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Mi historia de Ladislao Kubala

Álvaro Ferreres

Actualizado 14/09/2018 a las 16:17 GMT

Esta es una pequeña parte de la historia de un futbolista que tuvo una vida llena de éxitos y batallas deportivas, pero que por encima de todo fue un personaje enigmático dentro y fuera del campo. Ladislao Kubala dejó en España miles de recuerdos. Este es el mío.

Ladislao Kubala.

Fuente de la imagen: Imago

Enrique Bussián, mi abuelo, y Kubala eran grandes amigos. Además de inmigrantes, juerguistas empedernidos y apasionados del fútbol. Como errantes llegaron a este país y como entrenador e hincha coincidieron en un avión camino de Alemania: sintiendo los colores de una selección española que ambos abrazaron como propia. Allí, a nueve mil pies de altura, se fraguó la amistad entre un armenio criado en Marruecos y un húngaro que pasaría a la historia.
Ladislao era un hombre maravilloso. Así lo definía mi abuelo. Un ser generoso que mantuvo a cientos de familias en una Hungría triste y hambrienta que vivía de los despojos de la casi extinta Unión Soviética. A imagen y semejanza del Marruecos oscuro que le tocó vivir a mi abuelo, benefactor y mecenas de su extensa familia en Fez. Ambos huyeron. Ambos llegaron a España. Y ambos encontraron la fortuna y la riqueza en el exilio. Quizá por eso Laszi vivió toda su vida a lo Ronaldinho, pero sin faltar a un solo entrenamiento y recuperando cada exceso que marcó su existencia con sacrificio y un físico portentoso. El húngaro era carne de gimnasio en un tiempo en el que los futbolistas lo frecuentaban mucho menos que ahora.
Para poder triunfar, Kubala tuvo que sobrevivir a la II Guerra Mundial y atravesar el telón de acero jugándose su vida y la de su familia. Escondido en un camión con matrícula soviética llegó a Austria y con un pasaporte falso viajó a Italia. Tardaría años en volver a reencontrarse con los suyos. Mi abuelo era un niño cuando atravesó el estrecho con lo puesto: nacido tras el genocidio turco en Armenia, exiliado en Marruecos y emigrante en España. La España de Franco, la misma que enamoraría al ‘barcelonés de Budapest’, y donde Joan Manuel Serrat le dedicó una canción que abandera un himno de la historia culé: 'Temps era temps'.
Kubala fue un hombre adelantado a su tiempo, que lanzaba faltas con el interior del pie y que en los entrenamientos se entretenía intentando golpear el larguero con el balón. Era un idealista del balón. Un apasionado. Una pasión que compartía con mi abuelo en cada cosa que hacía. “Compra y vender. Comprar y vender”, esa era la gran pasión de mi abuelo. Pastor de nacimiento, buscavidas por necesidad, relojero de profesión y ferviente amante de los animales. Como Laszi, que jugaba a todas horas con sus dos enormes pastores alemanes con los que vivía en aquella Barcelona a la que llegó el 15 de junio de 1950. Viajó a la capital Condal con un equipo de exiliados para disputar un partido amistoso frente al Espanyol. Sarriá lo vio, pero Les Corts se lo llevó. Era el germen del gran Barça. El Barça de las Cinco Copas.
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Ladislao Kubala con el Barcelona

Fuente de la imagen: Eurosport

Si algo tuvieron en común Ladislao y mi abuelo fue el gusto por la buena vida. Y a fe que el húngaro no se privó de nada. Lo digo porque en casa de mi abuelo se esperaban con excesiva ansiedad las latas de caviar ruso que Lazsi mandaba con religioso compromiso navideño el uno de enero de cada mes. A la par que mi abuelo se olvidaba de su religión y devoraba casi a diario jamón de jabugo pata negra. Mención aparte merecen las juergas, fiestas y salidas nocturnas con acopio de buen vino y otras viandas de las que los mencionados dieron siempre muy buena cuenta. Amén de otras historias... De las que ya hablaron otros.
"Las mujeres se volvían locas por él y las putas lo confesaban. Las canciones de moda adaptaban sus letras al bello eslavo: La raspa la inventa  Kubala con su balón. Kubala pasa a Cesar. Y Cesar remata…Y gol”. Son versos de Joan Manuel Serrat, que más que ser del Barça ha sido toda su vida kubalista. “Era un ídolo al que sus pecados y sus goles mitificaban. Se hablaba de que salía a jugar después de una noche de farra sin dormir, borracho incluso, y a pesar de ello corría como el que más y marcaba más goles que nadie. Cuando yo era un crío todos queríamos ser Kubala”, confesó en su día el cantautor culé. Mi abuelo nunca quiso ser Kubala, lo que quiso es que Kubala fuese entrenador de Atleti, y a fe que se lo repitió hasta la saciedad. Enrique Bussián pertenecía a esa eterna estirpe de colchoneros aguerridos, antimadridistas y de ventrículo rojiblanco, que más que bombear foguean mosqueo continuo y perpetuo. En su vida no fue leal a nada tanto como lo fue a su Atlético de Madrid.
Esa misma devoción la tuvo Kubala por su Barça y ‘el sentiment culé’ por él’. Porque el barcelonismo nació con él y contra el Régimen. Siempre tan blanco. Tan del Madrid. Era un húngaro rubio que, después de jugar con Hungría y Checoslovaquia, llegó a España huyendo de las garras del comunismo, tal y como rezaban los eslóganes de la época. Ese era Kubala. El futbolista que cambió la historia del FC Barcelona. El que le ganó al Madrid. El primero que cambió el orden establecido y él que llenó la ciudad Condal de camisetas azulgranas con el ocho a la espalda. En el FC Barcelona triunfó y en el Espanyol cerró su periplo como jugador en España. Aunque volvería para ser seleccionador español durante 13 años.
En la trastienda de una vieja relojería de la calle mayor de Madrid se verían por última vez. Los dos miraban al futuro con tranquila indiferencia. La que da haber cumplido en este mundo con creces. Ladislao Kubala falleció en mayo del 2002 dejando un reguero de recuerdos que perduran en la memoria de aquellos que tuvieron la suerte de verle jugar. Mi abuelo, tan futbolero, moría un año después durmiendo plácidamente y soñando con su Atleti. Pero no me cabe duda de que en algún momento tuvo un último recuerdo para aquel tipo que conoció a nueve mil pies de altura, y al que siempre recordó como a una de las personas más nobles y humanas que había conocido. Eso sí, siempre le reprochó que no hubiese fichado por el Atleti. “Con el rubio en el banquillo otro gallo nos cantaría”, solía decir.
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Ladislao Kubala

Fuente de la imagen: Eurosport

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