Stefan Kraft: Cien podios y dos días para mantener la ilusión

Desde aquel 3 de Enero de 2012 en el que, con 18 años, debutó en la Copa del Mundo y en el Cuatro Trampolines con un discreto salto de calificación en el trampolín Bergisel de Innsbruck han pasado muchas cosas. No quiso dejar pasar mucho tiempo para darse a conocer y un año más tarde, como regalo de Reyes en Bischofshofen, se subió por primera vez a un podio de la Copa del Mundo, donde llegaba además como lider de la segunda liga de Copa Continental.

Y desde entonces, su vida deportiva ha sido un “no parar”. En 2015 ganaba el Torneo de los Cuatro Trampolines con 21 años y prolongaba la racha austriaca en la Tourneé por séptimo año consecutivo. La de 2017 fue su gran temporada: inscribía su nombre como primer ganador del torneo Raw Air, se colgaba los dos oros individuales en el Mundial de Lahti y ampliaba su vitrina de trofeos con el Globo de Cristal de Vuelo y el absoluto de la Copa del Mundo.

La pandemia le obligó a recibir en la clandestinidad su segundo Globo de Cristal en 2020 y aquellas malditas cuarentenas de meses después y una lesión de espalda le amargaron la siguiente temporada. Pero volvió más fuerte y en los Juegos de Pekín se colgó el oro olímpico que le faltaba.

Seguir repasando hasta el aburrimiento un palmarés tan extenso como lo suyo sería casi un ejercicio de obstinada paciencia. Puede que sea más justo resumirlo en esos 100 podios que ha logrado durante su trayectoria en la Copa del Mundo. A esa cifra centenaria llegaba este fin de semana con las dos victorias, insultantemente aplastantes, con las que ha salido de Ruka como rey absoluto de este inicio de campaña.

De estatura comprimida pero talento desbordante, con la fortaleza necesaria en el tren inferior y la templaza mental imprescindible para gestionar condiciones difíciles, Kraft es lo más parecido al saltador completo. Sería de locos hablar de él como futuro ganador de esta Copa del Mundo tras haber escrito solo el primer capítulo, pero ha empezado la historia con ilusión y excelencia. Mucho más de lo que pueden presumir otros.

No decir que Austria y Alemania salen reforzados de Kuusamo es negar la mayor. Especialmente el equipo que dirige otro austriaco, Stefan Horngacher. Esta es la magia de este deporte: jamás dos temporadas se parecen. ¿Las claves? Pasapalabra.

Se intuía, tras su buen hacer este verano y pretemporada, que los Wellinger, Leyhe, Paschke y compañía podrían mantener ese buen tono en el acelerón inicial de la Copa del Mundo, pero seguro que nadie soñó con el convencimiento y la actitud con la que volaron este fin de semana en el Rukatunturi. Desde los mejores tiempos de Sven Hannawald y Martin Schmitt, uno no recuerda nada parecido.

Que Anze Lanisek y Halvor Granerud hayan comenzado a medio gas de momento no preocupa, pero harán bien en ponerse manos a la obra y recuperar cuanto antes el tiempo y las sensaciones perdidas. Otros, como los polacos, no lo tienen tan claro.

Y es que casi hasta duele verlos así. La deriva de Kamil Stoch en los últimos años empieza a parecerse al declive que otros viveron ineludiblemente antes. De Kubacki y Zyla todavía podemos esperar algún que otro zarpazo, pero su edad y sus prioridades vitales también les alejan del estrellato. Y la cantera… ay, la cantera. Apenas si hay recambio.

Las primeras sorpresas de agrado no se han hecho esperar. Zografski y Deschwanden se obstinan en seguir siendo los del verano, no va a ser fácil pero lo siguen peleando. Los “peques” de Estados Unidos han empezado a meter la cabeza entre los mayores, donde italianos y finlandeses suspiran también por hacerse un hueco a codazos.

Y esto no ha hecho más que empezar. El próximo fin de semana, Lillehammer volverá a poner un examen a los favoritos, en pleno descenso a tumba abierta hacia el Cuatro Trampolines.