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Historias Eurosport: Francia y la gloria tardía

David Orenes

Actualizado 14/07/2018 a las 19:23 GMT

Dicen que el fútbol lo inventaron los ingleses, pero que fueron los franceses los que lo moldearon. Los que consiguieron que diera la vuelta al mundo. Los que lo convirtieron en el deporte rey. Sin embargo, en el mayor torneo, impulsado por ellos mismos, nunca han sido capaces de dar un golpe sobre la mesa.

Alemania-Francia en 1982

Fuente de la imagen: Getty Images

En el país galo se ha jugado al fútbol desde siempre. En la Edad Media la gente se divertía con el soule, un juego de pelota más parecido al rugby que al balompié. En los bosques y prados de Normandia dos pueblos peleaban por llevar el balón de un extremo al otro en una lucha encarnizada y cargada de pasión. Una vez los británicos establecieron las reglas, allá por 1863 en la conocida Freemason's Tavern, poco tardaron en fundar clubes por toda Europa, siendo el Le Havre Athletic el primero en suelo francés.
En 1892 se disputó el primer partido oficial, y solo dos años más tarde se creó el campeonato francés. Fueron los periodistas franceses los primeros en considerar al fútbol como un deporte a principios del siglo XX. Ya entonces la selección francesa comenzó a disputar amistosos, y fue en París donde nació la FIFA primero y la UEFA después. Fue un francés, Jules Rimet, quien puso todos sus esfuerzos en la creación de la Copa del Mundo, que incluso se llegó a llamar por su nombre durante 24 años. Fue también un francés, Abel Lafleur, quien esculpió el trofeo.
Francia, aunque no ganó su primer título mundial hasta seis décadas después de su nacimiento, hizo historia en el torneo desde el principio. Los bleus disputaron el primer partido, ante México. Un francés, Lucient Laurent, marcó el primer gol. Los bleus fueron pioneros en alinear a un jugador de raza negra (Raoul Diagne, en 1938). El galo Just Fontaine logró la hazaña de anotar 13 goles en una sola edición en 1958. Laurent Blanc, natural de Alès, marcó el primer gol de oro de la historia de los Mundiales. Precisamente, en este Mundial de Rusia, fue la primera selección a la que le validaron un tanto con la tecnología de la línea de gol y otro con el VAR.

El gen ganador

En la historia del torneo siempre está Francia, pero ésta casi nunca le ha hecho justicia. O al menos, nunca a la altura de las expectativas del pueblo galo. En contraposición con países como Italia o Alemania (cuatro títulos cada uno), Francia acumuló fracasos sonoros y oportunidades desperdiciadas en minúsculos detalles. Entre el primer Mundial (1930) y el de España (1982) solo contó con un equipo con posibilidades reales de triunfo, pero se topó con la Brasil de Pelé, Garrincha y compañía. El resto, tres ausencias, cinco eliminaciones a las primeras de cambio y unos cuartos de final en ‘su’ Mundial en 1938.
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Platini se lamenta en el Alemania-Francia de 1986

Fuente de la imagen: Getty Images

Fue en los años ochenta cuando la ilusión volvió al país galo. En España, un equipo renovado, con un centro del campo exquisito y un líder nato (Michael Platini) alcanzó las semifinales por primera vez en 24 años gracias al talento de sus jugadores y a lo ‘asequible’ del camino. En un partido a cara de perro con Alemania, Francia se llegó a poner 3-1 en la prórroga, desperdiciando la ventaja en apenas seis minutos. En los penaltis, la Mannschaft volvió a ser infalible.
Francia desperdició una oportunidad única de jugar una final de un Mundial. La mejor generación de los galos vio como se le escapaba de entre los dos, en dos ediciones consecutivas, la disputa del último partido. Alemania, que sí poseía el gen de los campeones, volvió a ser su verdugo en 1986, esta vez de forma incontestable. El castigo, además de la pena de volver a quedar con la miel en los labios, fue esperar doce años hasta disputar un nuevo Mundial. Pero quizás la espera mereció la pena.

A todo color

La generación de Platini no pudo triunfar en un Mundial, pero sí en la Eurocopa, donde el crack de la Juventus hizo nueve goles, incluido uno en la final a España (en la peor noche de Luis Arconada). Sin embargo, aquel éxito, el único desde el nacimiento del fútbol en el país galo, quedaba huérfano sin su hómologo en la Copa del Mundo.
Tras pasar doce años de penitencia, Francia disputó, por ser anfitrión, la edición de 1998. A su cita llegó con un equipo joven y poderoso, liderado por un tal Zinedine Zidane, pero presentaba alguna que otra incógnita. El seleccionador, Aimé Jacquet, era tremendamente discutido tras dejar fuera a Cantona y Ginola. En su lugar llevó a los prometedores (aunque todavía sin madurar) Thierry Henry y David Trezeguet. Armados con un centro del campo con músculo y jugadores de calidad en tres cuartos de campo, la mayor característica de este grupo de 23 tenía que ver con el color de su piel.
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Zinedine Zidane levanta la Copa del mundo de 1998

Fuente de la imagen: Getty Images

Lama, Vieira, Desailly, Henry, Diomede, Thuram, Karembeu… Todos de raza negra. Y no eran los únicos que no contaban con orígenes netamente franceses. Zidane era hijo de argelinos, Djorkaeff procedía de Armenia, Trezeguet con ascendencia argentina y Candela italiana. “Es artificial que se haga venir a extranjeros y luego se les bautice como equipo de Francia”, decía entonces Le Pen, líder ultraderechista. Acabaron ganando el primer Mundial de su historia con un espectacular 3-0 a la Brasil de un mermado Ronaldo. Marcó Petit y el ‘argelino’ (2).
En los 20 años siguientes a aquella proeza, Francia ha rozado la gloria al tiempo que ha consumado ridículos. Eliminado en primera fase en Corea y Sudáfrica, alcanzó su segunda final en el Mundial de Alemania liderados por un Zidane que ya había anunciado su retirada. El desenlace no pudo ser más trágico: Cabezazo del mito, expulsión y derrota en penaltis ante Italia.
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Zidane propinó un cabezazo a Materazzi

Fuente de la imagen: Eurosport

La enésima derrota ante Alemania en Brasil (esta vez en cuartos) con un polémico gol de Hummels, dio paso a una regeneración absoluta liderada por Didier Deschamps. Con Griezmann como estrella, los bleus alcanzaron la final de la Eurocopa, que perdieron en casa en la prórroga ante una Portugal con Cristiano lesionado y con Eder como héroe. Una derrota muy dolorosa que no minó a Deschamps, campeón en el 98 como jugador y a un partido de serlo en 2018 como entrenador. Renovó casi al completo la defensa, confió en el músculo para su centro del campo (con decisiones controvertidas como dejar fuera a Rabiot), en la inteligencia de Giroud y en acciones letales de Griezmann y el joven Mbappé.
Así, firmando un torneo prácticamente inmaculado, se han plantado de nuevo a las puertas de la gloria. Enfrente, una Croacia desbordada físicamente, inexperta e inferior en casi todas las facetas. El fracaso que ha acompañado a Francia a lo largo de su historia puede vivir otro capítulo, o por contra, coronarse por segunda vez y confirmarse como una de las mejores selecciones de todos los tiempos. El espíritu de 1998, con Deschamps en el banquillo y hasta 17 nacionalidades diferentes, desde Filipinas hasta Togo, repartidas en sus 23 hombres, con un crack que puede romper el duopolio del balón de oro y otro que puede comerse el mundo. Es hora de reescribir la historia.
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