Venganzas que alivian pero no curan

Has sudado, has gritado y, al final has llorado. Tras 90 ó 120 minutos de esfuerzo, te estrellas con la crueldad del fútbol: Has perdido la final del Mundial o de la Champions League. El consuelo es una quimera irrealizable. Entonces, meses después, los duendes del destino deciden divertirse a tu costa. El equipo que te arrebató la gloria vuelve a cruzarse en tu camino. Por supuesto, la cita no alcanza ni una centésima parte de la importancia del partido anterior, pero debes jugarlo. Y no solo eso. Lo juegas extramotivado, con sed de venganza, mientras tu rival, aletargado, no está jugado: tan solo recuerda el día en que hincaste la rodilla. Argentina y Alemania son el último ejemplo de este fenómeno:

Argentina, enrabietada, derrotó el miércoles a Alemania. La victoria fue ejecutada a base de velocidad, confianza y esfuerzo, en el primer encuentro del Tata Martino. En los últimos minutos del partido, mientras el luminoso mostraba un resultado holgado para la albiceleste, más de un aficionado argentino debió preguntarse dónde estaba ese resultado hace dos meses… y hace 24 años. Los argentinos, comandados por Di María, derrotaron a la selección teutona, pero una victoria en un amistoso jamás sanará las dos derrotas consecutivas en finales mundialistas ante los alemanes.

El equipo de Simeone no rozó la gloria europea. La saboreó y la engulló. Y se la sacaron del estómago. En el minuto 93, Sergio Ramos destrozó el sueño atlético con un cabezazo magistral. Después llegarían los tantos de Bale, Marcelo y Cristiano para rematar el décimo entorchado europeo del Real Madrid. Tres meses después, el Atlético se redimió con una trabajada victoria en la Supercopa de España. Los colchoneros levantaron el trofeo en su estadio, ante su enfervorecida afición, con los de Ancelotti, cabizbajos, observando la escena desde el pasto. Por la mente de algún aficionado se cruzarían escenas de Lisboa.

Holanda, con la vena de la frente a punto de estallar, nos puso un espejo en la cara. Nos retrató, mostrando el marchitar de nuestras virtudes y el apogeo de nuestros defectos. España fracasó en la fase de grupos del Mundial de Brasil y la encargada de ejecutar la sentencia fue la misma selección que sufrió nuestra gloria cuatro años antes. Los holandeses se vengaron del equipo de Del Bosque, pero una victoria en fase de grupos es incomparable a un triunfo en la final de la Copa del Mundo. Para más desgracia holandesa, acabaron apeados en semifinales.

Tras derrotar al Barça y al Real Madrid, respectivamente, Bayern y Borussia se enfrentaron en la final de finales en Wembley. El duelo era una oportunidad de oro para ambos equipos, deseosos de curar su gafe con la Copa de Europa. Un gol de Robben a dos minutos del final llenó de gloria las calles de Múnich y de pesar las de Dortmund. Dos meses después, el equipo amarillo se vengó en la Supercopla de Alemania, en el primer partido de Guardiola. La victoria no curó las heridas de la Champions, pero sirvió como bálsamo veraniego.