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Las contradictorias motivaciones de Bradley Wiggins

Eurosport
PorEurosport

Actualizado 24/09/2014 a las 17:50 GMT

El nuevo campeón del mundo de contrarreloj se cansa muy rápido de la victoria y siempre quiere nuevos objetivos.

De izquierda a derecha, Tony Martin, Bradley Wiggins y Tom Dumoulin

Fuente de la imagen: EFE

El nuevo campeón del mundo de contrarreloj, Bradley Wiggins, es un ciclista que se cansa muy rápido de ganar. Una vez conseguido el objetivo, piensa en otro totalmente diferente y desde su cuarto puesto en el Tour de Francia en 2009 se creyó capaz de grandes logros. Pese a todo y pese a él mismo, los ha ido consiguiendo.
Especialmente desde que ganó el Tour de Francia en 2012, se han escrito demasiadas cosas de Sir Bradley Wiggins. Se resaltó hasta la saciedad su faceta ‘Mod’. Se recordó, también hasta el extremo, que había tenido problemas con el alcohol. Incluso se le vio fumando algún que otro cigarrillo durante sus vacaciones. Y, por supuesto, se escribió y se reescribió su mala o nula relación con su compañero de equipo, Chris Froome.
Bradley Wiggins fue un ciclista casi anónimo para el gran público hasta el año 2009. Su cuarto puesto en la general del Tour de Francia, solo superado por los hermanos Schleck, Lance Armstrong y el posteriormente descalificado Alberto Contador, alumbró la posibilidad de que él y solo él podía ser el primer ciclista británico en ganar la ronda francesa.
Le costó dos años más de lo previsto. Pero así fue. Su complicado fichaje por el Sky en 2010, su mala adaptación a este equipo o su caída y rotura de clavícula en el Tour de 2011 solo fueron el arduo camino hasta su gloria en 2012.
Y especialmente le costó muchos más sacrificios de los que él mismo había previsto. Una pérdida de peso hasta casi el límite y unos entrenamientos que nada tenían que ver con los de su época de pistard. Por esta razón, a pocos sorprende una de sus últimas frases para justificar que nunca volvería a luchar por una victoria en el Tour: “Me tiré un año pegado a la bici y al hambre”.
Pero Sir Bradley Wiggins no acostumbra a ganar de cualquier forma. Salvo sus éxitos en pista (4 oros olímpicos y 6 oros mundiales en diferentes modalidades), sus tardías gestas en la carretera acostumbran a tener matices que todavía las hacen más extraordinarias.
Lucha interna contra su compañero en su primer Tour. Chris Froome parecía más fuerte en las subidas que Wiggins en aquella ronda gala dominada sin piedad y sin rival por el Sky. De hecho, más tarde se supo que incluso estuvo a punto de abandonar por la amenaza interna y muy real que suponía Chris Froome.
De la pista a los Campos Elíseos. Lo nunca visto. Cierto que los grandes campeones del pasado competían en diferentes competiciones de pistas, pero no se dedicaban al velódromo exclusivamente. Wiggins fue el primero en mutar y desde entonces, marcó esta tendencia en cuestión de preparación y estilo.
Cambios radicales en sus grandes objetivos. Intentó ganar el Giro de Italia en 2013 y acabó abandonando por las caídas y el frío de la primera semana. Fue un punto de inflexión en su carrera, ya que desde entonces sostuvo que nunca más haría una gran vuelta de tres semanas. Sus objetivos serían ganar la gran clásica París-Roubaix, donde en este 2014 llegó entre los mejores. Tras ser campeón del mundo en Ponferrada, resaltó que lo próximo que tiene en mente es ganar en Roubaix en 2015 y prepararse para la pista de los Juegos de Rio para volver a colgarse un oro en persecución por equipos.
Campeón contra el mejor especialista y tirano absoluto contra el reloj de los últimos años. Tony Martin había ganado los últimos tres Mundiales y el 90% de las cronos que había disputado y aspiraba a enlazar el cuarto título consecutivo en Ponferrada. Ni el alemán esperaba esta derrota. 
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