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KÖJI KABUTO NO ES MIYAMOTO

Julio García Mera

Actualizado 07/06/2018 a las 19:22 GMT

Elige a tu avatar preferido en el videojuego del futsal: Ricardinho o Ferrao, Gadeia o Dyego y ponte a los mandos en la última pantalla. Köji Kabuto no es Miyamoto. Köji Kabuto se metía en la cabeza de Mazinger Z y le manejaba con mandos y botones. Miyamoto se mete en nuestras cabezas y nos maneja con los videojuegos.

Ferrao marca en el Barcelona-Palma Futsal

Fuente de la imagen: Eurosport

Elige a tu avatar preferido en el videojuego del futsal: Ricardinho o Ferrao, Gadeia o Dyego y ponte a los mandos en la última pantalla.
Köji Kabuto no es Miyamoto. Köji Kabuto se metía en la cabeza de Mazinger Z y le manejaba con mandos y botones. Miyamoto se mete en nuestras cabezas y nos maneja con los videojuegos.
Siempre me ha interesado cómo piensan los que controlan nuestros pensamientos. Miyamoto es uno de ellos. Entró joven en la empresa que durante 90 años se había dedicado a fabricar barajas de cartas. Pero a finales de los 70 debían reinventarse. Así que Nintendo comenzó a crear videojuegos. La compañía no daba con la tecla y estaba a punto de morir. Encargó al creativo japonés que inventara el juego de los juegos para salir de la crisis. Y el visionario ideó un videojuego inmortal: Donkey Kong. A partir de ahí no paró de fabricar éxitos, entre ellos, Super Mario Bros.
Todos sus videojuegos, al igual que el fútbol sala, enganchan. Nos agarran la atención y no nos sueltan. Porque Miyamoto conoce lo que nos genera adicción. Conoce nuestras debilidades, nuestros demonios, lo que nos rapta de la realidad. De sus lecciones deberíamos tomar nota todos los que nos dedicamos a gestionar deporte, especialmente los entrenadores.
Super Mario Bros consigue algo que desea hacer todo entrenador: enseñar y, al mismo tiempo, mantener la ilusión de que nadie te está enseñando nada. ¿Y cómo lo consigue? No hace falta que sepas jugar para divertirte. Mario aparece a la izquierda de una pantalla que está casi vacía. Puedes manejar los botones sin peligro y enseguida te das cuenta de que debes ir sólo hacia la derecha. Y lo aprendes sin leer instrucciones o manuales. Aprendes probando. Así que en los primeros pasos de este videojuego se dan esas dos cosas que son tan complicadas de encontrar a la vez: enseñar y dar la impresión de que no estás enseñando. Miyamoto lo hace con sencillez y genialidad. Se mete en nuestras cabezas y nos guía hacia el lugar exacto donde él quiere. Pero hay más.
Miyamoto sabe que necesita dar pequeñas y regulares recompensas para que el jugador siga jugando. Ese feedback, esa motivación, esa palmadita en la espalda se da de cuando en cuando. Para que no cejes en tu objetivo: llegar a la última pantalla.
Hay quien, como yo, jamás ha llegado a la última pantalla de Super Mario Bros. Y después de varias décadas me entero de que el muy mamón de Miyamoto escondió un tesoro: los más expertos en Super Mario Bros saben que hay un portal que te lleva directo desde la primera pantalla a la última. Sí, yo me quedé en el Space Invaders y el Pac-Man. De ahí no pasé. Se me nota en la cara.
Pero algo parecido sucede en nuestro deporte: Jesús Velasco encontró hace más de cuatro años esa cámara subterránea, ese atajo oculto que sólo los elegidos conocen y que te traslada del uno al infinito. El reto del Barsa es titánico: han llegado a la última pantalla, pero deben luchar contra el monstruo más complicado de vencer del último lustro.
Así que elige a tu avatar preferido en el videojuego del futsal: Ricardinho o Ferrao, Gadeia o Dyego y ponte a los mandos de la batalla final.
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