La opinión de Luis Jiménez | Este Tour apunta maneras

No nos engañemos, el Giro fue un fiasco, un pestiño, una racanearía en el esfuerzo trufada por el enemigo del espectáculo que no es otro ni más poderoso que el miedo a perder. Quizá sea esta la razón por la que había tantas ganas de Tour, además del sueño húmedo de un enfrentamiento directo entre dos de las grandes estrellas del firmamento ciclista que, cada uno con su manera de entender el ciclismo, han llegado a la ronda francesa en plenitud (no parece que la mano de Pogaçar sea ya un problema) y con un currículum de victorias y rendimiento en esta temporada que invita a esperar grandes cosas. Añadan que este año el Tour ha decidido salir de sus fronteras para celebrar su inicio en un territorio que nunca falla, entendido, respetuoso con el corredor (el borrón, los escasamente civilizados que han lanzado clavos a las carreteras y que de ningún modo representan a la mayoría de los aficionados) y que ha competido duramente con Dinamarca o con Yorkshire por ser el inicio del Tour más nutrido y animoso. El resultado ha sido, sencillamente, espectacular.

Para bien o para mal, el ciclismo es un deporte de riesgo que se ceba, puede que con cierto malditismo, sobre algunos corredores. No parecía una curva particularmente peligrosa, un asfalto especialmente deteriorado, pero ahí quedaron fuera de combate dos corredores llamados a tocar la puerta del podio en Paris. Reconozco que me sobrecogió la cara de Enric Mas y lo que interpretaba estaba pasando por su cabeza, una especie de ‘otra vez no, todo al garete después de cuatro horas de Tour’. También impactante la llegada a meta de Carapaz con un hueso fisurado, todo un año de meticulosa preparación para estar listo en estas carreteras y que se esfumaba en un segundo. Deporte cruel este del ciclismo. Para otros secundarios de la carrera, también malas noticias en modo de inesperadas pérdidas de tiempo, como Pinot, Alaphilippe (miedo da cómo pueda reaccionar el visceral Lefevere), O’Connor, Martin o Lutsenko. El Tour es largo, eterno, una lucha por la supervivencia hasta completar las 21 fechas para alcanzar las calles de Paris, pero a algún corredor se le han visto ya las vergüenzas.

No es original afirmar que este Tour es cosa de dos. Es de agradecer que este duelo entre Vingegaard y Pogacar haya comenzado sin concesiones, desde el banderazo de salida en Bilbao, peleando por cada segundo de bonificación, un tesoro en un desenlace que se antoja será apretado, muy justo, en el que estos pequeños detalles del día a día van a

tener un valor incalculable. Por ahora, Tadeo ha cosechado mejor botín y, no menos importante, también ha dejado claro ante el danés de hielo y ante todo el mundo que los problemas físicos que a todos nos hicieron albergar ciertas dudas tras la caída en Lieja, son asunto del pasado. Tampoco hay dudas en UAE en la jerarquía del equipo, el plan A y el plan B. De nuevo, Jumbo genera sospechas de que la convivencia con Wout van Aert puede llegar a ser problemática. Su decepción tras no ganar en San Sebastián y la falta de colaboración final de Vingegaard, además de su salida inmediata de la carrera en cuanto su pareja vaya a dar a luz, darán seguro mucho juego y, sobre todo, mucho morbo. Pues eso, a disfrutar de estas tres próximas semanas que el Tour 23 ya apunta maneras.