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Opinión | Serial 'Olímpicas doradas': Hassiba Boulmerka, la carrera ganada a la intolerancia

Fernando Gómez

Publicado 02/04/2024 a las 07:20 GMT

En los Juegos Olímpicos de Barcelona la valiente argelina Hassiba Boulmerka logró un histórico oro en 1.500 metros, con el que desafió tanto a sus oponentes en la pista como a las amenazas del fundamentalismo islámico. El periodista de Eurosport Fernando Gómez ha incluido este logro en el serial 'Olímpicas doradas'.

Hassiba Boulmerka celebrando el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.

Fuente de la imagen: Getty Images

Para el cuarto artículo de 'Olímpicas doradas' seguimos en Barcelona 92 y solo avanzamos un día, del 7 al 8 de agosto. Aquel sábado considerado mágico para la historia del deporte español en el que al oro conseguido por la noche por la Selección de fútbol se unió la recordada victoria de esa tarde de Fermín Cacho en la prueba reina del medio fondo, la de 1.500 metros. En esa misma distancia y jornada se produjo el acontecimiento del que vamos a escribir. Un triunfo que supuso un verdadero desafío frente al fundamentalismo islámico que padecía nuestra protagonista: Hassiba Boulmerka. La argelina, nacida en Constantina el 10 de julio de 1958, había llegado a su segunda cita olímpica con 24 años, en el mejor momento profesional de su carrera, un año después de ser la primera mujer africana que ganaba un título mundial en atletismo al proclamarse campeona de la distancia en Tokio, y en el peor de su vida personal, pues llevaba unos seis meses moviéndose a distintos escenarios de incógnito en Alemania e Italia y con escolta para poder entrenar. de cara a la cita olímpica. Descartó hacerlo en su país pues era habitual que desde la grada le lanzasen piedras. Después de su oro en Barcelona llegó a establecer su base de trabajo en Cuba.
Hassiba estaba amenazada de muerte en su país al negarse a llevar el velo en público y por competir en pantalón corto. Cuando se presentó en el estadio de Montjuic la tarde de la final, procedente desde un lugar desconocido de la ciudad, pues le aconsejaron que no se alojase en la villa olímpica, reconoció estar más preocupada por su integridad física que por el nivel de las rivales que tenía junto a ella. Sin embargo, el miedo no solo no la frenó, sino que logró un brillante triunfo en una carrera muy rápida que controló en todo momento y cuya marca, de 3 minutos, 55 segundos y 30 centésimas, fue tanto la mejor del año como de toda su vida, además de récord africano. Siempre bien situada en la segunda posición al ritmo que marcaba la rusa del Equipo Unificado Lyudmila Rogachova. Cuando se quedaron solas a unos 200 metros de la llegada la argelina decidió avivar el ritmo y se marchó en solitario en busca de la gloria con un poderío que asombró. Le permitió superar a la rusa en un segundo y 61 centésimas. Al Equipo Unificado, que había metido a tres atletas entre las doce finalistas, no solo se le escapó la victoria sino el doblete en el podio, pues la china Yunxia Qu conservó la tercera plaza ante el empuje de Tatyana Samolenko-Dorovskikh. Estas cuatro primeras cruzaron la meta antes de que el cronómetro llegase a los 4 minutos. El destacado rendimiento de la eibarresa Mayte Zúñiga, que detuvo el reloj solo 59 centésimas por encima de los 4 minutos, le permitió concluir en sexta posición. En la primera celebración Hassiba levantaba una y otra vez los brazos y gritaba el nombre de su país a los aficionados: "Argelia, Argelia, Argelia...".
Aunque no pudo disfrutar el éxito en paz y armonía en su país, con esta victoria Boulmerka dio a Argelia la primera medalla de oro en la historia de los Juegos Olímpicos. Al mismo tiempo se trató de la segunda presea dorada olímpica para una atleta musulmana después del triunfo de la marroquí Nawal Moutawakei en los 400 metros vallas de Los Ángeles 1984. Si la conquista del Mundial en 1991 dio paso tres meses después de ser recibida como una heroína por las calles de Argelia al cambio negativo en sus condiciones de vida por el giro político experimentado en el país norteafricano (de modo muy simplificado, no se celebró la segunda vuelta de las elecciones legislativas de 1991, el ejército declaró el estado de emergencia y el islamismo conservador asumió el poder), el oro de Barcelona marcó el momento culminante de su actividad profesional, pues quizás debido a las dificultades para preparar las competiciones y llevar una vida sin sobresaltos (ha declarado a Eurosport en el programa 'Historias olímpicas' que desde 1993 hasta 1996 cada vez que acudía a las pistas de atletismo en las que había entrenado siempre en su ciudad tenía que hacerlo con refuerzo en su escolta) el resto de su carrera estuvo marcado por la irregularidad. Ya no era la dominadora de la distancia, pero las favoritas siempre la tenían en cuenta en las grandes citas, donde su experiencia le permitió acumular otros logros en 1.500 como el bronce en el Mundial de Stuttgart en 1993 y sobre todo su segundo oro, que fue calificado como sorprendente, en el Mundial de Gotemburgo, pues se trató de la única carrera que ganó en 1995. Fue su último gran éxito pues decidió retirarse en 1997 sin participar en el Mundial de Atenas de aquel año.
La mediofondista argelina, que dominó sus dos participaciones en los Campeonatos de África (1988 en Annaba, Argelia, y 1989 en Lagos, Nigeria) tanto en 800 como en 1.500 metros, estuvo presente en otros dos Juegos Olímpicos más, pero los de Seúl 1988 le llegaron muy pronto y los de Atlanta 1996 demasiado tarde. Ha confesado que se presentó cargada de moral y confiada en que lograría algo importante a la cita surcoreana, a pesar de ser la primera vez que competía fuera de su país. La realidad es que no pasó las eliminatorias ni en 800 ni en 1.500 metros. Se dio cuenta en carne propia del esfuerzo que requerían sus objetivos y se planteó que tendría que hacer ocho horas diarias de entrenamiento (algo que asegura cumplió) para que la siguiente presencia en los Juegos fuera distinta. Su despedida olímpica fue en las semifinales de 1.500 metros en Atlanta.
La niña y adolescente Hassiba era una estudiante aplicada que pretendía dedicarse al mundo del Derecho, con la intención de convertirse en jueza, pero su profesor de Educación Física descubrió con un cronómetro en la mano su talento en unas pruebas físicas y le aconsejó que cambiara la práctica del balonmano por la del atletismo. Acabó siendo un cambio completo en toda su vida. En la actualidad trabaja en su país en la gestión y apoyo de proyectos deportivos para las mujeres en busca de la igualdad de oportunidades con respecto a los hombres y para luchar frente a la falta de oportunidades que ocasiona el machismo. Sus logros deportivos en medio de las amenazas y los valores humanos hicieron que en 1995 recibiera el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes. Sucedió en la condecoración a la tenista checa Martina Navratilova y precedió a otro destacado atleta, el estadounidense Carl Lewis.
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