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Barça, morir en el intento
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Publicado 17/08/2015 a las 12:14 GMT+2
San Mamés despidió al Barça con una cornada en la femoral y cuando el equipo azulgrana, en una de sus noches más aciagas, emprendió el camino de vestuarios, la opinión pública asistió a otro partido. Uno mental, psicológico, tan trascendente para el futuro del Barcelona como su costumbre de conectarse a ese respirador artificial que se llama Messi.
Luis Suárez und der FC Barcelona gingen gegen Bilbao unter
Fuente de la imagen: Imago
Arrojar la toalla y recostarse en el diván de su pesimismo atávico casi ancestral, o rebelarse contra el destino, apelar al Camp Nou y evocar el espíritu de remontada que cualquier grande debe rezumar después de haber sido humillado. La goleada encajada no fue “fake” – parafraseando a Mou-, sino una bofetada de realidad. El Barça, desconocido, firmó una primera media hora vulgar, se desangró en el segundo tiempo, después de que Messi rozase el empate sin éxito, y concedió een todos los frentes: alineó un once sin demasiados titulares, despobló el mediocampo, cayó en regalos defensivos y acabó pegándose un tiro en el pie. Concretamente, cuatro. Ocho goles encajados en dos partidos.
De ahí que el Barça, que ha tenido grandes equipos pero nunca la genética histórica del Madrid y su golpe de épica, se refugiase en una hipotética remontada. Mascherano alzó la voz para decir que nada estaba todavía hecho, Messi insinuó que lo intentarían y Piqué, precisamente él que se sabe blanco fácil de los que le cuestionan con razón y sin ella, simplemente por sistema, se animó a decir que quedaban noventa minutos en el Camp Nou y que, por supuesto, creía.
Palabras más, palabras menos, pero con el vestuario asumiendo que, después de una herida semejante, después de que el mejor Athletic le zarandease como a un juguete roto, al Barça sólo le queda algo intacto: la imperiosa necesidad de, al menos, intentarlo. El maestro Serrat ya advirtió que amor no es literatura si no se escribe en la piel, y hoy será el Barça el que deba plasmar, con la pelota, tanta buena intención. Para ello tendrá que defender mejor – mejor dicho, defender algo-, poblar el mediocampo, tirar de los titulares, tener intensidad y rezar para que la zurda atómica de Messi alcance el nivel de sus noches más inspiradas.
Enfrente el Athletic, que lleva desde 1984 sin levantar un título, que estará dispuesto a convertir su área en el abismo de Helm, que es un buen equipo y que más allá del coraje de San José y el cuchillo de Aduriz – un delantero estupendo, siempre infravalorado-, cuenta con un entrenador excepcional, Valverde. Pintan bastos para el Barça, pero si hay un equipo con la suficiente nitroglicerina como para voltear un imposible, ese es el equipo de Messi. Fundamentalmente, porque le tiene a él. Esta noche el Barça se juega u imagen, que vale más que una Supercopa. Hoy está en juego su orgullo, su capacidad de rebeldía, su resistencia la derrota. En su día, Guardiola dejó para la historia una frase: “Les perdonaré que se equivoquen, pero nunca que no corran”.
La palabra es actitud. Hoy sus aficionados le perdonarán que no sea el campeón del primer título doméstico de la temporada, pero no que no que no tenga el orgullo de haberlo intentado. Al Barça solo le servirá morir con las botas puestas. Caer sin un arrebato de gloria, sin haber dejado hasta el último aliento, sería la peor de las derrotas. Messi siempre está de guardia, pero necesita un equipo que corra y juegue para él. Una cosa es acostumbrarse a que el argentino sea el respirador oficial del club y otra, bien diferente, dejarle a la intemperie. El desafío de esta noche es más que un título para el Barça: está en juego su imagen. Y si uno pierde su imagen, lo pierde todo.
Rubén Uría / Eurosport
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