Sin equipos, con amenaza de coronavirus pero con Sagan: Peter vuelve donde empezó su leyenda

Si siempre hay una primera vez para todo, la primera de Peter Sagan fue el 10 de marzo de 2010 en Aurillac, concretamente en la 3ª etapa de la París-Niza. Aquella arrancada en la que quitó las pegatinas a Joaquim ‘Purito’ Rodríguez, Nicolas Roche o el aguerrido veterano Jens Voigt fue su primera victoria profesional. Con apenas 20 años recién cumplido y sin que apenas nadie supiera de él entre el pelotón profesional y la afición al ciclismo.

El eslovaco regresa a una París-Niza 116 victorias profesionales después y por culpa de la amenaza del coronavirus. Un cambio obligatorio en su calendario competitivo tras prescindir de la apertura de clásicas belgas y una larga estancia entrenando en Colombia. Sagan abandonó pronto ‘la carrera del sol’, porque sólo volvió a correrla en 2011 y de aquella edición tan sólo se llevó una dura caída lanzando un esprint en la que además tiró a otros ciclistas cuando desde el suelo movió su bicicleta.

Pero volviendo a sus orígenes, aquel chaval del equipo Liquigas ya había avisado justo un día antes de su primera victoria profesional, siendo segundo en un esprint ante el francés William Bonnet. El frío, la nieve siempre han sido las amenazas de la París-Niza, y no el coronavirus o sus protocolos de prevención mezclados con la histeria colectiva. Por esta razón la primera etapa que ganó Sagan vio cómo se tuvo que recortar en 53 kilómetros su inicio. Sólo nieve, ningún virus.

Aquella París-Niza también la corrió -y la ganó- el hoy comentarista de Eurosport Alberto Contador y en aquella jornada de presentación mundial de Peter Sagan, el madrileño decidió poner firmes a sus rivales para recuperar tiempo en la general atacando en una cota, Martinie, a tres kilómetros de meta. El pelotón saltó en mil pedazos y pocos aguantaron esa persecución final hasta la meta, donde Peto dio su primer estacazo ante el asombro de un Purito Rodríguez que estrenaba maillot del Katusha tras su bronce mundialista meses antes.

A los dos días Sagan volvió a ganar en Aix en Provence, de nuevo reventando el esprint y picando otra vez en meta unos segundos a sus perseguidores. Alberto Contador ya se había puesto líder con su victoria en Mende, por lo que de ahí hasta Niza aguantó el maillot amarillo en una edición en la que, puestos a evocar recuerdos, el malogrado Xavier Tondo firmó una sensacional victoria en solitario en Tourrettes sur Loup donde, efectivamente, Sagan fue segundo.

Aquel postadolescente con el pelo corto y mirada asustadiza se acostumbró a subir al podio, a ganar, ser regular y convertirse poco a poco en una estrella admirada y respetada por el pelotón y por el público. Las primeras veces siempre son las más puras, las más especiales e incluso las más inesperadas. Por eso esta París-Niza descafeinada por la amenaza del coronavirus debe dar la bienvenida a Peter Sagan. La carrera que busca el sol ha encontrado accidentalmente a la estrella que más brilla.