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Blog De la Calle: La caña de Pichot o los peces de Beaumont

Fermín de la Calle

Actualizado 17/04/2020 a las 11:16 GMT

Agustín Pichot se ha embarcado en una tarea titánica: doblegar a la facción inmovilista del establishment de World Rugby, los viejos dinosaurios del rugby mundial. Cuenta con pocas opciones el próximo 26 de abril, pero el curriculum ejecutivo del argentino está plagado asaltos a las cimas de la estructura del rugby mundial. Este es el escenario al que se enfrenta y la postura de España.

Agustín Pichot and Bill Beaumont

Fuente de la imagen: Eurosport

Me sonó el teléfono al salir del vestuario español, que ofrecía una imagen dantesca con los jugadores derrengados por el suelo llorando y maldiciendo. Apareció un número largo anónimo en la pantalla y al cogerlo se amomó la voz de Agustín acelerada: "Fermín, ¿qué pasó? Estoy acá en Nueva Zelanda viendo un vídeo absolutamente inaceptable de los chicos persiguiendo al árbitro y me han llegado 200 mensajes de España al celular hablando de no se qué del árbitro. ¿Cómo fue que perdieron?". Le intenté explicar que la parcialidad del rumano Iordachescu había condicionado el partido y me cortó abruptamente: "¿Arbitraba un rumano? ¿Me estás jodiendo? Pero si ustedes se están jugando el Mundial con los rumanos. ¿Cómo nadie de España nos contó eso? Tengo que ver el partido. Abrazo, chau". Y colgó. Nevaba en Charleoi cuando llegamos esa mañana y llovía a cántaros en Bruselas cuando nos marchamos aquel 18 de marzo de 2018.
La siguiente noticia de Agustín fue que Alain Rolland, el director de arbitraje de World Rugby, había realizado un minucioso informe cuestionando, reglamento en mano, más de una docena de decisiones de Iordachescu. A consecuencia de ese informe Pichot recomendaba, en contra de la opinión de muchos dirigentes de World Rugby, ¡repetir el partido! Sin embargo, todo quedó en nada al estallar el caso de las alineaciones indebidas. El ruido y la burocracia sepultaron bajo comunicados, sentencias y recursos la histórica medida propuesta por Pichot de exigir "la repetición de un partido de rugby". Su justificación sencilla y al tiempo categórica: "Hicieron daño al rugby. Faltaron al respeto a España, pero sobre todo al rugby". Aquel día Pichot se expuso demasiado antes su aristocráticos compañeros de World Rugby.
Han pasado 24 meses de aquello. El argentino terminó siendo señalado no solo en World Rugby. En España se le etiquetó como uno de los culpables de que el XV del León no estuviera en Japón, después de algunas declaraciones oportunistas e intencionadas de los federativos españoles que trataban de sacarse la responsabilidad de encima por su ineptitud en la gestión previa y posterior del asunto. En este Pichot, como vicepresidente de la institución, no se ha cansado de proponer desde medidas para dinamizar el rugby mundial. No le ha valido la estrategia de ser caballo de Troya dentro de la propia organización porque el establisment británico, que ha encargado a Bill Beaumont la tarea de poner a buen recaudo el sillón presidencial, hace tiempo que dejó de aplaudir las ocurrencias renovadoras de Pichot. Cuyos outfits, con traje y zapatillas de deporte, también chirriaban a sus protocolarios compañeros.
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Pichot, en su etapa como jugador en los Pumas.

Fuente de la imagen: Eurosport

Si lo de Bélgica sentó mal en Dublín, sede de World Rugby, hubo algo más comprometido que hizo temblar los cimientos de la casa: la propuesta de una Liga Mundial que aseguraba más dinero para las arcas, pero al tiempo habilitaba torneos para los países del Tier 2 y conectaba a la aristocracia rugbística de las Home Unions con los países emergentes a través de un sistema de ascensos y descensos. Aquello cayó como una bomba entre el establishment, que rápidamente reaccionó filtrando el proyecto a su prensa afin y proponiendo una versión edulcorada de la propuesta del argentino sin ascensos ni descensos. La idea les encajaba, básicamente porque generaba más dinero, razón del ser de la curia rugbera desde la profesionalización. Pero subir en ascensor a la planta noble a países como Estados Unidos, Georgia, Brasil, Fiyi, Canadá o Tonga, era una irresponsabilidad.
Desde que dejó de gobernar los partidos al pie de la melé, Pichot ha seguido haciendo en roles ejecutivos lo que lleva haciendo toda su carrera: desafiar imposibles. "No se puede", le dijeron cuando pidió para los argentinos una competición de altura anual. Y terminaron los Pampas jugando la Currie Cup. "No se puede", le advirtieron a los Pumas cuando tras quedar tercero en el Mundial de Francia en 2007 pidieron subirse al Tres Naciones con los del Sur. Pero desde 2011 son parte del Rugby Championship y Agustín un peso pesado en la SAANZAR. "No se puede", le insistieron la primera vez que habló de una franquicia argentina en el Súper Rugby, y el año pasado los Jaguares disputaron la final. "No se puede", le han dicho a su proyecto de la Liga Mundial. Y "no vas a poder" le están repitiendo a su empeño en presidir World Rugby para dar un giro a una de las instituciones más inmovilistas de la historia del deporte. En su día ya se negaron a celebrar un Mundial y fue el francés Albert Ferrase quien lideró la revuelta para recaudar los votos necesarios en una copiosa comida regada con buen vino a pies del Arcos del Triunfo. Y también dieron la espalda a la profesionalización, hasta que el poder del dinero les convenció.
Al otro lado del ordenador, en una mañana más de su confinamiento bonaerense, Pichot se va calentando como una cafetera durante la videollamada: "Los más fuertes cada vez son más fuertes y los débiles cada vez más débiles. La burocracia y los egos son un obstáculo enorme. El juego tiene que ser justo y por eso debe haber el mayor número de voces y ser más democrático. Creo que mi propuesta es superadora, porque el rugby tiene que hacer las cosas de forma distinta. He estado dentro y he vivido momentos dificiles donde he sido muy verticalista, incómodo. Hay que luchar por un rugby global en el que aumenten las posibilidades y los recursos de los países del segundo y tercer escalón". Pichot está decidido a enseñar a pescar a todos y darles una caña, mientras Beaumont sigue regalando peces.
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Pichot, durante una videollamada con el autor.

Fuente de la imagen: Eurosport

Sin embargo, en esta partida las cartas están marcadas. Hay 51 votos y el sistema de votación concede tres a los diez países más grandes. 30 votos que son más del 60% del total. Luego están los países intermedios, los que tienen un voto como Samoa, EEUU, Uruguay, Georgia, Canadá o Fiyi. Y Japón, que tiene dos. Ellos deberían decidir la votación. ¿España? España no tiene voto y apenas voxz, al formar parte de un grupo en Europa, los países de segundo nivel, que hacen grupo para entregar dos votos. Votarán a Beaumont junto a los del 6 Naciones. ¿Tiene sentido que una España menospreciada por la misma Rugby Europe con la que compadrea desde hace años, y que recibe migas de World Rugby y las Home Unions británicas les ofrezca su apoyo? España ha visto ampliada la subvención de World Rugby en los últimos tiempos y le han concedido la organización del Trophy, un torneo internacional Sub-20 en Valencia. Ese es el precio de su apoyo. Pan para hoy y hambre para mañana.
Pichot cuenta a priori con el apoyo de Nueva Zelanda, Sudáfrica, Australia, todos los países de Sudamérica, y África, el continente dormido. Pero Beaumont tiene el favor de los británicos y de una Francia que celebrará el Mundial de 2023. En las últimas horas el intrigante Bernard Laporte, capo del rugby francés, ha coqueteado con presentar iniciativas dinamizadoras en su aspiración a suceder a Pichot como vicepresidente mundial. No es difícil imaginar a Laporte apuñalando a Beaumont en un futuro no muy lejano cual Marco Bruto a Julio César. En estos días Beaumont ha acertado a pronunciar la palabra 'Globalización', seguramente tras ensayarlo convenientemente ante el espejo. Incluso ha hablado de rugby femenino, el gran olvidado. Pero hasta en Inglaterra comienza a haber voces discordantes con el inmovilismo y la casposa gestión actual. Sir Clive Woodward, el seleccionador de la Inglaterra campeona de 2003, se ha posicionado a favor de Pichot y sus propuestas transversarles. Parece obvio que el rugby, como el mundo, se enfrenta a una transformación necesaria ante la que hay dos alternativas reconocibles: la caña de Pichot o los peces de Beaumont. España, donde las decisiones internacionales pasan por José Mari Epalza, amigo y coetáneo de Beaumont, lo tiene claro: pez a la cazuela que ya no estamos para remangarnos y pescar. Pero el cambio está en marcha y terminará llegando, por más que Pichot haya tenido que escuchar una vez ese mantra de "no se puede". Quizás no esta vez, pero ya queda un día menos.
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