Los jueves de Luis Villarejo: Rüdiger vs Dembélé y Raphinha

Rüdiger se recupera en casa, tira de antiinflamatorio para rebajar la hinchazón del párpado izquierdo, y se protege de la cremallera de veinte puntos sufrida ante el Shahktar. Visto el panorama, seguro que Rüdiger fue uno de los pocos ciudadanos que no salió este pasado miércoles a la calle en Madrid, donde la tarde primaveral llenó todos los eventos que anunciaba la ciudad.

Se colgó ‘no hay billetes, sold out’ para españoles y turistas en las taquillas del museo Thyssen que exhibe la exposición Picasso/Chanel, circunstancia que te reconforta con la humanidad; la plaza de toros de las Ventas, repleta, para ver la no presencia de Mbappé, y la aparición estelar de Sergio Ramos alentando a su gran amigo, el maestro Talavante; las colas daban la vuelta al Museo del Prado en busca de una tarde cultural; el estadio Civitas Metropolitano rugía rebosante ante el Brujas en la Champions League, buscando un gol imposible y balsámico; y cerraba así la noche de un 12 de octubre que había comenzado ya con brío desde las 11 de la mañana con el desfile militar en el paseo de la Castellana.

Madrid es una ciudad dinámica, viva, donde se suceden eventos uno detrás de otro. El próximo, el Clásico, un Real Madrid – FC Barcelona, que despierta pasiones, y al que llega el Madrid con entusiasmo, con el gol de cara, el factor confianza y unos días previos que podría hacer meditar a Carlo Ancelotti algún cambio en su once inicial, sobre todo después del perfil Braveheart que mostró Rüdiger en Varsovia, partiéndose la cara por el equipo. El Barça llega con dudas y con un sistema defensivo en solfa.

Rüdiger podría jugar de lateral izquierdo. En el Madrid ya lo ha hecho. Y en sus días del Chelsea, en defensa de tres, conoce el oficio. No le es ajeno el módulo. Si no estuviera en el estado físico maltrecho actual, sería titular seguro ante el Barça. Ancelotti aplaude la meritocracia, más si es de un tipo racial como Rüdiger, que dejaría a Mendy en el banquillo.

Frente a los que piensan que su morfología no le invita a ser rápido, la percepción y el big data confirman lo contrario. Antonio Rüdiger podría tener un duelo espectacular contra Dembélé o Raphinha. Tiene dígitos en velocidad máxima superiores a Mendy y por encima de Dembelé y Raphinha, si uno de los dos juega por la banda derecha en el Bernabéu. Ayer, de inicio, ante el Inter en el Camp Nou, Dembelé. ambidiestro, se echó a la izquierda y Rafinha entró desde el carril derecho. Aunque Xavi acabó con Dembelé cambiado de banda y Ansu Fati de extremo sustituyendo a Raphinha.

Rüdiger tiene porcentaje de hasta 34,5 km/h, llegó incluso a 36,7 con el Chelsea siendo el jugador más rápido de la Premier League-. Dembelé se arranca hasta 32,4 km/h y Raphinha alcanza los 33,71 km/h, cifras todas ellas que ponen de relieve la explosión de Rüdiger, con un somatotipo de velocista al estilo de Fred Kerley, el nuevo rey de la velocidad en los cien metros lisos.

En una semana normal y después del choque frontal que dio al Madrid ya el pasaporte para los dieciseisavos de final, Rüdiger habría sido titular. Ahora, las consecuencias del golpe le podrían dejar fuera, si bien el Bernabéu se vendría abajo en el momento que caliente en la banda. Un apunte sí quedó claro. Cada vez que el Madrid esté en modo arreón de última hora, como su amigo Toni Kroos le invite a subir a rematar de cabeza, un nuevo actor se suma al miedo escénico que padecen los rivales.

Rüdiger dice el día después de su vuelo en Polonia: “lo que no te mata, te hace más fuerte”. Una frase de uso común en el deporte para vencer la adversidad, pronunciada en su día por Nietzsche y que ayuda a superar dificultades.

Antonio Rüdiger va sumando adeptos en el público del Madrid. Cae bien. Tiene el carácter que gustan a su gente. Esta semana, en el Teatro Real, Mario Vargas Llosa recibió un reconocimiento como madrileño del año. El escritor peruano recordó que “ningún extranjero recibirá jamás hostilidad en Madrid, una ciudad donde nadie te interroga de dónde eres”. El alcalde de Madrid, Martínez Almeida, recordó que Vargas Llosa comenzó a escribir en 1958 ‘La ciudad y los perros’ en una taberna llamada El Jute, en la esquina de la calle Doctor Castelo con Menéndez Pelayo. Ahora se llama Arzábal. Desde el cristal, veía Vargas Llosa los castaños del Retiro, mientras escribía una obra maestra.

El central alemán es natural, afable, come pizza, parece un vecino, eso sí, cuadrado y musculado. Y seguro ha contrastado ya, como argumenta un premio Nobel como Vargas Llosa, que Madrid es una ciudad literaria y musical, donde nadie se siente extranjero. Rüdiger, de marcar un gol como el del Shakhtar Donetsk en la final de Champions este año en Estambul, seguro también podría ser madrileño del año.