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Blog De la Calle: Y Messi de quarterback...

Fermín de la Calle

Actualizado 06/10/2017 a las 18:41 GMT

Tres partidos, tres empates, tres onces distintos y un gol a favor. Argentina, sin fútbol ni personalidad, puede quedarse sin Mundial. Incluso teniendo a Messi.

Leo Messi (Argentina)

Fuente de la imagen: EFE

Argentina es un tango. Un gol paraguayo en cancha ajena le salvó de la eliminación en la Bombonera ante Perú, como en el 1969. Otro empate, pero este lastimoso, con una decadente albiceleste sin gol ni juego. Martino, Bauza, Sampaoli... Tanto da. Con el actual seleccionador aún no sabe lo que es ganar. Tres partidos, tres empates, tres onces distintos y un solitario gol convertido. Lo anotó Icardi ante Venezuela. Algo que no le ha valido para hacerse con la zamarra titular. Sampaoli da palos de ciego en la pizarra alternando en el mediocampo volantes sin fútbol: Banega, Di María, Biglia, Acosta, Gago... Ninguno es capaz de llevar la pelota a los pies de Lionel Messi en condiciones ventajosas. No tienen una idea de juego, no hay fluidez, no existen automatismos.
Pasan los minutos y Messi agota su paciencia para acabar reculando a la medular e iniciar las jugadas a decenas de metros del área. Jugando de quaterback. Facilitando así la labor de los rivales, sean uruguayos, venezolanos, peruanos o ecuatorianos. Leo se desespera y nadie le da una mano en ataque.
Se barajaba en Argentina si con Sampaoli la albiceleste apostaría por un afilado 4-3-3, mantendría el 4-2-3-1 o pasaría al académico 4-4-2. Sostiene Menotti que "el fútbol es tiempo y engaño y todo lo demás son números de teléfono". Al final resulta que la apuesta de Sampaoli no difiere en nada de la de Martino y menos aún de la de Bauza: Messi y diez más. Esquizofrenia en la banda, histeria en el campo, desasosiego en la grada. Messi no es digno de tamaña condena. Pero la asume resignado sin rechistar ante las patadas de los contrarios y la pasividad de sus delanteros. Di María es una sombra, el Papu un tiro al aire, Rigoti un velocista descontrolado y Benedetto un 9 de liga chica.
El contexto invita a pensar en Dybala, Icardi o Higuain. Pero inopinadamente el seleccionador ha descartado al primero "porque no mezcla bien con Messi", al segundo "porque es otro tipo de delantero" y al tercero lo defenestró al llegar. A Argentina se le perdona no tener gol, se le perdona no tener fútbol, pero jamás la falta de entusiasmo y personalidad. Una displicencia que choca con la actitud de una grada que trata de incentivar a un Messi sumiso. Argentina deambula de El Monumental a La Bombonera como alma en pena.
El gol postrero del bético Sanabria en Colombia ha rescatado sobre la campana a la albiceleste, a la que el calendario ha hecho un guiño con el Perú-Colombia final. Si ganan a Ecuador, que ya no se juega nada, estarán en el repechaje pase lo que pase. Pero para eso deben marcar. Y de paso romper esa insoportable tensión que rodea a la albiceleste desde hace décadas. Es difícil recordar cuál fue la última Argentina que operó como un equipo.
Decía Careca, argentino que dirige a Perú, que "la cancha de Boca es de Boca" en alusión a la utilización de La Bombonera como acicate para la albiceleste. Podría haber añadido que "Messi es Messi en el Barcelona". Cuando juega con Argentina Leo languidece tratando de encontrar un compañero al que asociarse, un cómplice al que tirarle una pared. Alguien. Algo.
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