Caprilli: Montar a los caballos de acuerdo con su naturaleza, no en su contra

El Capitán Federico Caprilli nació en 1868 en Livorno, en la costa oeste de Italia. Era una época en la que empezaba a tenerse consciencia de como las diferentes especies podían expresar su estado emocional a través de expresiones físicas, por ejemplo, alzar las cejas cuando se está sorprendido. Este tema fue sujeto de estudio en “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” de Charles Darwin y publicado en 1872.

Años más tarde, tras hacerse instructor de caballería del ejército italiano, Caprilli adoptaría el acercamiento de Darwin llevando a cabo un estudio profundo de la psicología y mecanismos de locomoción del caballo, en parte observando fotografías de estos saltando. Pudo ver que los animales se recibían sobre sus manos después de haber redondeado su cuerpo dándole la forma de un arco en el aire. Sin embargo, la posición tradicional para montar y saltar consistía en sentarse atrás en el dorso, usar estribos más largos y tirar hacia arriba en los obstáculos, llevando así a los caballos a recibirse sobre los pies.

En contraposición el italiano creó la técnica del asiento adelantado, un estilo en el que el peso del jinete se sitúa al frente de la silla, casi sobre las espaldas del caballo. “Básicamente, acortó los estribos a los jinetes, les separó del dorso del caballo y dejó al caballo saltar en lugar de que los jinetes cargasen con ellos sobre el obstáculo”, explica John Strassburger en ‘Horse Journal’. Este enfoque “permite al caballo colaborar en la acción y es responsable de su propio equilibrio”, según dice Strassburger.

En el mismo estudio, Caprilli también promueve un mínimo acercamiento utilizando (como Morris las describe) las ayudas artificiales que actúan en contra del caballo y de su cuerpo. De algún modo procura acompañar al instinto natural del caballo en lugar de “romperlo” y crear una “dependencia artificial”, que provoca reacciones exageradas por su parte ya que la no reacción es fuente de más estrés.

Aunque la historia de la equitación es muy amplia y compleja, Strassburger ofrece una buena visión general: “determinar quién es el jefe ha sido el sino de nuestra relación con el caballo desde que empezáramos a montarlos hace siglos. Antes del Renacimiento, en Europa se domaba únicamente con grandes y agresivos bocados y con espuelas largas y puntiagudas concebidas para someter a caballos resistentes. Pero durante el encumbramiento del Renacimiento, las escuelas francesa e italiana, remontándose a Xenofonte, demostraron que los caballos no eran criaturas malvadas, simplemente incomprendidas.”

“hazte la pregunta”, añade, “¿Cuál es el objetivo de domar caballos? ¿estamos intentado crear robots que respondan a nuestras ordenes sistemáticamente sin ningún entusiasmo? ¿O estamos intentando crear un vínculo en el que los animales responden correctamente a nuestras ayudas con la capacidad de reaccionar con entusiasmo, un vínculo en el que pueden encubrir o incluso arreglar nuestros errores?”

Sobre esta tradición de trabajar con los caballos en lugar de someterlos, George Morris dice, “en mi caso, intento ver que es lo que quiere el caballo…Estamos tratando con un ser vivo que tiene sentimientos. Y somos responsables de estos seres vivos”.