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Blog Basket: Baloncestos

Fernando Ruiz

Actualizado 19/02/2017 a las 09:32 GMT

Siempre que coinciden en el calendario la Copa del Rey de baloncesto en España y el All Star Weekend de la NBA se hace inevitable establecer comparaciones.

Luca Doncic (Real Madrid)

Fuente de la imagen: EFE

No se trata de estigmatizar, ni a los unos ni a los otros. Allá cada uno con sus gustos, estaría bueno. Es obvio que la mejor competición de baloncesto del mundo está al otro lado del charco. Nos llevan años luz en organización, concepción del espectáculo, trato a los aficionados, marketing, pabellones (producción televisiva) ritmo de juego y posibilidades económicas de las franquicias.
Cada año, un fin de semana largo del mes de febrero, se hace patente la diferenciación de un evento en el que solo vale ganar, la Copa ACB, con otro en el que solo vale disfrutar, el All Star Weekend. Evidentemente también disfrutamos con la Copa. Y si le preguntas a Lebron James o a Stephen Curry, ambos te dirán que quieren la victoria en el partido Este contra Oeste. Pero más allá del ajuste fino, la cultura ganadora europea, diría que más acrecentada aun en España que en otros países de nuestro entorno, es muy diferente de la cultura del espectáculo que uno palpa en cualquier evento organizado en suelo estadounidense. Aquí somos de los que ganan. Y los que no ganan, casi ni existen. Basta solo preguntar a los deportistas que fueron diploma olímpico en Río 2016 para verificar su ostracismo. Los americanos, sin embargo, son de los que ganan, sí, pero son sobre todo de los que dan espectáculo.
También es reseñable, a este lado del charco, la tremenda capacidad de obstaculizar el disfrute de un espectáculo, aunque éste haya sido sublime. El jueves, en el partidazo que enfrentó al Morabanc Andorra y Real Madrid, todo quedó en anécdota con el famoso campo atrás de Sergio Llull. Comprensible, especialmente si eres aficionado del equipo andorrano. Cuesta mucho montar un equipo modesto, que sea capaz de competir contra los todopoderosos. Y cuando acaricias la gloria, una decisión postrera te deja con opciones de ser el próximo elegido para protagonizar un spot de una conocida compañía de seguros: “¿Por qué a mí?”.
El partidazo, pues, pasó a mejor vida. Ayer en las semifinales, asistimos a otro espectáculo grandioso. El Baskonia – Real Madrid fue un partido para la historia, uno de esos duelos que justifican una temporada. Un equipo de leyenda, el Real Madrid de Pablo Laso, frente a una escuadra que pese a reinventarse cada año, es capaz de llegar en el mercado a sitios donde otros no llegan. La marca Baskonia se encarga de hacer de pegamento entre una afición felizmente “enferma” de basket y unos jugadores que llegan a una ciudad propicia para dar lo mejor.
En la cancha, dos estilos. Uno consolidado como el mejor equipo de Europa en el último lustro: el Real Madrid de Laso. Con una base de jugadores nacionales espectacular, foráneos que ya no lo parecen como Carroll, jugadores de equipo impagables como Nocioni, Macioulis o Taylor. Y norteamericanos de relumbrón, como Hunter y, especialmente Randolph. Una máquina de taponar, anotar y rebotear, con una clase que emociona. Un jugador que podría marcar una época en el baloncesto ACB de no ser porque lo más probable es que este verano vuelva a intentar jugar en la NBA. Y luego está la perla, Luka Doncic. Un jugador que justifica, por sí solo, el por qué hay “frikis” que, como éste que escribe, prefiere el baloncesto europeo al norteamericano. De Doncic es difícil decir más cosas. Simplemente, hace lo que quiere, como quiere y donde quiere con 17 años. Anota, rebotea, asiste, calma a los veteranos, sonríe cuando pierde un balón… un jugador de época del que conviene disfrutar, independientemente del equipo al que apoyes. Doncic es el caviar del baloncesto europeo de hoy en día.
Frente al arsenal blanco, Baskonia. Un baloncesto moderno, tremendamente bien dirigido por Sito Alonso en el banquillo. Jugadores de una calidad brutal, como Larkin, combinado con un potencial atlético notable y una versatilidad que descoloca al más pintado. Solo Bargnani les ha fallado. Y es una pena, porque con un jugador interior tipo Randolph, este Baskonia sería candidato a ganarlo todo. Aun así, solo los detalles y cierta inexperiencia privaron al equipo de Vitoria de plantarse en la final ante Valencia Basket.
El partido, lleno de alternativas, de acciones increíbles y de jugadores con un talento descomunal, se decantó del lado blanco, mientras en las redes sociales había gente molesta porque en Baskonia no veían jugadores nacionales. No tenemos remedio. Como si a la afición del Buesa Arena le preocupara la procedencia de sus jugadores.
¿Españoles? Claro que sí, hoy tenemos una final con dos equipos cuya base son jugadores de nuestro país. A igualdad de talento, que pasen los nuestros. Si no nos llega para según qué equipos ¿Por qué obsesionarse? ¿Qué más da si el que mete las canastas es de Budapest o de Oregón en lugar de uno de Cuenca?.
Esa manía enfermiza de buscar excusas para no disfrutar de un espectáculo sublime…
Mientras termino el artículo, Fernan Ruiz Jr ve el concurso de triples y mates del All Star de la NBA. Miro de reojo y me encuentro un nivel no demasiado alto. Da igual, todo el mundo parece pasárselo en grande. La entrada está amortizada. Es otra manera de entender este circo. Baloncestos.
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