Los jueves de Luis Villarejo: Mbappé baja a la tierra

Allan y Bárbara Pease llevan vendidos más de 25 millones de ejemplares de su famoso libro 'El lenguaje del cuerpo'. Si actualizan una reedición en Europa tendrían un filón en analizar los gestos de Kylian Mbappé en el último año. Les daría mucho juego. La traducción de los gestos, de las medias sonrisas, de sus aspavientos, de sus quejas, son un repertorio fascinante de manual en una estrella mundial como Mbappé. Sus ademanes invitarían a dibujar su personalidad y su estado anímico actual.

Mbappé no lo sabe, estará de vacaciones rumiando la eliminación de Francia, pero el fallo de ese penalti ante Suiza es lo mejor que le ha podido pasar en su carrera deportiva. Se dará cuenta con el tiempo y si tiene suerte de contar con un entorno majo, sensato y racional. En el mundo del fútbol cuando estás agrandado -lógico y entendible cuando uno es un chaval-, comienzas a levitar, a vivir en la burbuja, a sentirte superior, a ser altivo, a no aguantar que te empujen en el césped, a mirar por encima del hombro a tus rivales, con salarios infinitamente inferiores al suyo. A decirte a tí mismo ¡que guapo soy, qué tipo tengo¡, en tus redes.

Y ahí llega el cortacircuito. Por eso, un baño de realidad, de bajar a la tierra, de sentirte que eres humano, que no eres infalible por mucho que la corte habitual de aduladores te diga que eres el tipo más chulo del mundo. Un error, de verdad, a veces viene bien. Así que Mbappé ha tenido suerte, mucha fortuna de vivir el lado amargo de la vida un ratito. No pasa nada. El ruido mediático se apaga rápido.

Porque seguro que, de ese traspiés, saldrá reforzado, con un espíritu distinto, con un talante asociativo, gremial, cooperativo y mucho más si llegara al Real Madrid. Para Mbappé sería un estímulo fichar por el Real Madrid, un club donde nadie vive del recuerdo, donde se juzga tu labor cada semana, donde nadie puede vivir de una noche de ensueño, ni de la nostalgia y donde hay que ponerse las pilas desde el minuto uno, si no quieres acabar como Bale o Hazard, dentro de una centrifugadora. Porque el Madrid no es el PSG. En París, está protegido, pero en Madrid partiría de cero con obligación de agradar continuamente. En el Madrid no hay vacaciones ni períodos de transición.

Mbappé necesita reflexión, ver vídeos suyos en la tele. Y cambiar actitudes. Suele ocurrir que al futbolista famoso nadie le dice la verdad. Es uno de los verdaderos dramas de la gente del márkerting y de la comunicación a sueldo del 'jefe futbolista'. Cuando es todo lo contrario. Si quieres que te respeten este tipo de personajes, hay que hablarles claro, directo, sin tapujos. Es preciso olvidarte del mito y entrar al cuerpo a cuerpo con determinación. Los cracks del fútbol, si son inteligentes, entienden mejor los mensajes desde la crítica. Constructiva, pero desde la crítica. Al pelota, con el paso del tiempo, lo desprecian.

Mbappé es un futbolista muy grande. Un talento descomunal. Y al que seguro la introspeccion post Eurocopa le permitirá encontrar su camino ideal. Afortunado es Mbappé si quiere contrición, porque Mauricio Pochettino, Jesús Pérez y Toni Jiménez, son gente de fútbol de verdad, que van a levantar el ánimo de Mbappé si finalmente se incorpora al al PSG este verano.

Entretanto, España y Luis Enrique pueden adelantar los plazos del éxito a una generación joven, valiente, con chicos, muchos de ellos que a veces no saludan cuando salen de un restaurante porque son tímidos, no se sienten aún famosos y entienden que los cracks son otros. A la mayoría si los ves por la calle, el gran público no los conoce aún bien. Pinta que tras la Eurocopa, los chicos que juegan fuera, lejanos para el público español, por fin serán más cercanos y populares. De los cinco goles ante Croacia, cuatro fueron de gente que juega fuera de España: Sarabia, Morata, Azplicueta y Ferran. Todos muy grandes. Y un dato extra. La selección vende, vende mucho. Finetwork, el nuevo patrocinador principal del equipo, ya sabe el potencial de este equipo.