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Inglaterra-Gales: la madre de todas las victorias

Fermín de la Calle

Actualizado 01/10/2015 a las 06:07 GMT

A unos metros de ellos los 'primeras' inglesas Joe Marler y Tom Youngs se tapaban la cara desolados en el banquillo. Después de domar a la melé galesa y de gobernar el set-piece con mano de hierro, habían claudicado ante los dragones,

Inglaterra-Gales

Fuente de la imagen: Eurosport

Taulupe Faletau se acercó a su primo Billy Vunipola, con el que se había criado jugando al rugby en el jardín de la casa de su tío en Pontypool, South Wales, donde los padres de ambos coinicidieron tras salir de Tonga en 2000. Le dio un abrazo, le preguntó por la lesión que había obligado al inglés a dejar el campo, y este puso mala cara. "No es lo que más me duele ahora", respondió. Chocaron sus manos y Billy le hizo un gesto con los dedos pulgar e índice, emplazándole a hablar por teléfono.
A unos metros de ellos los 'primeras' inglesas Joe Marler y Tom Youngs se tapaban la cara desolados en el banquillo. Después de domar a la melé galesa y de gobernar el set-piece con mano de hierro, habían claudicado ante los dragones, quienes se fueron sacudiendo el dominio inglés en las fases estáticas trabajando a destajo en los puntos de encuentro. Con el dominio en el breakdown de Lydiate, Warburton, Faletau y Tipuric, Gales mantenía su fe inquebrantable, por más que cada patada de Biggar fuera contestada inmediatamente por otra de Farrell. Nada hacía presagiar la debacle inglesa, más allá de la rácana propuesta de Stuart Lancaster, atrincherado una vez tras la conservadora fórmula de jugar a castigar los errores del rival.
Hay quien sostiene que este sonado fracaso tiene su origen en el mayor éxito de la era Lancaster. En diciembre de 2012 los All Blacks llegaron a Twickenham victoriosos para medirse a un renqueante XV de la rosa que había sido derrotado por Sudáfrica (16-15) y Australia (20-14). Fue un partido de idas y venidas. Tres golpes y un drop de Owen Farrell dieron a Inglaterra una cómoda renta (15-0) después de 42 minutos de juego, pero dos latigazos de Julian Savea y Kieran Read devolvieron a Nueva Zelanda al partido (15-14). Entonces todo saltó por los aires. Lancaster había sido señalado por la falta de creación de sus tres cuartos, con Farrell de 10 y Tuilagi y Barrit de centros. Pero en segundos, la dupla de centros destrozó la línea de ventaja logrando tres ensayos (uno por cabeza y otro de Ashton) que provocaron una de las victorias más sonadas de la hsitoria de los ingleses sobre los All Blacks (38-21). Aquello no hizo sino reforzar la idea de juego de Lancaster: presión en defensa, un buen set-piece, un pasillo de seguridad físico en la bisagra con Farrell y centros duros, además de Brown cerrando de 15. ¿El X-Factor? Eso correría a cargo de los alas y del ball carrier Billy Vunipola. Lugares seguros donde minimizar los riesgos.
Por eso, hace unas semanas, cuando decidió descartar a Cipriani y reclutar al Rugby Leaguer Sam Burguess, nadie se sorprendió con su decisión. Cipriani es el jugador más imprevisible y talentoso de su generación, pero no es un modelo de conducta y disciplina ni dentro ni fuera del campo. Así que cuando el seleccionador Warren Gatland conoció el XV de los ingleses, tampoco se mostró extrañado. Dejaba fuera a los creativos chicos de Bath (el apertura George Ford y el centro Jonathan Joseph) para dar cabida a los rocosos Owen Farrell y Sam Burguess, un flanker reconvertido a centro que también está a las órdenes de Mike Ford en The Recreation Ground. Gatland no escondió sus intenciones: "Probaremos a Burguess, es nuevo y puede pesarle el rango del partido". Y eso hicieron. Los galeses sí apostaron por alinear más creación con Roberts y Scott Williams trabajando como centros y Liam Williams contragolpeando desde atrás.
El encuentro comenzó con Gales adelantándose en el marcador tras una indisciplina en el ruck de Lawes. Biggar pasaba la patada a los dos minutos de partido. Diez después, la melé galesa comenzaba a dar muestras de flaqueza. Dan Cole hacía retorcerse a Gething Jenkins, sacando un golpe centrado a 40 metros de palos que Owen Farrell clavó con su nueva técnica de visualización de la patada. Un drop fallido de Biggar precedió a otro golpe convertido por el 10 de Ospreys, esta vez porque Cole había trabajado en un ruck sin estar sobre sus pies. Tres minutos más tarde, con Inglaterra metida en la 22 visitante, Farrell pasaba un drop y ponía el 6-6 en el marcador. Otro golpe posterior del 10 situaba por delante a los locales. Inglaterra dominaba las fases estáticas y mantenía a raya a la tercera galesa cuando un line out de los de la rosa salió rápido de manos de Watson para acabar en las de May, quien encuentró un hueco por el que entrar posando el ensayo en la zona de marca rival. Twickers lo celebraba por todo lo alto. Biggar maquilló el marcador en el minuto final de la primera parte con un golpe sencillo (16-9). Gales estaba dentro del margen de seguridad, pero las sensaciones no eran buenas.
El plan de Lancaster funcionaba. Pese a copar la posesión y jugar en campo galés, el partido no exigía protagonismo ofensivo de sus centros, que se limitaban a cerrar la puerta ante las cargas de Roberts, Scott Williams y Biggar. North estaba desactivado y Gales sobrevivía gracias a la velocidad de su tercera en los puntos de encuentro y los golpes que eso provocaba, con Biggar muy centrado. La segunda parte comenzó con una novedad destacable, Lawes se había retirado tocado, dejando su lugar a Launchbury. Un cambio estratégicamente crucial porque Lawes es el hombre que justifica el sistema inglés de delantera de 4+4, al operar como un tercera por su velocidad de movimientos en el breakdown. Launchbury pasa por ser un segunda de talento con el balón en las manos que se complementa bien con el estajanovista Parling, pero en ningún caso, una alternativa a Lawes en la lucha con la tercera galesa.
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Fuente de la imagen: Eurosport

El siguiente hecho destacable del partido se produjo en el minuto 49. Farrell y Biggar, por entonces, ya habían intercambiado golpes (19-12), cuando Ben Youngs se marchó al banquillo con cara desencajada. No podía seguir. Entraba Wigglesworth en su lugar. Un cambio que pesaría a Inglaterra. Al mismo tiempo Gatland decidía poner toda la carne en el asador adelante y sacar al renqueante Samson Lee, sin ritmo por una inoportuna lesión que hizo peligrar su participación en el Mundial. Lee comenzó a condicionar las melés haciendo sufrir a Marler. Dos nuevos golpes llevaron el partido al 22-15. Pasaban los minutos e Inglaterra perdía agresividad pese a los cambios. Lancaster intentaba bloquear el partido, tratando de que no se jugase lejos de los agrupamientos. Gales comenzaba a equilibrar las fases donde los ingleses habían dominado durante la hora previa. Sin Lawes, Alun Wyn Jones se mostraba más agresivo en el breakdown. Biggar dispuso de un nuevo golpe esquinado que pasó, metiendo presión a los locales 22-18. Entonces el entrenador de delantera de Inglaterra, Graham Rowntree, acordó con Lancaster la sustituicón de Marler por Mako Vunipola para tratar de estabilizar la melé, en la que ya por entonces habían perdido el protagonismo.
La cara del príncipe Harry se tornó seria. Su hermano William, que lucía un jersey de Gales, se mostraba más esperanzado. Y de repente el partido sufrió un cataclismo. En cuatro minutos se marcharon lesionados el inglés Billy Vunipola y los tres cuartos galeses Amos, Scott Williams y Liam Williams. Los dos últimos en camilla. Lancaster perdía a su mejor jugador de ataque, su 8, al que sustituyó por el sobrevalorado Haskell. En los dragones la hecatombe obligaba a Gatland a improvisar un plan B. No le quedaban tres cuartos suficientes en el banquillo, así que colocó al apertura Priestland de zaguero, mandando al medio melé Lloyd Williams al ala y reconvirtiendo a North en centro junto a Roberts. Por un momento, los galeses habían dejado de pensar en la victoria para tratar de acabar el partido de la manera más decorosa posible.
Farrell devolvió la renta a los siete puntos, 25-18, cuando Lancaster realizó un cambio sorprendente. Ford saltó al campo por Burguess, que cumplió con creces con su trabajo, y el aperturade Bath se situó de 10 empujando a Farrell a la posición de primer centro. El partido era un caos, fruto de las lesiones y los cambios que provocaron que en el campo coincidiesen cuatro aperturas y tres medio melés. Algo inaudito. Un minuto después de marcharse Burguess, mientras este se colocaba una sudadera para no quedarse frío, Gales recuperó un balón. Lo recibió Jamie Roberts, quien salió en estampida hasta fijar a su defensor, abriendo a la izquierda al llegar a su línea de 40. La pelota la recibió Lloyd Williams, medio melé disfrazado de ala por exigencias del guión, que arrancó una carrera de 25 metros, ante la permisividad de un Watson que no subió a presionar con el resto de la línea. Eso le permitió observar lo que tenía ante sus ojos, tomando la decisión de patear a la espalda de los centros ingleses, donde después de un par de botes, apareció el medio melé galés Gareth Davies, para lanzarse en plancha entre palos posando la pelota.
El ensayo cayó como un jarro de agua fría en Twickenham, donde los ingleses veían como su selección se derrumbaba ante la tenacidad galesa. Biggar pasó la conversión y colocó el marcador 25-25. Inglaterra estaba en shock. Después de 70 minutos dominando el marcador y las fases estásticas, Gales estaba a un paso de lograr un triunfo histórico. A Inglaterra comenzó a pesarle la presión, no la de una posible derrota en el partido, sino la de un fracaso en un Mundial organizado para ganarlo. En el minuto 74 una indisciplica inglesa en el centro el campo fue sancionada con golpe y Biggar pidió palos. Centrado, pero a 50 metros de palos. El apertura inició su ritual de gestos y tics antes de sacar una coz que atravesó el silencio de Twickers, poniendo a los dragones arriba en el marcador. 25-28.
Inglaterra se marchó a campo rival, donde logró un golpe. Ford miró a Robshaw, quien, como hicieran los japoneses ante Sudáfrica en la que jugada que significó a la postre el triunfo nipón, le ordenó tirar a touch. Debían ganar. El empate no se contemplaba. Ford pateó a touch, pero los dragones robaron la pelota y la tragedia se convirtió en realidad. Gales había conseguido 'la mayor victoria de nuestra historia', como recordaron los periódicos horas después. Todo Gales se lanzó a festejar el triunfo. Su línea de tres cuartos estaba desmantelada por las lesiones, pero Gatland celebró su mayor hito como seleccionador galés porque Gales no ha venido al Mundial a ganarlo, lo ha hecho para dejar fuera de él a Inglaterra. "No sé qué pasará con el grupo tras los partidos ante Australia. Solo sé que hoy hemos escrito una de las páginas más gloriosas de la historia del rugby galés. Y deben salir todos a celebrarlo", advirtió en la abarrotada sala de prensa de Twickenham eufórico el neozleandés. Los galeses habían profanado la catedral del rugby. La tensión del ambiente en la rueda de prensa de Lancaster se cortaba con cuchillo. Pero la prensa no culpó al seleccionador o al capitán Robshaw, cuya elección ha sido muy cuestionada. La responsabilidad es de quien ha apostado por mantener a Lancaster en el puesto. Y ese no es otro que el Director de Rugby de la RFU, la Federación de Rugby Inglesa. Un tal Christopher Robert Andrew...
INGLATERRA: Joe Marler (61': Mako Vunipola), Tom Youngs (67': Webber), Dan Cole (72': Brookes), Parling, Courtney Lawes (40': Launchbury), Wood, Robshaw, Billy Vunipola (63': Haskell); Ben Youngs, (49': Wigglesworth), Farrell, May, Burgess (69': Ford), Barritt, Watson, Brown.
GALES: Gethin Jenkins, Baldwin (49': Owens), Francis, (49': Samson Lee), Bradley Davies (70': Charteris), Alun-Wyn Jones, Lydiate (70': Tipuric), Warburton, Faletau; Gareth Davies, Biggar; Amos (67': Lloyd Williams), Roberts, Scott Williams (63': Cuthbert), North, Liam Williams (67': Priestland).
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