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Dimito, me voy

Sergio Manuel Gutiérrez

Publicado 30/04/2024 a las 14:19 GMT

No os lo quería decir así, pero estoy a punto de dimitir. Sí, ando pensando en abandonar. Creo que voy a dejar todo esto por el bien de mi familia, de mí mismo, qué más da si porque los objetivos no se han cumplido o porque se han cumplido demasiado bien. El que caso es que me marcho. Voy a dimitir y vosotros continuaréis igual, algunos mejor y otros peor, pero ya sin mí.

Xavi Hernández en la rueda de prensa de este jueves

Fuente de la imagen: Getty Images

No inmediatamente, claro. Antes debo cumplir con mis obligaciones a corto plazo, preparar el camino y pensar en lo que haré después. Uno no puede dimitir sin más, hala, me voy, pegar un portazo y quedarse con una mano delante y la otra detrás. Hay que pensar un poco en el futuro. Desde luego, dimitir resulta mucho más fácil cuando ya cuentas con alguna oferta tentadora, sobre todo si tienes la vida resuelta y el dinero por castigo, o cuando al menos tu rostro y tu nombre están siempre en todas partes y gozas del debido prestigio dentro de tu profesión.

Xavi y el albañil

No dimite igual un entrenador del Barça que un albañil de las obras del Camp Nou. Aunque se suela creer lo contrario, resulta muchísimo más sencillo dimitir del trabajo de tus sueños. Además, lo lógico es que todo el mundo quiera fichar al último técnico del Barça, aunque haya hecho algunas cosas sólo regular de un tiempo a esta parte.
Así que una mañana te levantas con el pie cambiado, lo piensas un rato y zas, dimites. Bueno, anuncias que dimites con varios meses de antelación. ¿Qué es lo peor que te puede suceder tras dejar ese banquillo? ¿Que te paguen una millonada en China o en Catar?, ¿que te pretenda el Manchester United?
Dimites y provocas una reacción, un terremoto controlado. Ojo, que he dimitido, dijo Xavi Hernández. Poneos las pilas. Venga, a trabajar. Y siguió mandando.
A menudo magnificamos los problemas de los que están arriba, pues nos parecen los más importantes e incluso los únicos dignos de atención. Tratamos a los personajes públicos como reyes atormentados por la responsabilidad del trono, pero os aseguro que sus cuitas son puras minucias en comparación con los quebraderos de cabeza de quienes se encuentran abajo. Xavi Hernández puede decir que se va y luego irse o no irse. El albañil probablemente ni siquiera se pueda llegar a plantear la dimisión.

Razones para dimitir

Hay mil razones para dimitir: quizá ya no puedes hacer más, o bien tus futbolistas se han cansado de ti, o ya no entrenan con la misma intensidad… Lo que un día funcionó de repente ha dejado de servir. Dimites a veces porque eres muy bueno y alguien llega con un cheque mejor, o porque te has dado cuenta de que te equivocaste y en realidad no deseas lucir por más tiempo los colores del club al que representas. Dimitirías, si te lo pudieras permitir, por puro agotamiento, porque necesitas descansar. Dimites porque las razones que te mantenían aquí un día pesan menos que las que te animan a marchar.
Hay dos tipos de dimisionarios: los voluntarios y los forzados. No siempre los primeros son los respetables y los segundos los repudiados. Uno puede dimitir voluntariamente por dignidad pero también por oportunismo, una vez esquilmado todo recurso disponible. Conozco lugares en los que alguien dimitió voluntariamente pero allí nunca volvió a crecer la hierba. Del mismo modo, hay quien sale forzado de un trabajo porque merece sus buenos gorrazos… y hay quien dimite porque lo echa sin echarlo una banda de cabrones.
La verdad, por supuesto, no es absoluta. La diferencia estriba en quién y cómo te cuenta la historia.
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Pedro Sanchez spotkał się z Luisem Rubialesem

Fuente de la imagen: Getty Images

Razones para no dimitir

El tema es que dices que dimites, pero luego tienes que dimitir de verdad. Igual que un suicida felizmente inhábil para quitarse la vida, el dimisionario pudo tomar la decisión en caliente y haberla aplazado en su ejecución por cualquier motivo práctico (la temporada, los chicos, la lealtad al escudo). Luego ya ves cómo cambian las cosas.
Existe el apego al cargo, sí, y al salario o el poder que el cargo conlleva. Hay quien cree que a partir de cierto patrimonio no distingues millón arriba o millón abajo, y que son otras cuestiones, como las relacionadas con el honor o la proyección de una imagen personal determinada las que cobran mayor peso. Sin embargo, disponemos de ejemplos sobrados para afirmar que quien junta una montaña de dinero normalmente ansía una segunda.
Nunca hay un único argumento para quedarte después de haber dimitido, pero la cosa pecuniaria casi siempre tiene algo que ver.

La gran dimisión

Son tiempos de dimisiones masivas, pero de las de verdad, no de las amagadas. Porque la dimisión, en el fondo, o es una cosa del presente o no es dimisión. Las dimisiones en diferido no existen. Son mera pose, en el mejor de los casos dimisiones emocionales, imaginarias. Cuántas parejas dimitieron de su amor hace mucho pero se resisten a romperse como pareja.
Según dónde y cómo, dimitir y no marcharte puede ser una de las cosas más tristes que te sucedan en la vida.
Quienes mandan tienen miedo de que dimitas. No tú, sino tú y todos los que están a tu lado. La gran dimisión (cientos de miles de personas en los países desarrollados rechazando o abandonando trabajos precarios, que ya no les compensan) pone en entredicho nuestro modelo de organización social y la propia dignidad de quienes te contratan.
Sin embargo, dimitir es casi siempre y antes que nada una derrota, el fin de un sueño y la victoria de tus enemigos. Es una pequeña muerte. Del mismo modo que todos querríamos quedarnos a ver qué sucede después de irnos (saber cómo crecen nuestros hijos, cuántos partidos gana nuestro equipo o qué presidente elegimos), en toda dimisión subyace también un componente de abdicación. Porque a cualquier dimisionario le gustaría controlar lo que vendrá después, quién llegará para hacerlo malo o para hacerlo bueno.
Así que un servidor dimite, se va. Es cierto que hay unas pequeñas cuestiones prácticas que solucionar, ciertas dificultades y todo eso. Por tanto, esta es una dimisión aplazada. Yo dimito, y después ya se verá.
Sergio Manuel Gutiérrez es comentarista de Eurosport España.
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