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¡No me viene bien morirme ahora!

Fermín de la Calle

Actualizado 28/04/2020 a las 12:34 GMT

Ha fallecido Michael Robinson tras meses luchando con un cáncer. Un futbolista "pasable", un comunicador inmenso y "un hombre de rugby". Descansa en paz amigo.

Michael Robinson

Fuente de la imagen: Eurosport

No me voy a olvidar jamás de aquella puñetera tarde. Debía ser una sorpresa y un regalo para Michael y se convirtió en un día negro. Conozco a Michael desde 1996 y siempre me había insistido, debido a su amor platónico por el rugby, en “escribir un libro en castellano sobre lo oval porque tienes que evangelizar al personal".
Tanto insistió que lo terminé escribiendo, y aquella noche quedé con él el un bar cercano a la cadena SER para presentárselo y pedirle que lo prologase. Estaba con nosotros Diego Zarzosa, su productor de Acento Robinson, pero sobre todo un buen amigo de los dos, además de reconocido jugador de rugby. Michael pidió un refresco, lo recuerdo porque me sorprendió que no fuese una cerveza, y le puse la carpeta con el borrador de 300 páginas sobre la mesa. “Tu libro”, le dije. Entonces con esa guasa tan gaditana y desafiante me advirtió: “Solo lo prologaré si me gusta el título”. Abrió la carpeta y leyó en el primer folio ‘Con fina desobediencia’, traducción hippie del ‘with fine disregard’ que reza en la placa de Webb Ellis, el inventor del rugby. Se rió y me dijo “eres un cabrón muy salao. Por supuesto que haré el prólogo”. Soltó una de sus carcajadas sonoras que inundó de luz y vitaminas el bar, y me dio un abrazo.
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Michael Robinson

Fuente de la imagen: Eurosport

Y entonces, no lo voy a olvidar nunca, me dijo: “Ahora tengo que decirte yo algo. Tengo cáncer. Ese bicho me ha pillado y ahora tengo que jugar el partido más importante de mi vida”. Se me cayó el mundo encima. Me sentí la persona más mezquina y superficial del mundo. Yo preocupado por mi libro y él allí quitándole importancia a su enfermedad. Balbuceé intentando pedirle disculpas y advirtiéndole que lo del libro pasaba al limbo, pero Michael es como es y me dijo: “Claro que lo haré. Es una oportunidad fantástica de reivindicarme como un rugbier. El mundo debe saber que el fútbol me dio un oficio, pero fue el rugby el que me educó. Será un placer amigo”.
El refresco derivó en una cena con un par de cervezas, ahora sí. “No tengo miedo a la muerte Fermín, pero no me viene bien morirme en estos momentos. Me jode que me toque ahora porque tengo una nieta de la que disfrutar. Es una putada, pero voy a jugar este partido y tengo a Messi a mi lado”. Se refería a un oncólogo al que conoció cuando otro amigo suyo, Severiano Ballesteros, luchó contra el cáncer. Nos despedimos aquella noche con la promesa de tratar de vernos al menos una vez al mes, algo imposible con su agenda, mientras se subía en un taxi en una Gran Vía que me pareció más triste de lo habitual.
El pasado 9 de septiembre presentamos el libro. Junto a Michael se apuntó otro buen amigo, Alberto Chicote, quien me confesó que no había logrado conocer personalmente a Michael pese a tener un puñado de amigos comunes. Michael me dijo algo parecido: “¡Hombre Chicote! Me apetece mucho conocerlo”. Aquella tarde en la FNAC el auditorio se llenó a reventar. La gente de la editorial de Libros del KO andaba nerviosa porque no les encajaba que en la presentación del libro el propio autor, o sea servidor, fuera quien presentaba a los invitados. ¿Qué podía salir mal si yo me sentía parte de Les Luthiers? El libro era solo una excusa para disfrutar de una conversación divertida con dos buenos amigos. Chicote, tan detallista como siempre, nos hizo un regalo antes de comenzar (perdona la indiscreción Alberto): un ejemplar a cada uno del maravilloso Maus, el cómic de Art Spiegelman. “Coño, me has dejado en fuera de juego con esto Alberto”, le dijo el guiri entre bambalinas a Chicote y reímos los tres.
La presentación resultó un divertido encuentro entre dos genios de la comunicación como Michael y Alberto en el que contaron cientos de anécdotas del rugby y de la vida. La retranca habitual de Michael arrancó mil risas del público y todo terminó con un sentido abrazo entre Robinson y Chicote, que abrió una amistad que el puñetero cáncer no ha dejado crecer en el tiempo. Siempre estaré eternamente agradecido a los dos por el cariño y la complicidad que me han demostrado.
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Michael Robinson con Fermín de la Calle, presentadores de Hemisferio Rugby.

Fuente de la imagen: Eurosport

Michael cambió algunos hábitos de su vida cotidiana y llevó con bastante entereza la pelea. Incluso recuperó un viejo hobbie: el golf. Hacía años que había colgado los palos en homenaje a su compañero-caddie-rival, al que se llevó una enfermedad años atrás. En estos últimos meses hablé con él unas cuantas veces y traté de molestar lo menos posible informándome a través de la familia y de Diego, siempre al pie del cañón. Los diferentes tratamientos a los que se ha sometido han ido haciendo su trabajo hasta que el melanoma saltó arriba y ahí ha sido imposible de parar.
El día de la presentación, al acabar, pillé a Michael antes de que se fuera y le dije: “Te quiero mandar un regalo a casa por regalarme el prólogo de mi libro y por nuestra amistad de estos años. Necesito que me des la dirección de tu casa, porque prefiero ser discreto y no enviarte un jamón a la redacción”. Había comprado un 5 Jotas, que nunca pudo disfrutar porque “los médicos y el puñetero bicho” no le dejaron. Hoy se ha marchado y no hemos podido meterle mano el jamón, algo que volvía loco a Michael.
Se nos ha ido dejándonos esa dignidad con la que afrontaba el día a día, esa manera de relativizar las cosas importantes y de magnificar las pequeñas cosas. Michael fue “un futbolista pasable”, un enorme comunicador y alguien que marcó la senda del periodismo a muchos en tiempos de basura y ruido. Nunca olvidaré aquellas grabaciones de ‘Hemisferio Rugby’ paseando por las calles Valladolid, en los campos, vestuarios y facultades. El día que grabamos el último, recuerdo que despidió el programa a su manera: “Esto ha sido ‘Hemisferio Rugby’, y si ustedes se han enterado de algo con mi español y el acento gaditano de este, entonces pemítanme felicitarles. El esfuerzo habrá válido la pena”. Así era Michael. Decía Colin Meads, el más legendario de los All Blacks, “soy un hombre de rugby. No puedo decir otra cosa mejor de mi”. Hoy se nos ha ido un hombre de rugby. Y el puñetero jamón sin abrir, Michael… Descansa en paz, amigo.
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