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Los jueves de Luis Villarejo: El Mundial más largo del mundo

Luis Villarejo

Actualizado 22/12/2022 a las 09:08 GMT

Primero fue el Mundial en sí. De los mejores de la historia, o quizás el mejor, con una final difícilmente repetible. Con récords de audiencia en televisión, en todos los continentes. 3,4 millones de espectadores acudieron a los estadios, un 96,3 de promedio de asistencia.

Lionel Messi of Argentina celebrates after scoring his team's third goal during the FIFA World Cup Qatar 2022 Final match between Argentina and France at Lusail Stadium on December 18, 2022 in Lusail City, Qatar

Fuente de la imagen: Getty Images

Arabia Saudí, India, EEUU, Reino Unido y México fueron las naciones que más visitantes aportaron. Con su cuota de selecciones emergentes - Marruecos -, su emoción, su incertidumbre hasta el último segundo y la proclamación de Leo Messi como icono de Qatar 2022.
Pero lo más interesante ahora, cuatro días después de jugarse la final en el estadio Lusail, es la resaca. Si hay un termómetro del fuste de un evento, que mide su relevancia y su influencia en la sociedad, el dato, sin duda, es el reguero que deja, es ahí cuando los expertos que evalúan el famoso retorno que emociona a las marcas, en este caso por ejemplo a Adidas que ve como la camiseta de Argentina sale sin parar en los medios de comunicación. A todas horas. Argentina vive en un bucle y su intensidad y exageración en la celebración, invitan a que la fiesta no se detenga.
Es el Mundial más largo de mundo. Parafraseando al relato ‘El penalti más largo del mundo’, del argentino Osvaldo Soriano, llevado luego al cine en España por Roberto Santiago con la actuación de Fernando Tejero, Qatar 2022 no tiene fin. Ha dejado legado. Ha cambiado el paso al personal y la atrevida apuesta de FIFA ha encontrado apoyos al ver que los futbolistas en diciembre van como aviones y el nivel futbolístico ha subido con respecto al habitual formato veraniego.
64 partidos en una sola ciudad, en Doha. Una virtud, en especial para la logística del periodismo que se ha desplazado en metro y bus con rapidez y eficacia. ¿Y ahora qué?. A muchos da pereza pensar en el próximo Mundial en tres países - Canadá, México y EEUU -, con vuelos de ida y vuelta. Un regreso a la realidad. A la rutina. Pero entretanto, la opción invernal en Europa de ver en casa los partidos por la tele, arropado con una manta en casa y con audiencias históricas, abre los ojos a futuras opciones de repetir un calendario similar.
Argentina luce su Copa del mundo por las calles. La ciudad de Rosario recibe a su héroe nacional, Leo Messi, con mucho ruido, con ruido del bueno. Y tener la nueva camiseta albiceleste con tres estrellas en el pecho se convertirá en el regalo más deseado. Seguro hay un punto de inflexión. Hasta ha fecha, incluso ahora, se sigue vendiendo la famosa réplica de Maradona, de Le Coq Sportif, en el centro de Buenos Aires.
Argentina cuenta además con la suerte de tener a un tipo normal en el banquillo. Lionel Scaloni. Ser normal hoy es un extra en nuestra sociedad. Fue ejemplar siempre su sencillez como portavoz de la selección argentina. Los seleccionadores, en un Mundial, adquieren un protagonismo absoluto. Son mucho más portavoces aún que los entrenadores de club en el día a día. El seleccionador es técnico, psicólogo, patriota, defensor de las bondades de su país y a veces incluso consultor sobre las realidades políticas de turno. Sus funciones son heterogéneas y a veces enciclopédicas. Que se lo digan a Carlos Queiroz en Irán. Que por cierto envió un mensaje rotundo: El Mundial no es el foro para resolver los conflictos mundiales. Hay otros escenarios más apropiados.
Scaloni llevó con sobriedad la presión. El vive en Palma de Mallorca. Tiene una mirada interesante del fútbol mundial. Y sobre todo, tenía un plan, para blindar a Leo Messi con un ejército de guerrilleros que besan el suelo por el que pisa el capitán. Si además, el genio baja un escalón su status, Messi alcanzó la mejor versión de su liderazgo meritocrático. Abandonó Messi su liderazgo silencioso y dio rienda suelta a su rebeldía, por un lado, y a poner de relieve su mando desde la excelencia. Verle en la cama abrazado a su Copa, es la auténtica imagen de la felicidad. Scaloni sacó petróleo de la clase media. Fue el equipo que más convicción tuvo para ganar. Y con el apoyo del quilombo, de La Mosca, de su ‘Muchachos, nos volvimos a ilusionar’, de su fanatismo y la estridencia, llevaron en volandas a una selección que va a disfrutar de verdad, cuatro años de estrella. Será el Mundial más largo del mundo.
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