Giro de Italia 2022 | ¿Y si este año sí? Landa y el 'Landismo' están más vivos que nunca

Hace ya unos años, cuando decidí convertirme a esto del 'Landismo', y en plena busca de información por saber si hacía lo correcto, leí una entre tantas comparaciones -no recuerdo a quién- que con el paso del tiempo me he agenciado para intentar explicar esta corriente. Nada de teorías elocuentes, es más simple que eso. El 'Landismo' es como la Lotería de Navidad, sabes que lo lógico es que no te vaya a tocar pero a su vez disfrutas pensando que cada año tienes una mínima posibilidad de que te toque.

En el camino entre las comparaciones y la realidad, y sin una definición concreta -tampoco la necesitamos-, la mejor manera de entender el 'Landismo' es como una religión. Porque aquí todo se base en creer. Cómo si no, un grupo cada vez con más fieles iba a rendir culto a su ser divino, encarnado en un ciclista llamado Mikel Landa Meana, que se define como el mayor de los 'Landistas' y con un palmarés en el que sus grandes victorias se cuentan con los dedos de una mano. Es cierto, el 'Landismo' no nos ha acostumbrado a ganar. Por eso precisamente es especial. Porque no necesita de un pasado deslumbrante para ilusionarnos año tras año, cada vez que su nombre asoma en una Gran Vuelta. Y eso, entre un ataque y otro, nos engancha mucho.

Aunque sí hay una carrera que siempre ha estado cerca de dejarse reinar por esta corriente, esa es el Giro. La del ‘Amore Infinito’. Cuenta la leyenda que el 'Landismo' empezó en 2011 en la Vuelta a Burgos, pero fue en tierra santa italiana dónde en 2015 encandiló a su gran mayoría de devotos. Allí, Landa se destapó como un corredor destinado a ser actor principal en las Grandes. Y no lo hizo en un lugar cualquiera y ante un rival cualquiera. Fue primero ganando en Madonna di Campiglio, por delante de Alberto Contador y de su propio líder, Fabio Aru. Y al día siguiente repitiendo victoria en Aprica, tras coronar el Mortirolo, aventajando esta vez a Kruijswijk y al mismo Contador, ganador final y a quien Landa acompañó en el tercer cajón del podio. Algún día tengo que ganar esta carrera tuvo que pensar el de Murguía.

Pues tan cerca y a la vez tan lejos. Fue líder en Sky, Movistar y Bahrain. Enfermó en 2016 y se cayó en 2017, 2019 y 2021. Pero se levantó y en 2022, el 'Landismo' sigue creyendo cómo si fuese el primer día. No ha vuelto, porque en realidad nunca se fue. ¿Y qué si sigue vivo? Más que nunca. En Blockhaus, Landa compró el pasado domingo sus boletos de Lotería. Porque aunque no soltó a Carapaz y Bardet y son sólo sensaciones, transmitió ser el que mejor iba en la subida. Los tres, un puntito por encima de un correoso y peligroso Almeida. Con Simon Yates perdiendo hasta el apellido y Superman López viéndolo desde casa, entre los cuatro dijeron que va estar la general. Y lo que es más importante, salvando el infortunio de turno en forma de caída a 70 kilómetros de meta. Mikel besó el suelo pero llegó radiante. Iluminado, como los Dioses.

La historia del 'Landismo' dice que Landa es una bomba de relojería a las primeras de cambio. Pero después, agarrado desde abajo, siempre ha ido hacia arriba. Así, tres de sus cuatro victorias parciales en Grandes Vueltas llegaron en la última semana. En la de este Giro se apelotonan Aprica (16ª etapa), Lavarone (17ª etapa), la madre de todas las batallas en La Marmolada (20ª etapa) y la contrarreloj final en Verona, de sólo 17 kilómetros. Antes del inicio de una segunda semana que, si no pasa nada raro -fíate tú perteneciendo a esto-, no debería ser decisiva ni para bien ni mal, Landa está en el lugar de privilegio que siempre hemos imaginado. Con escasas diferencias habidas tan sólo en la crono inicial de Hungría en la que, por cierto, puede ser la mejor lucha contra el reloj que le recuerdo. Todos son motivos para creer que este sí puede ser el año. Porque nunca antes Landa y el 'Landismo' estuvieron tan vivosa estas alturas.