Blog Uría: Insistir

Por orden del régimen imperante y oficializado por los publicistas del despropósito, el Cholo, el hombre que por lo visto desde ahora hasta el final de sus días estará obligado moralmente a ganar la Liga, la Copa, la Champions, la NBA, la NHL y el Masters de Augusta, además, de la liga de empresas y la de medios, comenzó ganando la Supercopa de Europa. Lo hizo frente a un equipo que sólo había ganado 4 de las últimas 5 Champions en litigio y que tiene más Copas de Europa que el Atleti Ligas. Una anomalía en Matrix, un crimen intolerable contra el buen gusto y una agresión al orden natural de las cosas. Sin VAR, pero con un par, el Atleti hizo todo aquello que ofende a los que se pasan la vida ofendidos. Demostró que no es favorito a nada, sino aspirante a todo, tuvo la posesión cuando debía, salió de contra cuando pudo, supo jugar a remolque y también con el viento a favor y se limitó a, además de jugar bien a fútbol, a eso que ahora está tan mal visto, ganar. Y esta, amigos, es la obra de Simeone, ese tipo que cogió un club moribundo y lo levantó de la nada, para convertirlo en un barrio de Esparta.

Ganó el Atleti porque tuvo un deseo de victoria mayor que el del Madrid, que es el equipo con más gen ganador de la historia de este deporte. Sí, el Atleti, ese al que se pasaron años maltratando con la falsa prótesis del Pupas, ese que no le importa a la prensa que le exige que se cuelgue el cartel de favorito cuando conviene, ese al que supuestamente habían enterrado en Lisboa y Milán, puso toda la carne en el asador y ganó. Lo hizo con Diego Costa convertido en titán y pesadilla blanca, con Lemar dando una lección sobresaliente sobre cómo se juega a fútbol, con Koke echando el corazón por la boca en cada balón, con Saúl convirtiendo un golazo de los suyos, con Lucas dando un clínic de coraje y sobre todas las cosas, con la fuerza mental de un grupo que ha llorado más veces de las que debía, que hoy se siente maduro y que en el campo sabe que, como en el caso del lobo, la fuerza siempre está en la manada. Y este equipo no es el mejor del mundo, por descontado, pero sí es una familia, un grupo unido, con una voluntad de hierro que tiene un sueño: superarse una y otra vez. El Atleti era una misión de vida. Ahora es una idea fanática que va más allá del terreno de juego: si se trabaja y si se cree, siempre se puede. Muchos dicen que no se puede, pero el Atleti puede.

El Cholo-Team ganó. Sí, al equipo cuyo estilo consiste en ganar. Y lo hizo siendo fiel a su patente registrada, conjugando su verbo favorito: insistir. Sí, porque el Atleti es eso, nadar río arriba, vivir en minoría, resistir cuando tienes ganas de dejarlo y ponerte de pie después de cada paliza, incluso cuando quieres renunciar, porque está por llegar el día en que todo merecerá la pena. El Atleti le gritó al mundo en Tallin lo que Clint Eastwood a aquellos morenos a los que preguntó: “¿No os habéis cruzado nunca con alguien al que nunca debisteis haber puteado? Pues ese soy yo”. Y ese fue el Atleti. Apartó sus fantasmas, restañó sus cicatrices, compitió y campeonó. Justicia poética. El Atleti decidió un día que sería campeón sin importar lo que costara. Y después decidió que un día ganaría sin importarle lo que perdiese. Y ese día llegó. Fue esta noche. Porque si el Madrid es ganar, el Atleti es insistir. ¿Mereció la pena la larga espera y el dolor del camino? Por supuesto que sí. Esta es la obra de Simeone. Él ha hecho posible lo que los demás decían que era imposible. Los profetas ladran. Su Atleti cabalga. Su verbo favorito, insistir.

Rubén Uría / Eurosport