Michael Phelps, una bala con alas de mariposa
Grandes Relatos Olímpicos - Con sus 23 títulos Olímpicos y sus 28 medallas, Michael Phelps es único. Durante su inmensa carrera, el estadounidense dominó los Juegos Olímpicos como nadie lo había hecho, alcanzando su momento cumbre en los Juegos de Pekín 2008.
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BridgestoneEl americano fue a China con un objetivo: hacerse con 8 oros olímpicos y eclipsar el record de su compatriota Mark Spitz. Y vaya si lo hizo. Todo se redujo a un estrecho margen de 0.01 segundos, apenas media brazada.
Michael Phelps nunca caminó sobre el agua. No la convirtió en vino, no multiplicó los panes y los peces y tampoco le devolvió la vista a un ciego. Ciñéndonos a los libros, este tipo de cosas no han vuelto a pasar en 2 milenios. Pero durante su carrera, Phelps obró un puñado de milagros que bien le habrían otorgado el estatus de semi-dios en otros tiempos. De acuerdo a los estándares de la época, tenemos que juzgarle solo por lo que fue – el mejor deportista olímpico de todos los tiempos, quizá el más ilustre de la historia. Él sabía que valía su peso en oro (medallas).
A falta de pan, el americano multiplicó metódicamente las medallas a un ritmo difícil de creer para aquellos que lo veían en televisión – quizás incluso para los nadadores con los que compartía piscina. Pero el logro más prodigioso del nadador de Baltimore, llegaría un día de agosto al otro lado del mundo. Aquella mañana Michael Phelps convirtió una carrera que tenía casi perdida en una victoria asombrosa que quedó para la eternidad.
Aunque Phelps hubiera sido derrotado, habría seguido siendo un gran campeón ya que el alcance de sus logros iba más allá de esa carrera de 100 metros que tenía por delante. De haber perdido, su condena habría sido igualar a otro, en este caso, Mark Spitz. Dado que Phelps no tenía igual, aquello habría sido un bocado difícil de digerir.
Algunos habían intentado estar a su altura con un éxito limitado. Llegar a lo más alto puede resultar difícil, pero lo más complicado es mantenerse.
Cavic fue más rápido, pero no más fuerte
Milorad Cavic fue uno de los pocos que plantó cara con valentía a la bestia. Pese a su metro 96 de estatura y sus casi 90 kilos de peso, el corpulento serbio no era ni el más grande ni el más talentoso de los rivales que Phelps se encontraría a lo largo de su estelar carrera. Pero él, fue decisivo en el viaje que llevó al americano a ganar los 8 oros. Fue Cavic el que hizo que su rival luchara hasta el final y quien estuvo a punto de acabar con su sueño de alcanzar la inmortalidad olímpica en el Cubo de Agua de Pekín. El destino de ambos hombres se decidió por tan solo una centésima. El 16 de agosto de 2008, Cavic fue el más rápido en los dos largos, pero tendría que haber sido también el más fuerte.
No hay mucho que un ser humano pueda hacer en una centésima de segundo, pero en ese minúsculo espacio de tiempo, 30 veces más rápido que un pestañeo, Phelps, el alquimista del agua, se las arregló para transformar la plata en oro en un salto inolvidable hacia la inmortalidad.
Con una temeraria media brazada extra, la bala de Baltimore con alas de mariposa igualaba la gesta de Spitz, siete veces campeón olímpico en Múnich 72. Al día siguiente, Phelps daría el paso definitivo con la ayuda de sus compañeros de equipo en los relevos 4x100m estilos. En una misma edición de los Juegos de Verano, ganó 8 medallas de oro logrando un récord único que todavía no ha sido superado.
Todo esto no habría ocurrido si la señora Phelps no hubiera estado tan preocupada por el bienestar de sus hijos. “El único motivo por el que me metí en el agua, fue porque mi madre quería que aprendiera a nadar. Mis hermanas y yo nos enamoramos de este deporte y decidimos practicarlo”, esto es lo que el mejor deportista olímpico del mundo le contaba a Jimmy Fallon en una entrevista sobre seguridad en el agua en 2016. Phelps tenía dos hermanas mayores, Whitney y Hillary. Decir que Whitney era una nadadora talentosa, era quedarse corto. Antes de Michael, todo se centraba en ella. A los 14 años, compitió en los Campeonatos del Mundo de Roma, donde quedó novena en los 200 m mariposa. Aquello la convirtió en una de las grandes esperanzas de Estados Unidos en los Juegos de Atlanta. Pero una lesión de espalda y un desorden alimentario le privaron de esa oportunidad y acabaron con su incipiente carrera.
Bob Bowman, su segundo padre
Cuando Whitney renunció a su sueño, Michael era todavía un niño. Sin embargo él ya había empezado a dar muestras de sus cualidades en la piscina bajo la tutela de Bob Bowman, quien sería su entrenador durante toda su vida y que acabaría siendo un segundo padre para él. Su padre biológico, Fred, había abandonado a la familia Phelps cuando él tenía solo 9 años.
Bob quería ofrecer al joven un hombro sólido en el que apoyarse. Sólido, pero firme. Para Bob, no había atajos. Si él pedía 10 largos, quería 10 – no 9. El joven Michael se dio cuenta de que su entrenador no estaba ahí para bromear sino para dar forma al campeón que veía en el niño escuálido que no paraba ni un momento en el North Aquatic Baltimore Club. “Si Bob me pedía que llegara a en punto, y llegaba a las 5 y un minuto, él ya estaba en la puerta preguntándome por qué. Si yo salpicaba a un compañero de equipo cuando él no estaba mirando, él se aseguraba de que yo supiera que me había visto. Era como si Bob tuviera ojos en la nuca. Bob me daba miedo,” admite Phelps en su autobiografía, Beneath the Surface.
Michael podría tener miedo de Bob, pero, de todas formas, le costaba no pasarse de la raya. Era como si tuviera algo dentro de él que le obligara a hacer travesuras y ser el centro de atención.
En 6º grado, le diagnosticaron Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Durante la semana, tomaba una medicina llamada Ritalin para poder tener autocontrol. Los sábados, tomar la medicación no tenía sentido: él canalizaba el exceso de energía a través del deporte. Baseball, fútbol, lacrosse y por supuesto, natación. Pero además el agua tenía una cualidad adicional: le calmaba.
“Una vez que aprendí a nadar, me sentí libre. Era muy rápido en la piscina porque dentro del agua mi mente se calmaba. En el agua, me sentí bajo control por primera vez”
Perfección natural
Fuera de la piscina, Phelps seguía siendo un niño nervioso, estancado en sus defectos, sus dudas y sus imperfecciones. Las mismas cosas que marcarían su carrera, también marcaron su juventud. En el colegio, Phelps era objeto de burlas por sus largas extremidades y sus grandes orejas y se peleaba con sus compañeros de clase con frecuencia.
Pero, aunque él no se sintiera a gusto con su cuerpo, tenía un físico perfecto para convertirse en aquello que estaba destinado a ser: un nadador sin igual. Todavía no lo sabía, pero Phelps tenía unas cualidades intrínsecas excepcionales, en todo el sentido de la palabra.
Phelps creció hasta el metro 93 en la edad adulta y su cuerpo era como una ballesta robusta. En relación con su altura, su torso era demasiado grande y alargado – el equivalente a un hombre de 2.03 – haciendo que sus piernas fueran mucho más cortas que la media. Esta relación entre la parte superior de su cuerpo y la inferior ofrecía menos resistencia al agua. Tanto su envergadura de poco más de dos metros como sus gigantescas manos, fueron vitales para él, especialmente, en aquella mañana de agosto de 2008 cuando se enfrentó a un inspirado Milorad Cavic. Si a esto se le suma su relativamente pequeña talla de pie con un 47, una exagerada flexibilidad y su propensión a producir menos ácido láctico que la media de nadadores, el resultado es el arquetipo perfecto del hombre-pez.
Pero en natación, naturaleza y talento nunca son suficientes para fabricar un campeón. El entrenamiento y el trabajo duro son tan importantes como todo lo demás. El futuro campeón tuvo de vez en cuando problemas en un deporte tan exigente, pero Bob Bowman fue el responsable de convertir al hombre en una máquina. El día que le contó a su madre sus intenciones con el futuro campeón, ella le contestó con un lacónico: “Pero Bob, solo tiene 12 años.” A lo que el entrenador solo contestó: “Lo sé Debbie, pero en 2008, por ejemplo, tendrá 23 y…”
El más joven en unos Juegos desde 1932
Bowman sabía que Phelps era un diamante en bruto, pero no se imaginaba que iba a brillar tan pronto. No tuvo que esperar al 2008 ni a su vigesimotercer cumpleaños para poner el mundo a sus pies. Bowman trabajó pensando tanto en el corto plazo como en el largo, con objetivos diferenciados. Él le pidió a Phelps, cuando tenía 11 años, que escribiera sus ambiciones en un papel. Escribió que deseaba nadar un día en unos Juegos Olímpicos. Bowman le convenció de que eso era posible siempre que lo diera todo. Eso no estuvo nunca en duda. Al comienzo de su carrera, Phelps entrenaba 10 veces por semana, 7 días a la semana. Pasaba horas y horas en la piscina, incluyendo todo el tiempo libre que le dejaba la escuela. Al fin y al cabo, nadie te regala nada.
Su primer éxito, fue en el Campeonato Nacional Junior de 1999 en Orlando. El americano lo recuerda como si fuera ayer: “Conseguí mi primera mínima nacional con 13 años. No gané ninguna prueba, pero conseguí acabar entre los cuatro primeros en tres. Nadé los 200 mariposa en 2:04, que suponía una mejora impresionante de 10 segundos respecto a los entrenamientos de solo 6 semanas antes. Estaba un poco decepcionado por haber nadado tan bien pero no haber logrado ningún título”, admitió en su libro. Bowman estaba lo suficientemente contento con lo que había visto. Después de todo, era raro que alguien ganase en junior y luego tuviera éxito en el siguiente nivel.
No se equivocaba al mantener su confianza. Un año después, Phelps cumplió su sueño de nadar en unos Juegos. En Sídney, el niño que había crecido otros 10 centímetros en un año se convirtió en el americano más joven en nadar en unos Juegos desde que Ralph Flanagan lo hiciera en 1932. Se fue de los juegos australianos sin hacer mucho ruido – acabó 5º en los 200 metros mariposa – pero todo esto iba a cambiar en el futuro.
En este punto, sería muy fácil enumerar la larga lista de medallas nacionales e internacionales ganadas por Phelps desde el año 2001, después de su éxito en los Mundiales de Fukuoka. Pero por ahora, vamos a empezar con esa victoria en los 200 mariposa. Su tiempo de 1:54:58 mejoró el récord del mundo que él mismo había logrado en marzo de ese año. Phelps solo tenía 15 años y 9 meses. Nunca un poseedor del récord mundial había sido tan joven.
Tantas medallas como India
Desde ese primer éxito en Japón hasta su retirada definitiva en 2016, el palmarés de Phelps incluye 33 medallas en Campeonatos del Mundo (incluyendo 26 oros) y una asombrosa cifra de 28 medallas olímpicas (23 oros, 3 platas y 2 bronces). En la historia de los Juegos, nadie se le acerca. La gimnasta soviética Larissa Latynina, con 18 medallas, ocupa el segundo lugar a mucha distancia. Incluso si retrocedemos hasta Leónidas de Rodas – 12 veces campeón olímpico en pruebas individuales entre los años 164 y 152 antes de Cristo – el gran registro del antiguo corredor olímpico – es superado por las 13 coronas individuales de Phelps.
Si Phelps fuera un país, ocuparía el puesto número 58 en el medallero de los Juegos de Verano – con las mismas medallas que Colombia, Eslovaquia e India. El nadador también cuenta con el 2.2% de todos los títulos ganados por los Estados Unidos desde la creación de los Juegos modernos en 1896. Fue el deportista más laureado de los Juegos cuatro veces consecutivas. Desde Atenas a Río, pasando por Pekín y Londres, las campañas olímpicas de Phelps, fueron un rotundo éxito.
“Recuerdo estar sentado con mi agente cuando yo tenía 15 o 16 años y le dije, “Quiero hacer algo que nadie haya hecho antes en el deporte,” recordaba Phelps en el podcast del experto en coaching americano Tony Robbins. “Quiero hacer algo diferente. No quiero ser el segundo Mark Spitz. Quiero ser el primer Michael Phelps”.
¿Cómo hizo para lograr lo que se había propuesto? Su primera oportunidad llegó en Atenas en 2004 donde ganó 6 medallas de oro y – shock, horror, - dos bronces (en 200 m estilo libre y en el relevo 4x100). Nadie es perfecto después de todo, y él era un novato de 19 años.
Pese a ser el segundo mejor registro para un nadador individual en los Juegos – estaba por detrás de Mark Spitz y su legendario bigote- el récord continuaba sin ser batido. Después llegaría Pekín.
Speedo, el principal patrocinador de Phelps, avivaba la lucha, prometiéndole un bonus de 1 millón de dólares si igualaba a Spitz. O si le vencía.
A la luna o a Marte
Phelps había ganado los 100 mariposa de Grecia por tan solo 0.04 segundos, derrotando a su compañero de equipo Ian Crocker (quien tenía el récord del mundo de esta distancia en ese momento). En Pekín, como era de esperar, quería hacerlo todavía mejor. Siete medallas, serían, en sus propias palabras, “como ser el segundo hombre en pisar la luna.” Y ocho, “ser el primero en llegar a Marte.” Phelps eligió el planeta en el que ningún humano había puesto el pie antes.
Cuando el americano aterrizó en China, tenía en su poder los 7 títulos mundiales logrados el verano anterior en Melbourne. 7 victorias que había logrado con 6 récords mundiales. Ahora nadaría los mismos 7 eventos en Pekín, y la octava pieza del rompecabezas, sería el relevo 4x100 estilos. Era una fórmula probada por Phelps -, ahora, solo necesitaba ponerla en acción en el mayor de los escenarios.
Sus finales fueron programadas inusualmente pronto porque la NBC, emisor de los Juegos Olímpicos en Estados Unidos, quería que fuera en el prime time americano. El canal de televisión había pedido permiso tanto al COI como por supuesto, al propio Phelps. El protegido de Bowman comenzó su cruzada con una gran actuación en los 400 m estilo libre, donde ganó con un nuevo récord del mundo. Después de eso, participó con sus compañeros en el emocionante relevo 4x100 estilo libre, donde Jason Lezak protagonizó una inesperada remontada con la que los americanos superaron a los franceses por 8 centésimas.
El cuarteto francés había estado muy cerca de cortar de raíz las esperanzas de Phelps. Comenzando el último relevo medio cuerpo por detrás de Alain Bernard, Lezak consiguió el relevo más rápido de la historia (46.06) para superar al francés, quien había manifestado que su equipo “iba a aplastar a los americanos”.
Phelps consoló deportivamente a un triste Bernard, quien consiguió sobreponerse para ganar la prueba de 100 metros libres. Las aspiraciones de Phelps seguían intactas por los pelos y el americano seguro que sintió mariposas en el estómago viendo ese tenso relevo. Las siguientes carreras serían por lo menos un poco más tranquilas.
200 m estilo libre: medalla de oro, récord del mundo. El americano se convertía en el 5º deportista de la era moderna en haber ganado 9 medallas de oro, después de Paavo Nurmi, Larissa Latynina, Carl Lewis y Mark Spitz.
200 m mariposa: oro, récord del mundo. A pesar de los problemas con sus gafas durante la carrera…
Relevo 4x200 m: oro, récord del mundo
200 estilos: oro, récord del mundo.
En este momento, Phelps tenía 6 oros en la saca y otros tantos récords del mundo. Solo le quedaban dos escalones y el siguiente resultaría ser el más empinado.
Mike contra Michael
Cuando llegó el momento, Phelps acumulaba 3,100 metros y 15 carreras sumando las eliminatorias, las semifinales y las finales. El infatigable corcel de Bob Bowman comenzaba a sentir el cansancio. Aunque nadie lo supiera, él era consciente. “Ya está, no me queda más energía. Estoy amortizado.” Eso es lo que se dijo al ganar la semifinal de los 100 metros mariposa en 50.97. Phelps desató la reacción de su entrenador: “Para decirlo sin rodeos, [Bowman] dijo: “Tonterías, te quedan un par de carreras, así que te aguantas”.
El tiempo de clasificación de Phelps fue el segundo mejor de todos los finalistas porque en la otra semifinal, un certero Milorad Cavic había sido 5 centésimas más rápido. Un día antes, el serbio había nadado incluso más rápido batiendo el récord olímpico de la distancia (50:76). Cavic estaba claramente más fresco que Phelps, había cruzado Europa y Asia para competir sólo en dos pruebas -, los 100 metros estilo libre y los 100 mariposa. Consciente de su nivel y de sus limitaciones, renunció a los 100 libres antes de las semifinales. Él sabía que si podía ganar una medalla olímpica, tenía que ser en mariposa. No le importaba de qué color fuera, pero sus aspiraciones eran altas.
Incluso antes de poner un pie en China, Cavic ya había comenzado con la guerra psicológica. “Indudablemente quieres ganar el oro”, había dicho en una entrevista con Swim Network en junio, dos meses antes de su enfrentamiento con Phelps en Pekín. "Por mucho que todo el mundo quiera ver a Michael Phelps lograr 8 medallas de oro, yo no quiero permitírselo. Espero interponerme en su camino. Espero acabar con él. No sé si puedo decir eso, pero lo acabo de decir y es lo que es. Todo el mundo piensa que es invencible pero no lo es. Creo que voy a tener mi oportunidad.”
¿Quién era exactamente ese tal Cavic que se había atrevido a atacar de frente al gran Michael Phelps? Milorad Cavic era serbio pero venía del Oeste – del oeste de América, concretamente. Sus padres, Dujko y Lili, habían dejado Yugoslavia en busca de una vida mejor en Estados Unidos. Se asentaron en la ciudad californiana de Anaheim, a tiro de piedra de Los Ángeles. Allí fue donde nació y creció Milorad, más conocido como Mike o Milo, quien fue lanzado al Pacífico por un padre que todavía llevaba el Este de Europa en su corazón.
“Allí, la manera en la que enseñan a los niños a nadar, es arrojándoles al agua para que aprendan”. Cavic dijo esto en una entrevista con Swimming World Magazine: “Uno de mis primeros recuerdos es mi padre sujetándome debajo del agua, ahogándome. Suena muy intenso – y la verdad es que lo fue – pero muchos años después, sé que su objetivo no era que me ahogara, si no que aprendiera a luchar.”
Cavic en aguas turbulentas después de su primer éxito
Una vez que aprendió, el pequeño Milo prometía mucho en la piscina y no tardó demasiado en destacar en el Instituto Tustin. Poseedor de la doble nacionalidad americana y serbia, Cavic decidió nadar con los colores de sus ancestros. Al igual que Phelps, también soñó con los Juegos Olímpicos. Como Phelps, su primera toma de contacto fue en Sídney 2000. Con 16 años, no consiguió meterse en ninguna final. Cuatro años después, en Atenas, tampoco tuvo éxito. Pero en Grecia, las señales fueron esperanzadoras. En las semifinales de los 100 mariposa, iba líder cuando se le bajó la cremallera de su traje entrándole agua. Cavic acabó finalmente último.
No fue hasta el año 2008 cuando Cavic consiguió sus primeros resultados en piscina larga. En el Campeonato de Europa de Eindhoven, ganó el premio gordo en los 50 m mariposa. Su primer gran éxito también estuvo acompañado de un récord Europeo con 23:11. Pero no disfrutó de las mieles de la victoria por mucho tiempo. Cavic cometió un error mezclando el deporte con la política y se encontró en el centro de la polémica. El serbio subió a lo alto del podio con una camiseta roja en la que podía leerse “Kosovo es Serbia” en cirílico. Kosovo acababa de anunciar su independencia. Fue expulsado del campeonato. “No lo hice para provocar ira ni violencia”, declaró después de la decisión a The Associated Press.
"Sería bueno para el deporte que Phelps perdiera"
Cavic no se amedrentaba y no tenía miedo de decir lo que pensaba. Tampoco le tenía miedo a Phelps. Después de sus declaraciones en junio de 2008, fue más cauteloso antes de la final de los 100 m mariposa. “Creo que sería bueno para el deporte y bueno para él [si Phelps pierde]. Le respecto, pero, por duro que sea, es humano. Sería bonito si los historiadores pudieran contar que Michael Phelps ganó 7 medallas de oro y que perdió la octava ante “algún chico”. Me gustaría ser ese chico”.
El serbio creía realmente que podía hacerlo. Y no era el único. El día antes de la final, su viejo conocido el nadador estadounidense Aaron Peirsol, bajaba del podio con su medalla de plata en los 200 espalda. “Le vi y le felicité”, recuerda Cavic en un documental dirigido por Omega sobre su enfrentamiento con Phelps. “Quería tocar su medalla. Él la apartó y me dijo, “De eso nada. Crees que te gustaría, pero no te voy permitir que la toques. Tú nadas por el oro”
Bowman, quién conocía a Phelps más que nadie, vio que su nadador se tambaleaba bajo la presión. Para darle un impulso, decidió enseñarle los comentarios de Cavic. Bingo. “Cuando la gente dice cosas sobre mí, me enciendo. Como en el relevo de los 400 libres. Uno de los nadadores franceses dijo algo para provocar. Usamos ese tipo de cosas, esos comentarios donde otros nos desafían, para estar más enchufados. Eso es lo que hacemos los americanos. Nos crecemos en esas situaciones”, admitiría Phelps en Sports Illustrated unos meses después. “Cuando Bob me lo contó, dije, de acuerdo, vamos a hacer que sea nuestra natación la que hable. Siempre le doy la bienvenida a comentarios como ese. Claramente, me motivan”
Suficientemente motivado, a la mañana siguiente Phelps se encontraba en la plataforma de salida a las 10:10 am, hora de Pekín. Estaba en la calle 5. A un lado, en la 4, tenía a Cavic, en el otro, Ian Crocker – poseedor del récord del mundo - estaba en la calle 6. La bala de Baltimore no podía estar mejor colocada.
Cavic, solo en el mundo
Para conseguir su objetivo, Phelps sabía una cosa: no podía quedarse atrás en los primeros 50 metros. Cavic, que era conocido por sus excelentes salidas, también era consciente de esto: “Sé que soy rápido en los primeros 50, y sabía que iba a mandar en el primer largo. Sabía que Michael destacaba en la segunda mitad y que al final él me estaría persiguiendo”
Como se esperaba, Cavic empezó fuerte. 23.42 en el viraje, 9 centésimas más rápido que el récord del mundo en ese momento. Después de un comienzo lento, Phelps estaba atrás. Muy atrás. ¿Demasiado? Quizás. Séptimo tras los primeros 50 metros, el tiempo del defensor del título era 24.04. Incluso Crocker, que iba segundo, estaba tres décimas por detrás de Cavic. El serbio iba muy en serio.
Phelps parecía que se había distanciado sin remedio. Pero un tiburón nunca se rinde ante su presa. Todavía tenía el control. “Sabía que tenía que mantenerme a medio cuerpo de distancia en el giro. Había competido contra Crocker muchas veces. Él solía hacer muy fuerte la primera parte de la carrera. Por eso, si me mantenía a medio cuerpo de distancia, las cosas irían bien para mí. Cuando vi a Crocker en el viraje, sabía que Cavic estaría con él. Conseguí verle por el rabillo del ojo”. Como siempre, Phelps parecía tenerlo todo bajo control…Casi todo…porque no se podía imaginar que Cavic iba a volar aquella mañana.
En la televisión estadounidense, Rowdy Gaines, un antiguo campeón olímpico reconvertido en comentarista, estuvo a punto de darle por perdido. Como mucho, le daba una medalla de plata, a menos que sucediera un milagro. Pero Phelps no cree en milagros. Él cree en sí mismo y, hasta el amargo final se iba a mantener tras la estela de Cavic, acercándose a él centímetro a centímetro, centésima a centésima. “Sabía que él [Cavic], siempre sufría en los últimos 15 metros. Esa iba a ser mi oportunidad”. Y Phelps, no la iba a desaprovechar.
El día que Phelps se retiró del deporte, su entrenador recordó un detalle que hizo destacar a su nadador. Además de la excepcional precisión mecánica de su morfología, Phelps siempre había poseído según Bowman "la capacidad emocional de crecerse en los grandes momentos y desempeñarse mejor bajo presión". En otras palabras, Phelps pudo lograr cosas normales en un entorno anormal. Podía nadar, de eso no había duda, y podía tomar decisiones, pero también podía hacer ambas cosas simultáneamente en condiciones completamente inadecuadas para sacar provecho de ambas.
Cualquier cosa salvo una final académica
Esa mañana de agosto, Phelps logró hacer retroceder las manecillas del reloj. Cuando Cavic estiró sus largas extremidades para dar un toque final que escribiría un capítulo celebre en la historia de Serbia, un país que nunca antes había sido medallista en unos Juegos, Phelps se negó a rendirse y decidió seguir nadando. A diferencia de Cavic, él no se deslizaría hacia la pared en la llegada, en cambio, decidió realizar una última brazada. Fue un golpe maestro o una idea suicida, quizás un poco de ambos. Pero Phelps decidió arriesgar el todo por el todo, sabiendo muy bien que podía costarle el oro.
"Estaba detrás de mí", recuerda Cavic. "Él sabía que estaba detrás de mí, y sabía que, si hubiese tenido una llegada larga como yo, él habría perdido. Así que su única opción era dar otra brazada, pero hacer solo la mitad. No es algo que aparezca en los libros de texto, de hecho, no es algo que ningún entrenador querría que hicieras". Sin embargo, al serbio nunca se le pasó por la mente hacerlo. No solo iba por adelante, se había quedado sin piscina: no habrían sido sus manos las que habrían golpeado la pared, habría sido su rostro. De frente.
Con las manos extendidas hacia el oro, Cavic tocó la pared. Exactamente al mismo tiempo que Phelps. Era imposible decir quién había ganado, incluso aunque las primeras impresiones favorecieran claramente a Cavic. "A simple vista, ganó la carrera", admitiría Phelps mucho más tarde, en el documental de Omega. "La falta de oxígeno en tu cuerpo y en tu cabeza hace que las cosas se vean muy, muy borrosas", dice Cavic en la misma película. "Se necesita un breve lapso de tiempo para que todo se aclare. Agotados, nos giramos hacia el marcador. Todavía toma un poco de tiempo que la visión se torne más nítida. En ese instante vi mi nombre y vi un" 2 ". Creo que Michael fue realmente afortunado".
Phelps también pensó que había perdido, hasta que vio el "1" al lado de su nombre. Phelps paró el crono en 50.58 y Cavic en 50.59. Gary Hall Jr, 10 veces medallista olímpico y compañero de entrenamiento de Cavic en el famoso Race Club, no estaba convencido. Como le dijo al New York Times: "Él [Phelps] terminó con los brazos doblados, y deberías estar completamente extendido al final, como lo estaba Mike Cavic. Michael Phelps puede irse a la cama esta noche sintiéndose muy afortunado de haber obtenido su séptima medalla de oro."
Pero antes de poner la cabeza sobre la almohada habiendo alcanzado al gran Mark Spitz, el aún más grande Michael Phelps, rugió de alegría, golpeó el aire y realizó un exuberante chapoteo con las dos manos en la piscina. Una vez fuera del agua, su análisis de los hechos difería del de Gary Hall. "Él [Cavic] se acerca y luego intenta levantar la cabeza antes de tocar la pared. Eso le hizo perder algo de aerodinámica. [Mi cabeza] Está en línea recta. Así que esa es la diferencia en la carrera. Si hubiese tenido la cabeza agachada, habría ganado él".
Por su parte, Spitz siempre mantuvo que no creía que su compatriota hubiera ganado lo que él describió como una carrera "épica". Pero también enfatizó que Phelps era "el mejor nadador del mundo, con o sin esa medalla".
"No vamos a distribuir las imágenes: todo está bien"
La diferencia fue el margen oficial más pequeño posible. La foto-finish, que se convirtió en icónica y que hoy en día decora una de las paredes del despacho de Phelps, no convenció a mucha gente en ese momento. Independientemente de la cantidad de veces que uno revise las imágenes, la sensación predominante sigue siendo la misma: que Milorad Cavic pareció tocar la pared primero. La delegación serbia estaba ciertamente convencida de esto. Tan pronto como se dio el resultado, Serbia presentó una protesta ante la FINA, el organismo rector de la natación mundial.
Toda esta historia se desarrolló en un contexto de sospecha, ya que la compañía Omega, cronometradora oficial de los Juegos de Pekín, también era patrocinadora de ... Michael Phelps. La gente rápidamente sumó dos y dos. Además de esto, la FINA hizo muy poco para eliminar la sospecha. Para cuando dio a conocer su decisión, la FINA consideró que lo más adecuado era retener las imágenes de la foto-finish ¿Por qué? "No vamos a distribuir esas imágenes. Todo está bien. ¿Qué vas a hacer con ellas? ¿Ver lo que los serbios ya vieron? Para nosotros el tema está zanjado sin ninguna duda", eso fue lo que Cornel Marculescu, director ejecutivo de FINA, dijo con cierta torpeza.
Menos de dos horas después del toque histórico de Phelps, la FINA decidió a favor del estadounidense. Gracias a las cámaras digitales colocadas sobre las líneas de flotación y capaces de dividir un segundo en dos mil imágenes, los serbios finalmente admitieron que su hombre había sido derrotado por el estadounidense. Phelps fue coronado campeón olímpico por décimo quinta vez, la séptima en unos Juegos, con lo que igualaba el vetusto record de Spitz. El octavo oro podía llegar al día siguiente.
Resultó que Cavic perdió no porque tocara la pared en segundo lugar, sino porque no había presionado los sensores de la placa de tiempo con suficiente fuerza. Se necesitaba una presión de tres kilos por centímetro cuadrado para detener el reloj. Cavic tocó la pared primero, pero Phelps simplemente golpeó el objetivo con más fuerza acelerando desde atrás como un torpedo mientras su rival se deslizaba sobre una ola.
Sin remordimientos del hombre que pudo reinar
Por increíble e inconcebible que parezca, Cavic aceptó este cruel giro de los acontecimientos filosóficamente y con calma, seguro de que habría ganado la carrera nueve de cada diez veces. Dijo que esperaba que la gente se olvidara de la protesta y se centrara en la carrera misma. "Estoy entusiasmado con lo que sucedió. Estoy muy, muy feliz. No quiero luchar contra esto. Es difícil perder así, pero debes entender que llegué a esta competición con el objetivo de ganar una medalla de bronce. Hice mi mejor tiempo, y lo hice mejor: obtuve una plata y casi logro el oro. Fue un verdadero honor para mí poder competir con Michael Phelps y estar en una situación en la que todos los ojos estaban puestos en mí como el único hombre que posiblemente podría derrotarle. Es una pena que los dos no hubiéramos podido terminar en 50.58. Me hubiera encantado compartir la medalla de oro con él".
En su blog, agregó: "Este es el mejor momento de mi vida. Si me preguntas, hay que aceptarlo y seguir adelante. He aceptado la derrota, y no hay nada malo en perder ante el mejor nadador de todos los tiempos". Supuestamente, Cavic durmió con su medalla de plata alrededor del cuello durante varias noches. Más tarde fue elegido el mejor deportista serbio en 2008.
Cavic nunca se convirtió en campeón olímpico. Esa plata fue su primera y única medalla olímpica en cuatro Juegos. Pero antes de retirarse, logró ganar un oro en los 50 metros mariposa del Mundial de Roma en 2009 además de otra medalla de plata en los 100 mariposa por detrás de…Michael Phelps. En esa carrera, ambos rivales se convirtieron en los primeros dos nadadores en nadar los 100 mariposa en menos de 50 segundos. El récord mundial que Cavic había establecido solo dos días antes volvió a Phelps, que nunca fue muy bueno para prestar lo que legítimamente era suyo.
Cuando el polvo se asentó, Cavic dijo sentirse orgulloso de haber sido inmortalizado durante la carrera. Insistió en que no cambiaría su medalla por el oro y enfatizó que nunca tuvo rencor hacia su verdugo. Todo lo contrario. "No me robó nada. La gente no entiende que fue algo bueno para mí", le explicó a L'Equipe en 2009. "La mañana de la carrera, yo era un don nadie. Nadie habría apostado a que yo hiciera algo en esos Juegos. En ese momento salí del anonimato. Era como si siempre hubiese conducido un Yugo y de repente me encontrase al volante de un BMW". Pero todos sabemos que un sedán alemán no es rival para un cohete estadounidense lanzado hacia Marte. Cavic había estado siempre destinado a terminar en segundo lugar, tal vez por eso aquella carrera resultó inolvidable.
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