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La curiosa vida de Mickey Rourke, de Nueve Semanas y Media a los cuadriláteros de boxeo

Luis Jiménez

Actualizado 22/11/2022 a las 13:32 GMT

Sexi, guapo, con un magnífico trasero (ver El Corazón del Ángel), irascible, inaguantable, el nuevo James Dean, actor prodigioso, boxeador, controvertido, enamorado de sus perros, luchador, solitario o encantador. Todo esto y muchas cosas más se pueden decir de Mickey Rourke, actor y boxeador, no necesariamente en este orden, al que vamos a conocer un poco más de cerca.

Mickey Rourke y Kim Basinger, 'Nueve semanas y media'

Fuente de la imagen: Imago

Philip Andre Michael Rourke es un neoyorkino criado en la cálida Florida después del divorcio de sus padres, cuando su madre decidió cambiar de vida para emparejarse con un oficial de la policía de Miami Beach. Desde crío simultaneó sus dos pasiones: el deporte, más en concreto el boxeo, y la interpretación. Lo primero, por influencia paterna, un aficionado al culturismo; lo segundo, por las obras de teatro en el instituto donde estudiaba Secundaria. Se puede decir que tanto el deporte como la interpretación han sido caminos que ha recorrido Rourke en varias ocasiones tanto de ida como de vuelta.

Los inicios en el cuadrilátero

Mickey Rourke disputó su primer combate de boxeo con 12 años, posiblemente como un simple mecanismo de supervivencia ante un padre de carácter bastante dominante. Una buena forma de defenderse era precisamente utilizando los puños, eso sí, con una buena técnica y la guía del Gym de la Calle Quinta de Miami Beach. La carrera boxística iba avanzando y complicándose al mismo tiempo. Un combate con el campeón del mundo welter en 1971, Luis Rodríguez, provocó la primera conmoción cerebral de Mickey, obligándolo a poner por primera vez en pausa su carrera deportiva. Del cuadrilátero, al escenario, de Miami a Nueva York para participar en un casting recomendado por un amigo de la Universidad de Florida, con 400 $ en el bolsillo prestados por su hermana.
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Mickey Rourke peleando con Elliot Seymour en 2014

Fuente de la imagen: Getty Images

De los guantes a las tablas de Broadway

Si por algo se ha caracterizado Mickey Rourke desde sus inicios como actor es por ser un animal de la interpretación. Dotado con un físico prodigioso y un talento natural, cultivado por el prestigioso Actor’s Studio de la Gran Manzana (De Niro, Pacino, Paul Newman, Marlon Brando, etc.), Mickey iba encadenando papeles, haciendo que su nombre empezara a sonar con fuerza en las agencias. Solo faltaba el gran hit para alcanzar la cumbre. Y llegó en 1981 con Fuego en el Cuerpo (Body Heat), de Lawrence Kasdan, junto a William Hurt y Kathleen Turner como protagonistas principales. A partir de aquí, la carrera de Mickey Rourke alcanzó la velocidad de crucero…para lo bueno y, para su desgracia, también para lo malo.

Grandes películas, pésimas decisiones

La carrera de Mickey Rourke estaba en su apogeo. El nuevo James Dean, decía la crítica. Los 80 fue su década prodigiosa. Barfly, interpretando a un escritor alcohólico, fue aclamada por la crítica; La Ley de la Calle, de Francis Ford Coppola, junto a Matt Dillon, era magnífica; hasta llegar a la cumbre: Nueve Semanas y Media, el mito erótico ochentero, protagonizado por Kim Bassinger, que hizo revolverse a una generación y complicó la existencia de los censores guardianes de la moral por sus numerosas tórridas imágenes y que, muy posiblemente, sería complicado estrenar a día de hoy, ¿no? Como un éxito llama a otro blockbuster, El Corazón del Angel, (Angel Heart) de Alan Parker, con De Niro y Charlotte Rampling, fue posiblemente su mejor película. Un investigador privado, Rourke, contratado para averiguar el paradero de un famoso cantante herido en la Segunda Guerra Mundial. Una cinta inquietante en la que nada es lo que parece, con un desenlace brillante. Brillante también podría haber sido la carrera de Rourke pero una mezcla de carácter indomable, forma políticamente correcta de decir que, a mayor fama, mayor estupidez; unos pésimos asesores, que le aconsejaron renunciar a Top Gun, Platoon, Pulp Fiction o El Silencio de los Corderos; con la guinda de unas teorías conspiranóicas que le hacían ver enemigos por todas partes en Hollywood, consiguieron que la estrella empezara de dejar de deslumbrar.

De la autodestrucción a un peculiar combate en Oviedo

Cuando Mickey Rourke emprendió el camino hacia su propia destrucción (añadan a lo anteriormente dicho muchos litros de alcohol y otras sustancias de difícil encaje en el Código Penal), se refugió en su otro valor seguro: el boxeo. De aquella manera, claro. Firmó combates en Japón, Alemania y España, más por el tirón de su nombre que por la calidad de su boxeo. Telecinco, la cadena amiga y el Ayuntamiento de Oviedo organizaron el 13 de diciembre de 1992 (el final del año mágico de España, el de los Juegos y la Expo), una velada en el Palacio de los Deportes de la capital del Principado entre Mickey Rourke y un canadiense absolutamente desconocido, de nombre Terry Jessmer. Televisión en directo, Pressing Boxeo, de T5, en una gala en la que participaban Poli Díaz, Samantha Fox y Grace Jones, ambas limitándose a mover los labios sin cantar una nota en un sonrojante play back (sí, los que vivimos esa etapa seguimos arrastrando algunos traumas), con el módico rejonazo a las arcas públicas de 120.200 euros de hace 30 años. Algunas de las crónicas de la época lo describrieron como “una patochada indescriptible”, que terminó con el abandono del canadiense, un conato de escándalo de orden público, abucheos y peinetas, y cortes de mangas de Mickey Rourke dedicados a los espectadores. Y dicen que lo sucedido posteriormente en el hotel ovetense donde estaban alojados estos personajes fue peor aún, aunque claro está, solo las paredes de las habitaciones saben lo que realmente sucedió.
La espiral de deterioro de Mickey Rourke tuvo su más crudo reflejo en el propio rostro del actor, con numerosas intervenciones de cirugía estética, -algunas más que practicadas, perpetradas por el cirujano-, que dejaron el físico del que fuese una vez icono de belleza masculina en poco menos que una grotesca caricatura.
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Mickey Rourke en la película The Wrestler

Fuente de la imagen: Imago

El regreso y resurrección

Ni la edad ni el deterioro dejaban mucho más margen para el boxeo, así que Mickey Rourke volvió a retomar su carrera cinematográfica aprovechando el cambio de milenio. Papeles menores, alguna película comercial como Marv, de la saga Sin City, le fueron conduciendo hasta una de sus grandes interpretaciones, la de vieja gloria de la lucha profesional en El Luchador (The Wrestler), por la que fue nominado al Oscar al mejor actor en 2009 y con la que ganó el Globo de Oro en la categoría de Drama, y el BAFTA. La vida de Mickey Rourke parece que, por fin, atraviesa un periodo de tranquilidad, sin la compañía de sus viejos demonios, junto a sus numerosos y adorados perros, con películas sin gran brillo, pero sin grandes estridencias, disfrutando de los 70 años en su casa de Los Ángeles, menos atormentado que en etapas anteriores de su apasionante vida.
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Mickey Rourke (2015)

Fuente de la imagen: Getty Images

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