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Yo vi debutar a un Niño, (ganar, ganar y ganar) y vi retirarse con mucha emoción a una Leyenda

Cristian Maxedo

Actualizado 21/05/2018 a las 13:25 GMT

Desde que se enfundase la camiseta del primer equipo del Atlético por primera vez en 2001 hasta la última en 2018 han pasado 17 años llenos de recuerdos, sonrisas y lágrimas y sobre todo momentos de emotividad.

Fernando Torres, Atlético

Fuente de la imagen: Eurosport

Si hace 11 años Fernando Torres decía adiós al Atlético con un “espero que esta despedida sea un hasta luego” ahora ha sido un ‘hasta siempre’ (al menos como jugador). Las sensaciones de 2007 y las de 2018 tienen cierto paralelismo: una mezcla de emoción, pena y agradecimiento como pocas veces me ha producido un deportista cuya historia es una parte importante, sentimentalmente hablando, de la mía.
Toda historia tiene un comienzo. Es 27 de mayo de 2001, la noche previa ha sido larga, festiva y pega un sol que invita a no salir de casa, pero toca echarse al metro para ir como cada domingo al Vicente Calderón a ver el Atleti-Leganés de la 39ª jornada de liga en Segunda. Son las 13:20 horas aproximadamente cuando ‘cantan’ por megafonía una sustitución que cambiará la vida de muchos atléticos: Se retira Luque, ovacionado por su gol, y entra un joven rubio pecoso, estirado que viene pegando fuerte en las inferiores y que también recibe el calor de su gente. Nacía entonces la leyenda de Fernando Torres. El Atlético acaba ganando el partido y recortando dos puntos en esa jornada al Tenerife para seguir en la lucha por el ascenso a Primera, un sueño que ese año no pudo completarse pese a ver cómo ese mismo Niño marcaba su primer gol con el primer equipo en Albacete una semana más tarde.
Desde entonces Torres fue forjando su leyenda con goles en rojo y blanco, pero sobre todo por ser la esperanza a la que nos aferrábamos miles de colchoneros con la necesidad de encumbrar a un ídolo. Esa necesidad, unido a su carisma, su esfuerzo, su ilusión y su derroche rojiblanco por los cuatro costados, hizo que Torres liderase la vuelta del Atleti a Primera y otras muchas tardes de gloria.
Esa historia tuvo un abrupto paréntesis cuando un 4 de julio de 2007 Torres confirmaba que dejaba el Atlético de Madrid para irse al Liverpool (posteriormente Chelsea y Milan) pero dejando claro que “allá donde vaya siempre seré atlético porque es el club de mi vida”. Y vaya sí lo hizo. Ver a Torres celebrar con una bandera del Atleti la Eurocopa de 2008 que un magnífico grupo de jugadores había conseguido, además con un gol suyo, fue otro momentazo indescriptible. Fue entonces cuando sobrevino de nuevo el pensamiento de que volvería al Atleti en algún momento. Cierto es que ese retorno tardó demasiado, en concreto 7 años y medio, cuando un 4 de enero de 2015 ponía los pies en el Calderón para ser presentado a la afición en su vuelta. Si en su debut hacía un calor de mil demonios, en su vuelta el día era muy frío a pesar del sol reinante. Pese a ello, en la grada con otros 45.000 aficionados, dábamos la bienvenida al Niño a nuestro hogar.
Desde entonces y en un club que había recuperado su lugar con una generación irrepetible de futbolistas y un capitán único al mando, Torres volvió a recuperar su sueño de conseguir un título con el Atlético y junto a él, su afición soñó con que lo hiciera posible. Por eso el título de Lyon, más allá de ser muy merecido para un grupo de futbolistas que nunca bajó los brazos pese a perder dos finales de Champions, luchar en desiguales condiciones con los más poderosos del continente o pelear contra adversidades del fútbol moderno, significó una explosión de alegría por ver a ese Niño levantar la copa y encaramarse a Neptuno como tantas noches soñó con hacer.
Su último día como futbolista del Atlético fue tan perfecta como emotiva. Dos goles muy a su estilo, una celebración con la grada y una fiesta final culminada por un discurso perfecto lleno de sentimiento, recuerdos y agradecimientos.
El sueño de aquel Niño de hacer algo grande con el equipo de su vida se fue mezclando con el mío de poder escribir algún día sus hazañas y las del equipo que representaba. Ahora, 17 años después, puedo decir sin ninguna duda que él ha cumplido su sueño y yo el mío.
Gracias por tanto Fernando.
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