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Blog García Mera: Ypsilanti

Julio García Mera

Actualizado 14/03/2018 a las 12:07 GMT

Si formas parte de uno de los 8 equipos que se la juegan esta semana en el WiZink Center, quédate con esta palabra: Ypsilanti.

Futsal

Fuente de la imagen: Eurosport

Allí, en Ypsilanti, Michigan, el 1 de julio de 1959 tres hombres se presentaron en una sala de la siguiente manera: El primero dijo: “Hola, mi nombre es Joseph Cassel. Soy Dios”. El segundo comentó: “Mi nombre es Clyde Benshon. Yo hice a Dios”. El último cerró las presentaciones: “Hola, en mi certificado de nacimiento pone que soy la reencarnación de Jesús de Nazareth”.
Los tres formaban parte de un experimento psicológico. El director del proyecto, Milton Rokeach, reunió a tres personas en el psiquiátrico de Ypsilanti que sufrían esquizofrenia paranoide y que estaban convencidos de ser Cristo (en realidad, no distinguían entre Dios y Jesús). Se les conoce como los tres Cristos de Ypsilanti. Y tras dos años de tratamiento, ninguno dio su brazo a torcer. Ninguno dejó de creer en lo que habían creído desde el principio. Los tres continuaron con su enajenación pensando que realmente habían inventado el mundo.
El psicólogo de origen polaco se arrepintió y en 1984 escribió: ”Aunque el experimento no curó a ninguno de los tres Cristos, me curó de mi delirio divino en el que pensaba que podía manipularles y sacarles de sus creencias. Realmente no tenía derecho, incluso en el nombre de la ciencia, a jugar a ser Dios e interferir durante todo el día en su vida cotidiana”.
Las lecciones cruzadas que se sacan de este experimento son numerosas. Yo me quedo con la que me interesa.
En cierto modo, en competiciones como esta Copa sucede algo parecido a lo que se vivió en Ypsilanti: cada uno juega en la sala sus cartas y se presenta como una divinidad, como alguien casi intocable. Y de hecho, debe hacerse así. Quien no vaya con esa arrogancia de creerse el hacedor de todo, quien no saque ese ímpetu cercano a la locura de poder conseguirlo todo, no tendrá ninguna opción de salir vivo. De la construcción de la identidad de cada uno se obtienen los resultados posteriores.
Puede que te llamen loco, puede que te digan que ése no es el camino, puede que jamás te tomen en serio, pero si realmente crees que eres el elegido, este es el momento. El momento Ypsilanti. Repite conmigo: Ypsilanti.
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