bobby Fischer, ganó su primer partida del match en aquel tercer envite. Era además la primera vez que gana a Spasski en su vida, con quien había perdido en varias ocasiones y solo había conseguido un par de tablas como mejor resultado. En la salita solo se disputó ese tercer choque ya que en esta ocasión fue el soviético quien se quejó y consiguió que todo regresase al escenario principal del pabellón Laugardalshöll. Las que no regresaron fueron las cámaras. El árbitro alemán Lothar Schmid no permitió su entrada para acabar con más problemas. Hubo un nuevo intento de grabar y subrepticiamente, sin permisos explícitos se grabó en la sexta partida, pero al enterarse Fischer tras la misma se acabó el rodar más imágenes del encuentro.
Esa misma sexta partida, hubo tablas en la cuarta y Bobby venció en la quinta, fue precisamente una de las más famosas del Match. Todo el público y hasta el propio Spasski terminaron en pie ovacionando a Fischer después de la exquisita lección de ajedrez que procuró. Fue el clímax que eligió, muy acertadamente pese a otros errores históricos en la narración, la película ‘El caso Fischer (2014)’.
Spasski solo fue capaz de recuperarse posteriormente, tras haber sido desmoralizado completamente por el juego desplegado por Bobby y todas las artimañas que le habían mermado psicológicamente cediendo cualquier ventaja de vigente campeón, varias partidas más tarde. Ganó la únicamente la undécima tras haber vendido en la primera y haberse llevado otro punto en la segunda.
Para los no conocedores del funcionamiento del juego, una partida ganada otorga un punto y las tablas lo reparten en medio para cada jugador. En aquel momento el mundial se jugaba a 24 partidas y el ganador era el primero en alcanzar doce puntos. El empate es algo muy común en cierto niveles y las victorias son realmente difíciles de conseguir con lo que tienen un mérito aún mayor.
Como si se hubiese estado preparando toda la vida para ese encuentro, Bobby Fischer desplegó un juego que ya se había visto en su ajedrez y que le había llevado hasta él, pero mejorado más si cabe. Los análisis posteriores lo califican de adelantado a su tiempo en al menos una década, siendo tan perfecto y coral como los desplegados por Karpov y Kasparov años después, cuando el ajedrez ya había evolucionado enormemente por el aumento de su estudio y preparación previa.
El norteamericano utilizó en Islandia algunas aperturas que nunca había usado en partidas oficiales y aumentaron el desconcierto de Spasski. Agotado y a dos tablas de perder, el soviético renunció por teléfono el 1 de septiembre en la vigésimo primera partida, que había comenzado un día antes y había sido aplazada para su continuación, antes de reanudarse produjo la llamada que proclamó ganador a Bobby Fischer.

¿Una victoria simbólica en la Guerra Fría?

Pese a que la mayoría de ‘artículos’ de análisis superficial sobre el Match del Siglo concuerdan en ello. El relato de los hechos que coloca el Spasski-Fischer como una confrontación en una época de distensión debe ser relativizado. El libro centrado en dicho enfrentamiento lo explica a la perfección.*
Dentro de toda su grandez ajedrecística y la grandilocuencia del relato creado por los medios. Ninguno de los bandos querían realmente provocar un choque por la partida. Si bien en la Unión Soviética la importancia de retener el título era mayúscula perderlo no supuso un drama catastrófico más allá del propio ajedrez, que renació poco después para volver a ser dominador durante décadas. Estados Unidos implicó a una figura tan importante como Henry Kissinger, que excepcionalmente levantó un teléfono, pero no fue más allá. Ni siquiera llegó a ser una preocupación del presidente en aquel entonces, Richard Nixon.
Tampoco los protagonistas, una vez más exagerados por el relato periodístico, eran los dos representantes idóneos de sus respectivas culturas. Spasski no era comunista y lo reconoció con mucho orgullo posteriormente, pues emigró a Francia y así quedo patente en entrevistas y documentales.
Fischer murió en 2008 en Islandia tras varios años exiliado por jugar en Yugoslovia con Spasski una reedición del Match en 1992, cuando Estados Unidos tenía un bloqueo en el país por la guerra. No podía ser un representante fiel de su país. Pues pese a pasar por tal en diversos aspectos o momentos de su carrera, no volvió a jugar al ajedrez tras ser campeón y perdió el título por incomparecencia en 1975 ante Karpov, quiso cambiar la reglas de la final y la Federación Internacional no aceptó. Muchos vieron en sus desplantes y mala conducta una figura que no podía representar a Norteamérica y los medios acabaron por no aceptar una figura que habían encumbrado en exceso por el sueño de tener un campeón.
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Borís Spasski vs Bobby Fischer, reedición del Match del Siglo en 1992

Fuente de la imagen: Imago

*'Bobby Fischer se fue a la guerra', David Edmonds y John Eidinow, Debate, 2006
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