Inglaterra, envidia sana

Hace un par de meses, la ilusión de España era real. Ser campeona de la Eurocopa era un objetivo, por mucho que el seleccionador y las propias jugadoras rebajasen la euforia. Las lesiones de Jenni Hermoso y Alexia Putellas cambiaron el panorama, pero aún había mimbres para hacer algo grande. La Roja, sin embargo, cayó de nuevo ante dos selecciones de su 'escalón', las mismas que jugaron la final en Wembley ante más de 80.000 personas. No hay partido en el que Inglaterra haya sufrido más, pero acabó ganando de todos modos. Como Estados Unidos en el Mundial 2019. Por segundo gran torneo consecutivo, nos fuimos con la sensación de que habíamos jugado como nunca, pero habíamos perdido como siempre.

Del orgullo se vive hasta cierto punto. Aplausos merecen a miles las jugadoras de una selección que sufrió todo tipo de contratiempos y que perdió a su gran líder tres días antes del debut. Pero no hay que caer en la eterna autocompasión. Dentro de un año hay Mundial y España debe aspirar otra vez a lo máximo. No por el peso de su historia, todavia huérfana de conquistas, sino por la tremenda calidad de sus futbolistas y el esperanzador futuro que atesoran muchas de las que asoman en categorías inferiores (este verano ya hemos ganado oro y plata en dos Europeos). El problema es que da la sensación de que el gran talento de esta Selección se está desaprovechando, y que aquellos que se sientan en los despachos no hacen por el fútbol femenino lo mismo que ellas hacen en el césped. Ni mucho menos.

En 2019, cuando la RFEF se impuso a la Asociación de Clubes de Fútbol femenino (ACFF) y creó su propia Liga (la Primera Iberdrola), en la presentación de la misma aseguró que el fútbol femenino español se reestructuraría en base a otros modelos exitosos, poniendo como ejemplo el australiano, el alemán... y el inglés. Han pasado más de tres años desde entonces, y la liga española no ha hecho más que distanciarse de la inglesa en todos los aspectos excepto en el futbolístico. Inglaterra disfruta de una liga competitiva que abre las puertas a los grandes estadios, traslada al futfem el espectáculo televisivo de la Premier League masculina, cuenta con una plataforma para ver todos los partidos desde cualquier dispositivo y cualquier parte del mundo, y en esta Eurocopa ha dado una descomunal demostración de lo que son capaces a nivel organizativo y márketing. Récords de audiencias (17,4 millones en todo el torneo) y de asistencia a los estadios (al acabar la primera jornada de la fase de grupos ya habían superado la de la edición anterior, en 2017 en Países Bajos). La imagen idílica de Wembley a rebosar mientras veía a su selección ganar su primer título continental es (y el primero del fútbol inglés desde el Mundial de 1966) es algo con lo que sueña cualquier nación.

"Sí que es verdad que las facilidades para los aficionados de cara a la visibilidad y televisión es más fácil en Inglaterra, es algo que puede mejorar en España. Pero poco a poco y con la profesionalidad, se va a mejorar", nos decía Ona Batlle, jugadora del Manchester United y de la Selección española, antes de arrancar la Eurocopa. La realidad es que de la nueva liga profesional no se conoce ni su nombre. La fecha prevista de inicio es el fin de semana del 10-11 de septiembre, pero el sorteo del calendario se pospuso por un bochornoso conflicto entre la LPFF y la RFEF, que se disponían a celebrar dos sorteos de forma simultánea. En la Barclays WSL, sin embargo, ya cuentan con calendario, horarios de la primera jornada y hasta televisiones. Dos partidos se verán en Sky Sports y uno en la BBC. Estas dos últimas cadenas firmaron contratos históricos por nueve millones de euros anuales para las temporadas comprendidas entre 2021 y 2024. En España aún no sabemos dónde podremos ver el fútbol femenino, alargando un conflicto que no parece tener fin. La pasada campaña era misión casi imposible ver los partidos del Atlético de Madrid, por ejemplo. Ya lo dijo Alexia Putellas en el Hormiguero. "Hay que dar facilidades. Que vean las noticias y sepan y tengan información de a qué hora es el partido y en qué canal lo pueden ver. Ese acceso a veces cuesta mucho. Cuando se tiene eso la gente responde, como lo que vivimos en el Camp Nou".

Y sin televisión, no hay audiencias. Las mismas que han batido récords en RTVE con los partidos de la Selección española: solo el choque ante Inglaterra en cuartos de final registró más de 2,4 millones de espectadores de media. La promoción y difusión del fútbol femenino en nuestro país también deja mucho que desear, no solo por parte de quienes organizan las competiciones, también de algunos clubes con las redes sociales abandonadas y la interacción con el aficionado prácticamente nula. El Barça y sus espectaculares récords en Champions en el Camp Nou, así como la asistencia habitual al Johan Cruyff (entre 5000 y 6000 espectadores de media) es un oasis en una liga donde la mayor parte de los equipos juegan en ciudades deportivas, algunas de ellas no aptas para el desarrollo óptimo del fútbol de alto nivel (y que deben mejorar de cara a la 22-23, ajustándose a los parámetros de la liga profesional). Por otro lado, elegir sedes como Las Rozas o el Estadio Santo Domingo de Alcorcón para la Supercopa o la final de Copa de la Reina es un paso atrás teniendo en cuenta el éxito vivido hace tres años en el Nuevo Los Cármenes.

Queda mucho por mejorar. Mucho para vernos en circunstancias semejantes a las del fútbol femenino inglés, potenciado escalonadamente desde los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde acaparó muchos focos. Esos focos se han triplicado en esta Eurocopa donde se para colmo se han coronado como campeonas. ¿Envidia? Desde luego.