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Alejandro Valverde, del ‘Imbatido’ a la eternidad

Edgar Saiz

Actualizado 08/10/2022 a las 17:07 GMT

Hamilton, Courchevel, Valonia, Lieja, La Pandera, Adelaida, Florencia, Campos Elíseos, Düsseldorf, Innsbruck... Alejandro Valverde pone fin en Lombardía a una trayectoria inolvidable que comenzó como 'El Imbatido' y termina con 133 victorias y un ciclo irrepetible de 20 años compitiendo al máximo nivel. Su grandeza no hace falta explicarla, con recordar su camino hacia la eternidad es suficiente.

Alejandro Valverde of Spain / Celebration / during the Men Elite Road Race a 258,5km race from Kufstein to Innsbruck 582m at the 91st UCI Road World Championships 2018 / RR / RWC / on September 30, 2018 in Innsbruck, Austria.

Fuente de la imagen: Getty Images

Cuenta la leyenda que los padres de sus rivales en categorías inferiores le llamaban ‘El Imbatido’. Porque su voracidad nunca entendió de edades. Ni ahora que va a terminar su carrera luchando por las victorias con 42 años, ni antes cuando entre los 11 y los 14 encadenó hasta 50 triunfos consecutivos. Ya como profesional, y en uno de sus primeros reportajes, le rebautizaron como el ‘Merckx de Murcia’. La exageración, 19 años después, no suena tan descabellada. Una muestra irrefutable de que nunca nadie le ha tomado a broma.
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La preciosa presentación de Valverde al subir al podio: “Desde España, Su Majestad…”

Entre tantos apodos, Valverde siempre fue más partidario del ‘Bala Verde’. De padre camionero, lo ha tenido claro: “Cuando me retire me encantaría tener un gran camión. Allí aparcado cerca de casa, bien rotulado, ‘La Bala Verde’…”. Y así se le empezó a conocer en la Vuelta 2003, cuando se presentó ante el gran público con dos victorias, Envalira y La Pandera, y su primer podio en una Grande. Para dar paso a Hamilton, y no al piloto -aunque también volase sobre el asfalto-, sino a la ciudad de Canadá donde se colgó su primera medalla mundialista. Oro Astarloa y plata un murciano con cara de campechano que se acababa de pasar por la piedra a todos los favoritos. "Fue el logro que más ilusión me hizo”, solía decir.

El Tour, Courchevel y Armstrong

Como buen elegido, Valverde aterrizó en el Tour a lo grande. Fue una de esas tardes de julio en la que un servidor se asustaba delante de un televisor ante un ‘monstruo’ de apellido Armstrong. Desde que tenía uso de razón, no conocía otro ganador en los Campos Elíseos. Ese pedaleo, esa musculatura, ese ceño fruncido y esa cara del malo de una película de terror no se me olvidarán jamás. Como tampoco quien logró batirle aquel día. En Courchevel, Lance, acostumbrado a doblegar a sus rivales por aplastamiento, maldijo hasta la cima sin poder soltar a aquel ‘españolito’, que diría Piqué. Allí, David contra Goliat, la Bella y la Bestia, el bueno de Alejandro iba a protagonizar un desenlace de película inolvidable para la afición española y, cómo no, para él mismo. Le limpió la capaza al americano. Ahí nació el ‘a lo Valverde’. Un destello que le hizo empeñarse en una de las pocas carreras que no han estado a su alcance.
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Alejandro Valverde (Ile Baleares/Spa) celebrates in front of US Lance Armstrong (Discovery Channel/USA) after crossing the finish line of the tenth stage of the 92nd Tour de France cycling race between Grenoble and Courchevel, 12 July 2005.

Fuente de la imagen: Getty Images

El murciano siempre pensó que tenía un Tour en las piernas. Se cayó en 2006, sucumbió a Contador y Rasmussen en 2007 y desfalleció en el Tourmalet en 2008 después de vestirse de amarillo en la primera etapa tras arrasar en Plumelec. El héroe de Courchevel empequeñecía en gran parte por nuestra culpa. Un público y una prensa que acabó desmereciendo a un corredor que firmaba podios en Grandes Vueltas, se colgaba medallas en Mundiales y había conseguido múltiples victorias en clásicas de la talla de Lieja o Flecha Valona. Valverde tenía que haber nacido belga. Es broma, eh. Tuvo que regresar a La Pandera para en la Vuelta 2009 quitarse esa gran losa de encima. Aquella vez no iba a haber día malo que valga y ‘El Bala’ consiguió al fin su primera y única Grande. Con el maillot oro. Casualidad o no, el último en llevarlo. Como cuando un equipo de la NBA retira el dorsal de una leyenda.
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El precioso homenaje a Alejandro Valverde en el podio: maillot de oro, arcoíris y manteado

Adelaida, Düsseldorf y muchas lágrimas

Valverde, que ha sido uno de los mejores dorsales de la historia, ha derramado y nos ha hecho derramar lágrimas de alegría y tristeza a partes iguales. Cómo olvidar las de 'Purito' en Florencia en 2013, junto a Alejandro en el podio, cuando a España se le escapó aquel campeonato del mundo. Sí Jesús tropezó, ¿por qué el no debería de hacerlo? (Leer con entonación de la canción de La Mano de Dios). O las del propio Valverde en Alpe D´Huez en 2015 cuando, 10 años después de hacer claudicar a Armstrong en Courchevel, supo que iba a subirse por fin al podio del Tour de Francia, camino de los Campos Elíseos. Aunque si en este camino tengo que escoger dos momentos de piel de gallina -tengo una noticia buena y una mala- son Adelaida y Düsseldorf. Evidentemente antes de llegar a Innsbruck.
Es la victoria más especial de mi carrera
Implicado en la ‘Operación Puerto’, Alejandro regresó un martes 17 de enero de 2012, en Adelaida, tras 20 meses de sanción y una bajada a los infiernos. Su reivindicación a lo que catalagó de injusticia fue la de ganar cuatro días después la etapa reina del Tour Down Under. Tenía que ser ‘a lo Valverde’, batiendo al esprint a Simon Gerrans. Con el coraje de los más grandes y la rabia del más pequeño al que le habían quitado su juguete favorito. Llorando desconsolado en meta y con un mensaje del que se podía leer entre líneas: Ganaba antes y sigo ganando después. Como si empezase de cero, ‘El Bala’ logró esa temporada un triunfo de etapa en el Tour, se subió al segundo cajón del podio en la Vuelta y se colgó el bronce en los Mundiales.
Miré la rodilla y pensé: se ha acabado mi carrera deportiva
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Tal día como hoy: La cuarta Lieja de Valverde con dedicatoria especial para Michele Scarponi

El emblemático corredor de la estructura de Unzué ha sido el impulsor definitivo en un país aficionado a los Grandes Vueltas y que tenía olvidadas las clásicas. ‘El Arquero’ en Valonia y ‘El Matador’ en Lieja.“A ver si puedo ganar la quinta e igualo a Merckx”. Esa lucha contra ‘El Caníbal’ mide su verdadera dimensión. Una frase que retumbaba en su cabeza sólo cuatro meses después de aquella tarde lluviosa en Düsseldorf. Arrancaba el Tour 2017 con una peligrosa contrarreloj y Alejandro nos hizo contener la respiración entrando con el cuchillo entre los dientes en una curva traicionera. La bicicleta patinó y el hierro de una valla le abrió la rodilla y le partió el tobillo. "No soy médico, pero pensé que me iban a tener que colocar una prótesis", aseguró días después. Por primera vez entonces se sintió exciclista. Porque esa caída, a los 37 años, hubiese retirado a cualquiera. Pero es que Valverde no ha sido nunca un cualquiera.

Innsbruck, campeón del mundo y 133 victorias

Nadie tiene más medallas mundiales que él. Cuatro de bronce, dos de plata, pero le faltaba el oro. Una ilusión que había perdido y que recuperó, mientras se recuperaba, de cara a Innsbruck 2018. Uno de los circuitos más duros que se recuerdan y la última bala para su gran sueño. El genuino Valverde fue viendo como iban cayendo uno a uno los grandes favoritos antes de un esprint para la historia. Arrancando antes de tiempo, pero ese día daba igual. Bardet, Woods y Dumoulin fueron testigos de lujo de la culminación de una trayectoria legendaria. El grito de la gloria. El abrazo de la inmortalidad. Ese que le dio su fisioterapeuta y ángel de la guarda Juan Carlos Escámez en meta. “Ya me puedo retirar tranquilo”, dijo como campeón del mundo.
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Final Mundial Innsbruck: Alejandro Valverde conquista el arcoíris y se proclama campeón del mundo

Ahora se va con 42 años, cuatro años después del día que entró en la eternidad, sin dejar de ganar en ningún momento y sin otra vida que no sea el ciclismo. Debutó cuando en el Tour dominaba Armstrong y el Mundial lo ganaba Cipollini y se despide peleando ante los Pogacar, Vingegaard o Evenepoel. Valverde dijo en su día que fue ciclista por Indurain y ahora los jóvenes dicen que son ciclistas por Valverde. Ese es su legado. El del talento, el trabajo y la pasión. El de las 133 victorias. El que nos hace soñar con la 134 en Lombardía en su última carrera. Y no menos importante, siendo especialmente querido en un pelotón de altos egos. Claro que ha habido mejores y más grandes que él, pero un ciclo de casi 20 años al máximo nivel es irrepetible. Hasta aquí mi humilde reconocimiento a un ciclista único. Gracias por tanto, 'Balita'.
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