Juegos Olímpicos Tokio 2020, natación | El despertar de Mireia Belmonte

Todo comenzó en las semifinales del sábado, donde Mireia Belmonte destapó el tarro de las esencias, autoconvenciéndose de que todo era posible en Tokio. Atrás quedaba una lesión de hombro que había mermado su preparación hasta tal punto de impedirla competir en los campeonatos de Europa. El objetivo estaba en la capital nipona y no podía arriesgarse a no estar físicamente en perfectas condiciones para la gran cita en el país del sol naciente. El primer día D estaba en los 400 estilos, la última prueba en incluir en su calendario, y ni mucho menos ha defraudado, haciendo vibrar en la madrugada a los aficionados españoles que se quedaron a 23 centésimas de celebrar la quinta presea de la catalana.

La primera piedra de ese camino fue puesta en las series, superando su mejor tiempo del año con 4:35.88 y viendo que era capaz de pelear por una medalla a sus 31 años. La que le ha dado el espaldarazo definitivo llegó en la gran final de este domingo, con 4:35.13, una marca que la llena de moral para afrontar las dos distancias largas de la piscina en Tokio, los 800 y 1.500 libres.

“Si me dicen hace dos meses que iba a ser cuarta, no me lo creo”, una frase que resume el sentir de Mireia Belmonte en las declaraciones posteriores a su primera prueba en Tokio y que pudo recoger Eurosport. La española ya tiene por mérito propio un lugar en la historia olímpica de nuestro país, y lucha por la excelencia tras tres ciclos y cuatro citas que acaban en Tokio, la que probablemente más haya costado de llegar, primero por los problemas de vértigo, posteriormente por la lesión en la ingle y por último en su hombro izquierdo, que puso en jaque el último tramo de preparación hacia la ciudad japonesa.

Todavía queda mucha Mireia que disfrutar en los Juegos Olímpicos de Tokio, con las distancias largas y posteriormente el relevo 4x100 estilos con las que compartirá piscina con África Zamorano, Jessica Vall y Lidón Muñoz. La cuarta cita olímpica de Belmonte comenzó como solamente ella sabe, superando las dificultades previas, peleando hasta el último metro de la prueba y dejando claro que tiene clase para dar y regalar.

En Río de Janeiro, Mireia Belmonte se marchó con un botín de dos medallas, un oro y un bronce, que completaban las dos platas ganadas en Londres 2012. Nueve años más tarde, la sensación de que puede seguir escribiendo renglones dorados en el capítulo más brillante de la historia de la natación española está más viva que nunca.