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Blog Uría: La flor y el fracaso

Rubén Uría

Publicado 23/05/2018 a las 23:32 GMT

¿Llegar a una final de Champions después de haber ganado dos y perderla es un fracaso? Así, sin anestesia. No es triste la verdad. Lo que no tiene, es remedio.

Zidane, con su primera Champions como entrenador

Fuente de la imagen: Getty Images

Zinedine Zidane llegó al cargo para echar una mano a un club en el que se había ganado, por derecho propio, el estatus de leyenda, sacrificándolo sin dudar porque el Real Madrid tenía un grave problema y estaba inmerso en una crisis de resultado y confianza, así que Zidane se puso a la tarea sabiendo que le iban a basurear el crédito, que le iban a tirar a la cara que apenas tenía experiencia y que, por lo visto, no tenía ni pajolera idea de fútbol, pero se sentó en ese banquillo, en esa silla eléctrica que electrocuta a técnicos de mano dura y blanda, y lejos de acabar hecho fosfatina, creyó en su método, en su mensaje y en su trabajo diario. Hace falta ser valiente para dar un paso al frente para jugarte tu condición de ídolo cuando no tienes que demostrarle absolutamente a nadie, pero ZZ se jugó su reputación, anteponiendo el bienestar del club al suyo propio, interiorizando que afrontaba un desafío mayúsculo en un club que no sólo no espera a nadie, sino que es una máquina de picar carne cuando las cosas se tuercen.
De Zinedine Zidane se dijo que duraría en el Real Madrid menos que un caramelo en un colegio. La verdad es que cogió un equipo devastado, levantó el ánimo de una plantilla deprimida, recuperó el pulso a un Bernabéu lánguido, se plantó en la final de Milán y ganó la Copa de Europa, pero dijeron que no tenía una flor gigante en el mismo lugar donde la espalda pierde su nombre. De Zinedine Zidane se dijo que era un parche momentáneo, una marioneta en manos de un presidente que necesitaba un escudo humano para huir hacia adelante, pero es el primer y único entrenador en conquistar dos Champions consecutivas en formato moderno, es el primer y único entrenador de la historia en haber ganado más rápido 8 títulos europeos – 23 meses-, es el entrenador que menos derrotas ha tenido en sus 100 primeros partidos, es el único hombre en toda la historia en ganar el Onze de Oro como jugador y como entrenador, es el único hombre en la historia de este deporte que ha sido elegido por la FIFA y la IFFHS como mejor jugador y mejor entrenador del mundo y de propina, es el primer y único entrenador en toda la historia del Real Madrid en ganar cinco títulos en un año natural, pero gane lo que gane, dicen que su flor en el trasero ya es un jardín botánico.
De Zinedine Zidane se dijo que los jugadores se lo comerían por los pies, que no tenía nada que hacer en sus duelos tácticos con los mejores, que le faltaba demasiada experiencia, que no tenía poder de persuasión, que no sólo le valdría con sonreír en las ruedas de prensa, que no tendría autoridad para ir en dirección contraria al club en momentos determinados y hasta se llegó a decir no sólo que consentía a los futbolistas, sino que le faltaban redaños para sentar a las estrellas porque no tenía personalidad. Sentó a James. Sentó a Benzema. Sentó a Isco. Sentó a Bale. Y cuando hizo falta sentar a Cristiano y convencerle de que debía jugar menos porque sería mejor para él y para el Madrid, le sentó. Primero dijeron que era flor, luego que era un jardín botánico y ahora dicen que es una selva amazónica. Dicen, dicen y dicen, pero el caso es que Zidane tiene una solución para cada problema y contesta con un título a cada profecía. No está mal para un entrenador que no quería serlo, para un hombre al que se le ha faltado al respeto con una gratuidad exasperante y al que se le ha menoscabado en todas y cada una de sus decisiones deportivas, desde la más nimia pasando por la más grosera.
Hace unos días escuché una de sus impecables conferencias de prensa. Le preguntaron si era un fracaso llegar a la final de la Champions y perderla. Nada más escuchar la pregunta, decidí apagar la radio. Si a estas alturas, a un hombre que lo ha ganado todo, vienen a preguntarle si sus jugadores serán unos fracasados si juegan una final de Copa de Europa y la pierden, es para comer cerillas con la caja dentro. Uno puede entender que no convenza Zidane, que no sea el entrenador preferido de algunos, que no gusten sus métodos, que no le agraden sus cambios, que se critiquen sus alineaciones o hasta su política de fichajes, lo que no cabe en cabeza humana, sea uno del Madrid, del Atleti, del Betis o del Real Irún, es que a un señor que lo ha ganado todo, absolutamente todo, le tiren a la cara, antes de una final, si perder sería un fracaso. Uno no es del Madrid, pero si llegar a finales de Champions y perderlas es fracasar, estaría encantado de fracasar toda mi vida como lo hace Zidane. Y no se trata de besar por donde pisa ZZ, ni de alabarle, ni de lavarle los pies con agua de rosas. Basta con tener un mínimo respeto por un señor que se jugó su estatus de leyenda como jugador, para agrandarla en el banquillo, cuando podría no haberlo hecho y quedarse en casa, sentado sobre su dignidad, otros cincuenta años. El fracaso vende. El respeto, por lo visto, no. Un día gritarán 'Zidane dimisión' y con perdón, dará mucho asco.
Rubén Uría / Eurosport
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