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Grandes Relatos Eurosport: 8.531 días después de Bob Beamon

Fermín de la Calle

Publicado 05/10/2019 a las 07:29 GMT

Aquel 30 de agosto de 1991 había una atmósfera eléctrica en Tokyo tras el paso de un tifón por la ciudad en las horas previas. Lewis y Powell se vigilaban desde la distancia. Mike sabía que tenía el récord del mundo en sus piernas, pero su bagaje contra Lewis era descorazonador: cero triunfos y 15 derrotas.

Mike Powell

Fuente de la imagen: Eurosport

De aquel 30 de agosto de 1991 Powell siempre ha recordado el clima eléctrico que reinaba en la tarde de Tokio: "Hubo un tifón en la ciudad en las horas previas. Así que la electricidad de la atmósfera era algo más que figurada. Era real. Se respiraba la electricidad en el aire". El estadounidense llegaba a la final olímpica inquieto. Le embargaba una extraña sensación que le hacía pensar que tenía en sus piernas el récord del mundo, pero también sospechaba que aún pasando eso, Carl Lewis era más complicado de batir que el propio registro de Beamon.
Powell aterrizó en Tokio con un récord de 0-15 contra Lewis. Pero el instinto le decía que aquel 30 de agosto de 1991 sería el día D. Una prueba de ello es que después de entrenar en un gimnasio de la ciudad le pidieron un autógrafo. El saltador firmó y anotó bajo la rúbrica: "Mike Powell, marca personal 8.66". Para después añadir una nota premonitoria: "¿Campeonato mundial de 1991 8.95?".
Habían transcurrido 8.351 días desde el 18 octubre de 1968. 23 años de aquel salto celestial de Beamon en México que tardaron casi media hora en hacer oficial. Beamon no terminó de entender en un primer momento cuánto había saltado, hasta que minutos después su compañero Ralph Boston le confirmó el icónico registro: 29 pies y dos pulgadas y media. Tanto como ocho metros y 90 centímetros. Una distancia que nunca más llegó a rondar, porque Beamon no volvió a brinca por encima de los 27 pies. Pero aquella noche méxicana, "el resto parecíamos niños saltando", recordó el hombre que perdió el record del mundo, el soviético Igor Ter-Ovanesyan.
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Powell vuela en su quinto salto.

Fuente de la imagen: Eurosport

Lewis llegaba exultante a la final de longitud después de haber batido el récord de los 100 para colgarse el oro parando el crono en 9.86. Y a sumó las buenas sensaciones en la calificación, que pasó primero con suficiencia, lo que le llevó a advertir al legendario Tom Tellez, su entrenador: "Quiero colgarme el oro batiendo el récord de Beamon y no volver a saltar". La confianza del hijo del viento era infinita.
La tarde de la final Powell parecía un león enjaulado. Paseaba por el estadio tenso intentando repetir sus rutinas de concentración antes de iniciar el concurso. Y esa tensión se le notó en el primer salto, un pésimo que no llegó ni a los 26 pies. Carl Lewis saltó cuatro turnos después confirmando sus altísimas expectativas en el primer salto: 8.68. Se colocó primero y casi sentenció la competición. Powell se aisló y se centró en su segundo intento, en el que voló aterrizando a 8.54 metros, lo que le colocaba inmediatamente detrás de Lewis.
Sin embargo, el de Santa Mónica asestaba un golpe definitivo a la final cuando en su tercer intento lograba el salto más largo de su carrera hasta ese momento. Con un viento superior a lo permitido, los dos metros por segundo. Pero era un registro que prácticamente hacía imposible que sus rivales le quitasen el título olímpico: 8.83. Todo eran malas noticias para un Powell que pareció descomponerse ante Lewis cometiendo un nulo en su tercer salto. Era el turno de Carl, que estaba en estado de gracia, como demostró en su siguiente tentativa: 8.91. Batía el registro de Beamon, pero lo hacía sin la complicidad de un viento que le empujó más allá de la mítica marca con viento ilegal.
Pasaban seis minutos de la siete de la tarde cuando Powell, destacado jugador de baloncesto en su niñez como Beamon, enfiló el pasillo de salto en su quinta tentativa. Al fondo Lewis observaba con atención. Mike voló sobre México alargando su salto hasta los 8.95 en un momento en el que el viento había dado una tregua a los saltadores. Bombazo en la final. Récord del mundo, la medalla de oro colgada de su cuello y la posibilidad de batir a Lewis por primera vez en su carrera. El hijo del viento tenía aún una oportunidad de vengarse, con su sexto salto.
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El podio de México con Myrics tercero, Powell y al fondo Lewis.

Fuente de la imagen: Eurosport

Según la estadística oficial de la final olímpica, pasaron 331 segundos desde el salto histórico de Powell hasta que volvió a saltar Lewis. Carl despegó, brazeó en el aire tratando de sostenerse, pero cayó antes de los 29 pies. Powell lo había logrado. Mike estalló de alegría y salió corriendo para abrazarse a la primera persona que se encontró en su alocada carrera, un juez de faltas de la organización. Las estadísticas señalan que Powell dio 26 zancadas en una carrera de poco más de seis segundos antes de batir con un viento insignificante de 0.3 a favor. Lejos, a un mundo, se clasificaba tercero otro estadounidense, Larry Myricks, el tercer hombre que junto a Beamon y Lewis tenían una marca más larga que Powell antes de la final. El bronce se pagó a 8.42 centímetros.
Beamon contó a Sport Ilustrated que fue Ron Freeman, su compañero del equipo olímpico en México, quien le despertó en la madrugada para comunicarle telefónicamente que Powell había batido su histórica marca. Aquella mañana Beamon se quitó un peso de encima. 23 años de un récord que se comparó con la llegada del hombre a la luna, que se produjo nueve meses después de aquel vuelo sin motor de Beamom. Hoy Powell espera esa llamada que le despierte porque otro saltador ha dejado atrás aquel salto que se acerca ya a los 30 años de regencia.
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