Los jueves de Luis Villarejo: Messi, a hombros

Los fotógrafos en Qatar esperan disparar sus cámaras y añadir a Messi a esas dos imágenes en el césped, a lomos de sus compañeros, una vez acabado el protocolo oficial viendo volar papelitos albicelestes en un hipotético triunfo ante Francia en la final.

Hay dos virtudes enormes alrededor de la selección argentina, con respecto al resto. Una, es la condición de hinchas de sus jugadores. Son fanáticos, que a la vez, afortunadamente para ellos, tienen la suerte de defender la camiseta de su país. Se sienten privilegiados por este motivo. No son profesionales al uso, cuentan todos con el plus de ser apasionados de su equipo nacional. Da igual que sean de River o Boca, son tipos que vertebran Argentina. Uno oye hablar a De Paul del compromiso del equipo y el patriotismo le sale por los poros. Se nota que viven con pasión lucir el escudo.

La segunda gran diferencia con el resto de los equipos participantes es la locura de gente que les respalda. Con una inflación galopante que tumba al país, Argentina ha dado color y calor al Mundial en Doha. Su camiseta es la más vista por las calles y centros comerciales. Y todo el mundo se pregunta, cómo se hipoteca la gente menos pudiente para poder pagar un viaje tan caro. Está claro que más de uno se está dejando la vida por ver campeón a Argentina.

Nunca se había visto a un líder tan arropado y venerado. Leo Messi ha estrenado status en este Mundial y ha sacado su lado más rebelde. Aprieta en el campo, jugando y bien; y pellizca fuera, dominando la atmósfera de los intangibles, estando más cerca del perfil bravo y bizarro de Maradona.

Messi ejerce de emperador. Blindado y admirado por soldados y guerreros que aceptan el liderazgo de la maestría, de la excelencia. Aceptan la jerarquía de Messi desde la admiración. Gente con poso como Otamendi, De Paul o Di María; chicos más noveles como Enzo Fernández o Julián Alvarez defienden y empoderan a Messi para que pueda irse a casa con su Mundial debajo del brazo.

En este contexto, Qatar como imagen de marca, gana sí o sí. El PSG, el desafío qatarí de Nasser Al-Khelaifi, puede presumir de todos los cromos en la final. Por un lado, tiene a Messi, su capitán general en Argentina; por otro a Kylian Mbappé, con Francia, que es ahora mismo un espacio geopolítico clave en Qatar. Se nota en el país. Messi y Mbappé, los dos héroes del Parque de los Príncipes, impulsan al PSG, la bandera futbolística de Qatar.

De hecho, durante las últimas semanas en las televisiones de Qatar, la imagen de España era Carlos Soler; y de Brasil, Neymar o Marquinhos. Jugadores todos del PSG en pleno. En unos meses podría crecer la foto con Fabián, el ex bético del PSG que podría volver a la selección española con Luis de la Fuente en su primera convocatoria.

Messi se encuentra en ebullición. A nivel profesional es su última oportunidad de retirarse con un Mundial. En el capítulo personal, es la primera vez que sus hijos, sobre todo el mayor, disfruta en la grada del ambiente y el paisaje de lo que significa capitanear a Argentina. El futbolista suele estar en su apogeo con niños muy pequeños. A menudo, cuando se retiran, no han podido vivir el glamour de los buenos tiempos de sus padres. Así que Messi está disfrutando en el campo y en su entorno. Su hijo ve el fútbol ya de otra manera. Leo sabe que Francia anda cómoda en el Mundial. Dominando el escenario. Con Griezmann pletórico. No lo tendrá fácil. Se viene, como dirían los argentinos, una final espectacular.

PD. La otra gran final del Mundial se juega en el mundo del márketing. Adidas vs Nike. Argentina es una selección Adidas. Francia es un equipo Nike. Otro duelo espectacular de los dos grandes imperios de la ropa y el calzado deportivo. Millones de euros en juego. Messi luce botas Adidas. Mbappé calza Nike. Todo un desafío de influencers.