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Milán-San Remo 2017: Peter Sagan y la derrota con más grandeza de su carrera

Adrián G. Roca

Actualizado 19/03/2017 a las 09:26 GMT

Peter Sagan volvió a no ganar la Milán-San Remo. El ciclista eslovaco, cansado de perder año sí y año también La Primavera, intentó ganarla a lo grande con un ataque que pasará a la historia del ciclismo, pese a que finalmente fue segundo en la meta tras el polaco Michal Kwiatkowski. Entre las múltiples formas de perder que existen, eligió la que más dignifica al ciclismo y a su propia figura.

Michal Kwiatkowski, ganador de la Milán-San Remo y Peter Sagan

Fuente de la imagen: EFE

Peter Sagan decía antes de correr una nueva Milán-San Remo prefería tener colgada la etiqueta de gran favorito que la de perdedor habitual. Esta segunda etiqueta es la que persigue al eslovaco en esta clásica italiana, ya fuera porque un absoluto outsider como Gerald Ciolek le sorprendiera en 2013, porque un año antes no fuera capaz de llegar en el corte bueno, porque no tuviera buenas piernas otros años o incluso porque otro gran aspirante como Fernando Gaviria casi le tirara al suelo el año pasado y frustrara todas sus opciones de esprintar para ganar.
Tras volver a perder, esta vez de forma milimétrica ante Michal Kwiatkowski, Peter Sagan reiteró que “los resultados no importan, lo importante es dar espectáculo”. Este discurso del que se han adueñado los perdedores con clase lo llevó hasta el extremo el ciclita más mediático del mundo en esta Milán-San Remo.
Su ataque en la subida final al Poggio de San Remo, el escenario donde se decide la carrera al margen del esprint final en el paseo marítimo, pasará a la historia de este ciclismo contemporáneo, un ciclismo que en ocasiones está muy huérfano de este tipo de exhibiciones que tanto demanda el aficionado. Peter Sagan fue previamente muy bien conducido por sus compañeros de equipo, y cuando la carretera más se empinaba lanzó ese latigazo con el que sorprendió a todos sus grandes rivales que creían que lo iba a dejar todo para el esprint final, y que no dejaba de ser una forma de intentar ganar con la que él siempre había perdido aquí.
Michal Kwiatkowski estuvo astuto y Julian Alaphilippe, también. Se soldaron a rueda de Sagan conscientes de que el plan A del polaco y del francés había dejado de existir. A partir de ese momento, construyeron sus opciones a la vez que construían de forma muy tímida y un tanto rácana una ventaja mayor. Por un lado ambos sabían que en un esprint contra Sagan tenían todas las de perder y, por el otro, los dos tenían compañeros de equipo con opciones en caso de haber sido cazados y que la resolución de la Classicissima hubiera vuelto a ser en una volata masiva.
La historia ya estaba escrita, y ésta exigía una victoria monumental de Peter Sagan. Pero en los últimos metros el eslovaco fue víctima de sus propios errores y del fatalismo que le persigue en esta carrera. Arrancó demasiado pronto y Kwiatkowski se aprovechó de la coyuntura para hacer un poco más grande su palmarés y dejar constancia que la de Sagan en esta San Remo fue la derrota con más grandeza que, al menos de momento, ha tenido el ciclismo contemporáneo.
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