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Los jueves de Luis Villarejo: ¿Y el Madrid, qué, otra vez campeón de Europa?

Luis Villarejo

Actualizado 26/05/2022 a las 08:56 GMT

La semana que viene se cumplen 12 años de la muerte del abuelo de Majaelrayo (Guadalajara). Se fue de este mundo antes de cumplir los 88. Jesús García Velasco se hizo famoso ya de anciano por pronunciar una célebre frase en un anuncio publicitario en la tele. Poca gente se acuerda de la marca que aquel abuelo ponía en valor.

Le Real Madrid, tombeur de Manchester City en demi-finale de la Ligue des champions

Fuente de la imagen: Getty Images

Era un todoterreno de la marca Mitsubishi que llegaba a un territorio remoto e incomunicado. Y desde ese paisaje, el entrañable Jesús decía aquello de ‘¿Y el Madrid, qué, otra vez campeón de Europa?.
Desde aquella fecha al 2022, el Madrid ha sumado cuatro Champions más. Con lo que si esta empresa japonesa de coches quisiera reiterar el mensaje, podría prolongar el ruido unos años más tranquilamente. El Madrid es una máquina de ganar y repasar los historiales de su plantilla actual confirman que miran ya a los ojos a la generación de Alfredo Di Stéfano.
Modric, sin ir más lejos, levantaría cinco trofeos. Son dígitos de excelencia, marcados a fuego en un grupo de jugadores que han sabido responder a la exigencia del club. Futbolistas que superan la treintena, en plena forma, con corazón de juvenil y que están arropados por chicos jóvenes como Vinicius y Rodrygo, que han sido clave para resetear al equipo y suplir el bajón de Hazard y de Bale.
Carlo Ancelotti ofreció esta semana una conferencia de prensa magistral. De esas que en el argot de los fontaneros de la comunicación se conoce como ‘se fumó un puro’. Una expresión que identifica al protagonista con la calma, el sosiego, dominar el escenario con experiencia y sobre todo naturalidad. Ancelotti, cuando gana, incluso se fuma un puro de verdad como recurso de relajación y felicidad. Vimos estos días también a Pep Guardiola con su habano feliz en la celebración de la Liga del Manchester City.
Los grandes jugadores, los capitanes, siempre dicen que los triunfos en la vida hay que celebrarlos. Nunca sabe uno cuándo será la última vez que la vida te permite esbozar una sonrisa, dar saltos de alegría y abrazar a tus amigos. Todo lo bueno hay que celebrarlo.
Ancelotti es querido y admirado por su naturalidad. Y como tipo normal tiene sus miedos, como todo el mundo. Reconoce que cuatro horas antes de una final como la que afronta el Madrid el sábado en París, el corazón se le acelera y los nervios le inundan hasta que justamente el balón empieza a rodar.
Carlo Ancelotti tiene carisma. Ha encajado como anillo al dedo en el Real Madrid. Viene de una estructura de celebrities en su época de jugador en un club grandioso como el AC Milán, educado en la victoria. Los jugadores son sus amigos. Es una frase suya que llama la atención. Sus cambios en el terreno de juego, en medio del barullo, son siempre inteligentes, racionales, cartesianos, a menudo se le ve siempre abrazando al futbolista, especialmente a tipos como Casemiro, que ejerce cada vez más su liderazgo en el terreno de juego.
Ancelotti duda entre el once del inicio y el once que acabará el partido. No tendrá nada que ver. Prevé un partido largo, de resultado ajustado con opciones de alargue e incluso penaltis. Si entra Valverde de inicio se caería Rodrygo, que por meritocracia en los últimos partidos de Champions debería salir en la foto oficial de arranque en el posible equipo campeón en París.
Los tiempos cambian. Antes, en las fotos que el Madrid exhibía en el palco del Bernabéu, siempre aparecía el once titular con la Copa de Europa delante. Incluso había fotos de posado con la orejona delante. Pero siempre once, incluso con el entrenador, Miguel Muñoz en su época. Hoy, en el 2022, es impensable ganar una final con protagonismo sólo de once jugadores. Participan hasta 16 jugadores y uno más incluso si hay tiempo extra. La foto se ha ampliado. Es más justo.
El once que acabará la final frente al Liverpool será radicalmente distinto al que comience. Habrá cambios en todas las demarcaciones. Ancelotti tiene tres entrenadores en el campo. Dos, seguros titulares: Casemiro y Kroos. Uno, en teoría, en el banquillo, Nacho, con un orgullo y unos valores del club, que transmite a los extranjeros nuevos, un chico sencillo, humilde y que son de los que deben jugar en el club hasta que él quiera.
Nacho y Carvajal, los dos chicos de la cantera, por cierto, deberían tener una dedicatoria especial si ganan la final. La número 14. Un brindis por aquel equipo de los García, hecho en casa, sin grandes fichajes al vivir tiempos difíciles en la tesorería. Un gran Real Madrid, que cayó en la final ante el Liverpool de Kenny Dalglish del año 1981. Para todos ellos: Agustín; García Cortés, García Navajas, Sabido, Camacho; Angel, Stielike, Del Bosque; Juanito, Santillana y Cunningham. Pineda salió al final. Y su técnico Vujadin Boskov.
Tras ganar la Séptima en Amsterdam, Manuel Sanchís, como capitán recogió la Copa de Europa. Y lo primero que expresó fue su recuerdo a sus compañeros de la Quinta, al equipo que cayó en su día ante el PSV y que le privó de estar en una final. Más de uno lloró aquella noche viendo a Sanchís, por la televisión. Seguro que Nacho, Carvajal o el mismo Ancelotti podrían acordarse, si gana, de aquel Real Madrid que perdiendo con un 1-0 ante el Liverpool se quedó sin la Séptima de entonces aquel 27 de mayo de 1981. La memoria hace grandes a los clubes. Este Real Madrid es con 1525 millones de euros la marca de fútbol más valiosa del mundo, según datos de Brand Finance. Los grandes jugadores crecen en el siglo XXI con grandes equipos, pero también con detalles de memoria que colocan a al Madrid en la excelencia.
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